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Humor y democracia, por Buenafuente y Flavita Banana

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Jordi Gracia

Hablar en broma del humor es imposible. Del humor solo se puede hablar en serio para que no dé risa lo que se diga. Tanto Andreu Buenafuente como Flavita Banana (es decir, Flavia Álvarez) conversaron completamente en serio en el estudio de El Terrat en Barcelona para sondear las flaquezas de la cultura del humor contemporáneo y, a la vez, revertir algunas de las tendencias menos ejemplares: reprimir o regular el sarcasmo sangriento o hiriente no tiene por qué ser malo; excluir determinados temas de la vida social, política o cultural por miedo, por proscripción o por mandato empresarial es otro asunto, y algo de eso reconocen ambos cómicos. Lo que deja claro esta conversación de dos humoristas es que el empeño en hacer chistes de cojos, calvos y negros como en los viejos tiempos delata la pobreza mental e intelectual del humorista incapaz de encontrar materiales fuera de las debilidades sociales y estructurales de los demás. La añoranza de los viejos esquemas del humor solo delata la ruina y la rutina mental de determinados sectores socioculturales y apegos ancestrales perfectamente superados. El humor está vivo, sin duda, pero puede estarlo más todavía a medida que expande los círculos concéntricos de su campo de juego, relativiza la jauría de las redes sociales y desafía sus mismas costumbres: desautomatizar los prejuicios de la tribu es también parte del mejor sentido del humor.

JORDI GRACIA.- Ante dos fieras del humor como vosotros quizá es inevitable preguntaros si la profe o los colegas del cole ya se reían con vuestros chistes, y gracias.

ANDREU BUENAFUENTE.- (Suspiro) Como fieras, te lo decimos como fieras. Por favor, Flavia.

FLAVITA BANANA.- Yo, por ejemplo, he dejado de dar clases y talleres como resumen a lo que estás preguntando, porque lo que la gente quiere es aprender a hacer chistes. Y me di cuenta de que es imposible partir de cero y que tú les enseñes a ser gracioso. Yo creo que esa parte es un poco innata y con innata me refiero a lo que te ha rodeado desde pequeño, si había humor en casa y en la mía desde luego era yo la que estaba haciendo todo el rato el tonto.

JG.- ¿Y en tu casa toleraban bien tu humor?

FB.-Bueno, yo en casa y en el colegio estaba siempre castigada.

JG.-Ah, pues ya está todo dicho

FB.-Porque precisamente era un tipo de humor como el que hago ahora, es decir, un poco molesto, un poco repelente.

AB.-Sí, yo estaba ahí también. Yo siempre digo que tenemos suerte quienes pertenecemos profesionalmente a un gran grupo de población, mayor de lo que creemos, que es del humor o de la coña, como decimos en Cataluña. Es un estado de ánimo, un rasgo de tu personalidad enfocar la vida desdramatizando. Somos unos privilegiados porque hemos podido ser profesionales de esto. Hay un momento en el que alíneas tu carácter con un poco de vocación, decides eso un poco loco de dedicarte al humor y sin saber adónde llegaremos.

FB.-Y sabemos transcribirlo, es decir, trasmitirlo. Hay mucha gente que es muy graciosa pero no sabe encauzarlo. Y a lo mejor la mayor parte de nuestro trabajo ha sido precisamente aterrizarlo en forma de monólogos, o en forma de dibujos. El esfuerzo está en saber cómo transformar el material.

AB.-Ese trabajo de taller es continuo, desde que empiezas vas dando forma a tu yo artístico. La otra cosa imprescindible que cierra el triángulo es que la gente diga “sí, tú sí”, mientras otros se quedan en el camino. Yo creo que son tres cosas: tu talento innato, la elaboración continua del taller que dice Jordi y que vas construyendo hasta el final ( yo acabaré mi carrera y creo que no llegaré al final, pero no lo digo como falsa modestia, es que lo veo así) y, en tercer lugar, la conexión con la gente. De mi primer programa de televisión pensé claramente que no iba a funcionar, y no porque sea autoexigente, enfermizo ni derrotista. Sencillamente veía a un tipo con gafas en la tele y decía: “no, este para la radio”. Y se produce una cosa mágica que la gente dice, “pues parece que sí”, entonces ahí me quedé, no lo moví mucho y ya. Eso lo dijo una vez Woody Allen en una entrevista que le hice muy jovencito. “Oiga, me dedico al humor, cada noche hago un programa” y esperaba la gran respuesta del maestro, y dice: “¿Le pagan austed cada mes?” Y digo: “Sí”, “pues siga, siga por ahí”, aunque me pareció de lo más materialista… (risas del público).

De mi primer programa de televisión pensé claramente que no iba a funcionar, y no porque sea autoexigente, enfermizo ni derrotista. Sencillamente veía a un tipo con gafas en la tele y decía: “no, este para la radio” Andreu Buenafuente

FB.-Lo mismo que te dijo Woody Allen a ti, a mí me lo dijo a mí Maitena. Hubo una época, creo que fue durante la pandemia, que estaba muy dubitativa, con un fuerte ataque de síndrome de la impostora y, de repente, vi que había mucho reconocimiento y pensaba que debía ser por algo.

JG.-¿Era malo eso?

FB.-Sí, porque podía ser que les faltasen mujeres, o querían hacer un lavado de cara. No sabía bien por dónde iba, así que fui a consultar a Maitena por Skype como un oráculo, literalmente. Era curioso porque ella lo encaminaba todo al dinero, a monetízalo, monetízalo. Y me dijo: “mira, yo te estoy hablando desde mi casa en Uruguay, a pie de playa, y esto lo han pagado las viñetas, a eso es a lo que tienes que aspirar”. La verdad es que no es mi intención, nunca quise ser millonaria, tampoco se me pasó por la cabeza ser millonaria a través de las viñetas, pero sí he buscado el reconocimiento de quienes tú admiras. Siempre me ha pesado mucho más que alguien a quien admiro me haya dicho: “oye, me ha gustado esto que has hecho”, que no 100.000 personas que no conozco que me digan me ha gustado lo que has hecho. Es un reto personal, no es querer gustar a toda costa.

AB.-Sí, gustar a los que te gustan. Y luego el fantasma de la profesionalización tiene también tintes negativos porque cuando empiezas y las cosas funcionan, muy pronto aparece un pequeño monstruo al oído que te dice que lo estás haciendo por el dinero. Y tú debes desactivarlo diciendo que no, que lo haces porque te gusta, pero además te ganas la vida. Hay que estar en paz con eso.

Siempre me ha pesado mucho más que alguien a quien admiro me haya dicho: “oye, me ha gustado esto que has hecho”, que no 100.000 personas que no conozco que me digan me ha gustado lo que has hecho. Es un reto personal, no es querer gustar a toda costa. Flavita Banana

JG.-Y la pregunta fatal e impresentable: cómo definiriáis las condiciones actuales del humor.

FB.-Yo creo que estamos entrenadísimos para responder a eso.

AB.-Yo voy cambiando.

FB.-Yo aprendo de mí, me veo en vídeo…

AB.-Yo tengo la versión de ahora, si quieres te la digo.

JG.-Venga.

AB.-Yo estoy harto de esta pregunta (risas).

JG.- Lo había dicho yo primero…

AB.-No es por ti, es porque encierra el gran mal del momento que es la autovigilancia, la autocensura y, en tu caso no, lo malintencionado del planteamiento. El que dice que no se puede decir nada, mal. Es como el que dice que no es ni de izquierdas ni de derechas, vale, eres de derechas (risas).

FB.-Bueno, y el que dice que ahora no se puede hacer humor de nada. No, lo que no se puede hacer es ese humor de mierda, el tuyo. A lo mejor lo que pasa es que no sabes hacer humor.

AB.-El otro día Joaquín Reyes lo verbalizó muy bien. No se puede decir nada, no, lo que no se puede decir es lo que tú tienes en la cabeza, que es basura. ¿Qué quieres hablar de machismo, de violencia de género, de homofobia? ¿Quieres ese humor horrible de los 70 que como sociedad hemos intentado evolucionar?

FB.-Y también hay que cambiar el entendimiento de base y es que el humor no es el fin, es el medio. El problema no es el humor, que es como un idioma. Es lo mismo que decir con el problema que hay en Cataluña ah, pues no hablo catalán. Con el humor pasa lo mismo. Yo creo que hablamos castellano, catalán y, nosotros, humor y más. Meterse concretamente con el vehículo es despistar mucho y nos pasamos el tiempo hablando del dedo que apunta a la luna. Si sabes hablar humor, vamos a decirlo así, te adaptas, intentas hacerte entender y vas a otros temas que no son lo banal. Y también hay que dejar de pensar que el humor siempre es una crítica hacia algo porque hay más tipos de humor. Hoy se repite mucho: lo que hay que hacer es de abajo hacia arriba, pero yo no quiero pensar que los malos están arriba, sino que estamos a la misma altura todos, mezclados. AB.-Hombre, arriba hay bastantes (risas).

JG.-Abajo también, Andreu.

AB.-Sí, sí ya (risas).

FB.-En realidad, los límites del humor los tiene el público, no nos preguntes a los humoristas. Obviamente, nosotros ya nos hemos adaptado a que ciertos temas no hacen gracia, pero vete a saber ¿No te ha pasado que escuchas un chiste súper machista y dices, joder, qué bueno es? El lenguaje está siendo muy bueno, de acuerdo, pues vamos a darle la vuelta y hacerlo al revés, vamos a meternos con otro tema, pero la estructura de ese chiste es muy buena. Que yo me ría no significa que yo esté de acuerdo con el fin, sino con el medio. Si se me ocurre un buen chiste racista es cuando me propongo aplicar ese esquema a un tipo de humor más inteligente.

JG.-¿Por qué ha de ser malo corregirse o limitar la herida que un sarcasmo cruel puede generar?

FB.-Es buenísimo.

AB.-No, no tiene nada de malo, y además hemos llegado a este punto de los límites por episodios concretos de humoristas o cómicos con una causa judicial, que no son tantos al final. Y esto ha creado como un muro o una alambrada virtual debemos desactivar continuamente, como dice Flavita. En nuestras cabezas está esa alambrada que nos da rabia y la queremos quitar para poner el foco en otro sitio: vemos al juez intransigente pero lo que no vemos son a las mismas empresas (como yo he estado en todas puedo hablar en libertad…) (risas).

Y estaremos de acuerdo en que el humor es la albóndiga donde metes la pastilla para dársela al perro. La pastilla es el tema y el humor es la albóndiga. Y precisamente en el mundo humanitario se trata de evitar el enfoque desde la pena y el drama, que son reales, e intentar comunicar a través del humor: la gente se divierte, le gusta y la pastilla se la comen doblada. Flavita Banana

FB.-En todas las empresas del mundo.

AB.-Sí, sí (risas).

FB.- De todo, de electricidad…

AB.- Sí, sí, de todo, pero de comunicación, joder. Y ahí el problema es la empresa que como propietaria de tus contenidos te dice “mejor no nos pongamos ahí”. Estos son los límites, que tú tienes que luchar por desactivar. Oye, monarquía, no, que tampoco ha pasado nada con la monarquía… (risas). Esos son los límites que no se ven y con los que tenemos que lidiar los profesionales con una cierta alegría y gamberrismo y sabiendo que a la que pueda te la voy a meter.

JG.-¿Cumplir incumpliendo de manera sutil, indirecta…?

AB.-Sí, hay que incumplir un poquito.

FB.-Los pocos que les gusta el cómic se quejan de que la censura durante la dictadura hizo que no sea bueno porque no se podía hacer bien. Pero en realidad generó una serie de chistes, humoristas, revistas satíricas, que le daban la vuelta de una determinada manera para criticar la situación. Mucha gente dice que no se puede comparar el mundo de Ibáñez con Tintín, pero Carpanta es un personaje que está pasando hambre todo el rato. Lo hacían de una determinada manera, pero lo hacían, porque cuando tienes ganas de hacer un chiste es como si te estuvieras cagando y entonces lo tienes que camuflar. Decimos además que ahora es el momento más libre, pero hay ciertos temas que no se pueden tocar y si lo haces el público tampoco responde: hay algo muy hipócrita ahí. Yo ahora tengo una misión en la vida, que es conseguir adentrar el humor en el mundo de lo humanitario y las ONGs, y he convencido a una, Médicos Sin Fronteras, para colaborar con ellos a través de viñetas de humor. ¿Por qué tiene que estar peleada una cosa con la otra? Y estaremos de acuerdo en que el humor es la albóndiga donde metes la pastilla para dársela al perro. La pastilla es el tema y el humor es la albóndiga. Y precisamente en el mundo humanitario se trata de evitar el enfoque desde la pena y el drama, que son reales, e intentar comunicar a través del humor: la gente se divierte, le gusta y la pastilla se la comen doblada.

AB.-Perdonad que traiga otra vez los 40 años de la dictadura porque fue mejorándose y matizándose la inmadurez, pero perdura, persiste con algunos temas como la religión o la monarquía, y ese es un reflejo de tanta represión. La salud del cómic y de la novela gráfica en España es brutal y eso muestra que a las generaciones jóvenes ya no les afecta. Paco Roca ha hecho un libro ahora sobre la memoria histórica genial y va marcando el camino.

FB.-Roca es un superstar. Tú vas a un salón del cómic y te toca Roca al lado y la has cagado porque tiene una cola…

AB.-Y una cosa más, solo para terminar esto, y es la responsabilidad de ir moviendo algo más el corralito por parte de quienes nos ganamos la vida con esto porque si no, no es divertido.

JG.-Me gusta mucho oírlo porque me estaba acordando de Por Favor o Hermano Lobo, por no hablar de La Codorniz, que nos suena a caspa, pero no. Las condiciones eran objetivamente mucho más difíciles para el humor y en la última década del franquismo, finales de los 60 y principios de los 70, lo que se atreven a decir en Por Favor o en Hermano Lobo, en fin, hoy nos parecería inimaginable.

AB.-Se la jugaban.

JG.-Muy de verdad, hasta cancelaciones y secuestros y de todo.

AB.-Y luego El Papus, El Jueves

FB.-Y ahora está Mongolia.

JG.-Ahora está Mongolia, ¿pero muchas más podemos citar?

FB.-No, El Jueves es blandita, por lo menos ahora.

AB.-Bueno, van cayendo sus cositas en El Jueves. Creo que todos vamos siempre moviendo el corral hacia delante, la sociedad es más madura y tolerante, pero no rehuyamos nuestra responsabilidad.

FB.-A mí hay gente que me pregunta si he tenido miedo de decir alguna cosa, pero no es como funcionamos, el taller funciona a toda marcha para que sea sutil la referencia y no meterme en grandes problemas, pese a que alguno he tenido.

AB.-Sí, el miedo está en un ADN de cuidado, y hay que desactivarlo, pero va a costar. Yo me pregunto ¿por qué no hay más humor político en España? He estado en Argentina hace poco y hay un humorista maravilloso ahora que pone a parir a todo el espectro político argentino. Tarico se llama el tipo ¿Por qué no existe esto en España?

JG.-¿Al estilo de los viejos guiñoles de Canal Plus?

AB.-Sí, algo parecido a los guiñoles o a subir a un escenario y ponerse a hablar del rey de España, pero de una manera adulta, transgresora, y luego cada uno para su casa: no hablo de derribar los pilares del Estado… Aquella movida que nos metieron en los 90, de no tocar según qué temas porque costó mucho reconstruir un país, va en detrimento de la libertad.

FB.-Pero, además, ¿qué es lo peor que nos podría pasar? Vi a Darío Adanti esta semana [codirector de Mongolia] y pese a que me río una barbaridad con él estuvimos hablando de la cárcel como un peligro real. Me contaba Darío que el problema que tienen en Mongolia es que precisamente nunca los meten en la cárcel, todo son multas, pero ellos quieren ir a la cárcel, y ponerse cachas, comer bien, vivir del cuento. A ver si algún día, me decía Darío, les proponen cárcel o dinero para poder decir cárcel. Y lo peor es que durante mucho tiempo yo pensé lo mismo: a ver si la lío con una viñeta y me meten en la cárcel. Pero en mi cabeza iba a la cárcel de tíos (risas). No pensé que iría a la cárcel de mujeres. Pero Darío me dijo que iría a la de mujeres, así que no, entonces mejor una multita. Pero, aunque sea una multa, no te van a matar por hacer un chiste terrible. Bueno, depende, en Francia sí que les pasó o la persecución por Abogados Cristianos con Mongolia. Al final lo peor que te quitan todos esos procesos es la energía y las ganas de seguir adelante.

AB.-Y luego, otra cosa, perdonad, yo siempre pienso que nos quedamos a medio gas en todo. Los profesionales que antes decíamos: total, antes hacíamos una tertulia con gente guay y lo que se llega a decir en las tertulias es brutal.

FB.-Pero a puerta cerrada quieres decir.

AB.-Sí, sí, a puerta cerrada.

FB.-A puerta cerrada te bebes tres cervezas y hablas con tu hermana y te ríes de un gordo en moto. No hay límite, por decirlo muy suave.

AB.-El otro día estuve en un programa de radio e hicimos la entrevista muy bien, un buen programa creo yo, pero cuando cerramos los micrófonos y empezamos a comer os puedo asegurar que entendí un poco mejor Cataluña, e incluso mucho mejor al Barça que es de una complejidad muy grande. ¿Por qué no hacemos programas de eso? A lo mejor no se puede y la vida real está bien que esté acotada para su incorrección, su verdad, pero los que subimos a escenarios, dibujamos, escribimos, siempre estamos dulcificando, quedándonos a medio gas, aunque no sé si esto que he planteado es un poco complicado.

JG.-No, al revés, estás consiguiendo deprimirme. Y me cuesta muchísimo deprimirme, pero es un diagnóstico que intuitivamente algunos podemos hacer pese a que nos resistimos a aceptarlo.

AB.-Es que yo creo que tiene que ser así.

FB.-Paréntesis: el otro día estaba viendo una entrevista en La 2, entrevistaban al bibliotecario de la RAE y hablaban de muchos temas y al final salió lo del lenguaje inclusivo. Y el señor explica con mil vueltas que el masculino plural, a día de hoy, incluye a todo, y por tanto que ya son inclusivos, “esto es así”, decía. Pero las cosas no son, las cosas se hacen, se construyen, algunas cosas podemos decidir entre todos que las vamos a romper. Podríamos ponernos todos de acuerdo, y decir a partir de ahora que podemos reírnos del rey, más allá de lo que nos diga la prensa, las líneas rojas, los medios de comunicación… todos a la vez nos ponemos de acuerdo y nos ponemos a reír de una cosa que no nos dejan públicamente. Como esto no pasará, a lo mejor la gracia está en estos rodeos que tenemos que acabar dando para hablar de ello de una forma velada y apelar a la inteligencia del público para que te pillen el chiste, a veces con más complicación para el taller mental y a veces menos.

AB.-Pienso muy a menudo en estos dos hemisferios de la realidad y el modo en que luego tenemos que contarla con sus matices y apelando a la inteligencia. Nosotros hacíamos un programa diario de televisión que nos ponían a las 12 menos cuarto (siempre he trabajado en muy buenos horarios, salíamos después de tres capítulos de El Mentalista, yo pensaba que no les gustaba). Lo que se decía en aquellas cenas me llevó a chiflarme y a proponer al equipo, cuando aún no había Twitch, que la retransmitiésemos por Internet, pero nadie quiso: se llamaba El Ventilador, y era escape libre, pero cuando nos lo pasábamos bien era en la cena. Y como último ejemplo de desquiciamiento, había un programa que se llamaba Ahora que no se pueden defender, en el que hablábamos sobre gente ya fallecida que técnicamente eran unos hijos de puta (risas), y lo decíamos, precisamente porque ya que no se pueden defender. Claro, esto no puede ser, o sí.

En nuestras cabezas está esa alambrada que nos da rabia y la queremos quitar para poner el foco en otro sitio: vemos al juez intransigente pero lo que no vemos son a las mismas empresas (como yo he estado en todas puedo hablar en libertad…)

JG.-Un poquito sí.

FB.-Hombre, sí.

JG.-Porque si no seguiré hundiéndome en la depresión.

FB.-No se pueden defender ellos, pero de repente salen unos defensores rodeando a esa figura. Pasa con todo, en Internet: a mí me han acusado de racista en una viñeta que no tenía nada que ver, pero quien me impreca de esa manera es siempre gente blanca. Quiero decir, muchas veces los paladines de ciertos movimientos ni siquiera son las propias víctimas de esos movimientos. Siempre me ha gustado mucho el tema del suicidio dentro de los chistes gráficos, sin inventarme nada porque Chumy Chúmez ya lo hacía, pero los ataques son constantes, pero no de quienes lo han intentado: la víctima real que se meta conmigo. Deberíamos poder hacerlo.

AB.-Mi pronóstico es que viviremos muchas evoluciones del humor, porque esto está en constante transformación, viviremos un humor más realista y directo y lo harán los jóvenes de ahora, que tienen menos filtros.

JG.-Perdonadme, ya lo sé, es un insulto, pero el nivel de consagración de los dos es muy alto (risas) y seguramente lleváis un montón de filtros que no tienen hoy los chavales de 20 años que hacen reír a los colegas sin que se entere casi nadie más. AB.-Perdona, yo aquí quiero hablar, cada vez menos. (Risas)

FB.- Oye, ¡yo soy joven eh! AB.-¡Yo también eh! (risas).

FB.-Porque no está en televisión o en El País, porque está en un canal propio.

AB.- Seguramente le caerán menos filtros porque ya es un nativo muy libre… o debería serlo, para no idealizar al jovencito o jovencita que empieza. Pero lo que quiero decir es que estoy viviendo un proceso degenerativo de filtros muy importante. Yo hago un programa de radio donde hago lo que me da la gana y con mi edad, mi carrera y mis premios y todo lo que tu quieras me he tirado pedos lumbares, me he mojado la espalda y me he tirado pedos, que es una habilidad que tengo y que no voy a hacer ahora porque no quiero, pero lo podría hacer.

FB.-¿Pedos lumbares?

AB.-Sí, porque yo me mojo la espalda.

JG.-Andreu, me recuerda otras habilidades parecidas de Cela, qué horror.

FB.-Ah, vale, pedorretas.

JG.-Es un humor muy sofisticado.

AB.- Bueno, sofisticado…

FB.-A ver cuando llega la censura ahí.

AB.-Otro a mi edad diría, hombre, yo con lo que he hecho. Y Berto, mi compañero no daba crédito, y decía ¿pero de verdad vas a hacer esto? Sí (risas). Yo me estoy deconstruyendo, voy a acabar como un viejo cómico, pero incorrecto de la hostia. Como Groucho Marx, que con ochenta y pico años iba por la calle con su biógrafa y una chica le dice si le puede dar un beso y él le pega un morreo y la mujer dice buah, pero es que le había pedido un beso…

FB.-Por favor Andreu, tú no (risas).

AB.-Bueno, esto ya nos colocaría en incorrección, y no sé qué…

FB.-Pero la intención como humorista en la vida es eso ¿no? Es un arco de límites…

AB.-Yo creo que sí, el espíritu es ser un poco más incorrectos.

JG.- Me estáis reanimando, de verdad.

FB.- Todo esto es para él, es terapia (risas). Estamos ayudándole a estar mejor.

JG.- A superar las circunstancias.

AB.-Esto te va a costar 70 euros lo mínimo (risas).

JG.-Quiero recordar que la obra maestra absoluta del humor universal es El Quijote y está escrito en plena madurez, a la que no has llegado tú todavía.

AB.-No, todavía no.

JG.-La escribió a los sesenta y tantos. Estamos hablando de darse la libertad que antes no te has dado, porque los filtros también existían en el siglo XVI y XVII.

AB.-Esto me lleva a algo personal, que a ti ya te llegará, algo como ser un poco egoísta después de haber sido muy correcto, y empezar a pasármelo bien y dejar de ser continuista, neutral, eso ya lo he hecho. Ahora sobre todo me mueve eso, y un pelín de compromiso con el oficio y de devolverle algo de lo que nos ha dado a quienes estamos instalados, y mover el avispero, un poco como quien fue mi maestro, Pepe Rubianes, el inalcanzable, el último cómico libre. Cuando él se murió, que hace 15 años, siempre me quedé con una cosa, que no es falsa épica, porque se trata de estar a la altura de su recuerdo, aunque no sé cómo porque es irrepetible, pero sí mantener ese espíritu. Yo luego entiendo que hay otros con humor blanco que no jugarán a eso, pero me gusta un poco eso.

JG.-Me estoy acordando de sus chistes salvajes sin parar, se le ocurrían barbaridades, con un punto de frivolidad, de irresponsabilidad y sin miedo.

AB.-Irresponsabilidad también es una palabra de doble filo. ¿Era irresponsable o era libre? El tío era el más libre del mundo. Él decía lo que le pasaba por la cabeza ¿E irresponsable con respecto a qué? A una corrección previsible.

JG.-¿Hasta dónde puede llegar a ejercer un efecto de freno o de autocontención la previsible respuesta de un ‘pool’ de medios coordinados dentro de la derecha que crean que la monarquía o el ejército o la religión son intocables y punto?

Aquella movida que nos metieron en los 90, de no tocar según qué temas porque costó mucho reconstruir un país, va en detrimento de la libertad.

FB.-Justo ahora estoy redactándome un decálogo de normas para mí inamovibles para hacer viñetas no mediocres, lo llamo así.

JG.-Pues lo publicamos en TintaLibre.

FB.-Creo que acabaré haciendo libre ese decálogo. Y uno de los puntos es dibujar para agradar a tu enemigo. Haz chistes o lo que sea. Primero, vamos a descartar dibujar para petarlo, porque si empiezas por ahí empezarás a adaptarte a las normas, te acabarás deformando y te harás muy chiquitito: serán cosas para todos los gustos. Serás la típica persona que estalla una guerra y corres a hacer una viñeta para que se haga viral, que eso me parece un asco: una viñeta buenísima de las mujeres asesinadas en España. A mí no me cuadra usar un tema doloroso para que tu viñeta sea la que comparta todo el mundo, sobre todo cuando se nota que la intención está ahí. Otra cosa es que alguien la haga y le salga una viñeta muy buena y casualmente se empiece a compartir. A mí me tranquiliza pensar que a Esperanza Aguirre le gusta mi trabajo, es mi tope. Le tenía que poner cara y puse a Esperanza Aguirre (risas).

AB.-Yo estoy de acuerdo en eso.

FB.-Si las mira y se ríe es que lo he hecho bien, porque si consigues que tu enemigo piense que ese chiste es muy bueno, para mí está todo ganado. De hecho, el verano pasado me dieron el premio Mingote, la primera mujer en 50 años de historia del premio, y me lo dio el rey, y al lado tenía al jefe de la RAE, y al otro lado a Ayuso, y al otro la reina, y luego todos los directores de los periódicos contrincantes.

AB.-Qué buena comida (risas).

FB.-Yo no comí nada, claro, pero si esa gente, que es la que recibe mucho en mis viñetas, sobre todo la RAE, me propone sacarme a bailar al primer vals que haya cuando me he metido con él por el lenguaje inclusivo no vamos mal. De las 25 capas que tengo de síndrome de la impostora, 15 se fueron ese día. Estaba en la trinchera enemiga, menos Pepa Bueno, y mi hermana, a la que me llevé finalmente.

JG.-Jabois estaba también.

FB.-Es verdad. Entonces pensé que tú tienes que dibujar para ti, para tus seres queridos sin perder la ambición real, al nivel que decías de Pepe Rubianes, eso se llama ambición, aunque esté muy mal vista la ambición, y sobre todo en las niñas. A mí me flipan las chavalas pequeñas que son muy ambiciosas. De pequeña yo decía que quería salir en las enciclopedias, aunque no sabía por qué, y no dibujaba en aquella época.

JG.-¿Era un chiste? (risas).

FB.-No, no, yo lo tenía clarísimo. Y obviamente de ahí castigada, por pesada. Pero mira, estoy en Wikipedia, aunque la pena es que ahora las enciclopedias no son bonitas, y se lo dije a mi madre: lo he hecho. Con esa ambición ¿a dónde quiero llegar? ¿Yo quiero ser viral? No ¿Yo quiero ser como Pepe Rubianes? Eso es sí, a ese nivel, al reconocimiento de mis enemigos es donde quiero llegar. Y creo que esa parte, en la gente que está empezando a dedicarse al humor en cualquiera de sus disciplinas, es la primera que tienen que trabajar. Yo lo que quiero es molestar, aunque haya muchas maneras de molestar, y eso es lo que creo importante, no la notoriedad, sino que se me asocie a un trabajo de fondo. Quiero que mi gráfica suba muy despacio pero continuamente, me da pavor que, de repente, tenga dos millones de seguidores porque pensaría que algo estoy haciendo mal.

AB.-Otro tema que también cansa es el del entorno digital y la opinión de las redes: ya cansa un poquito.

FB.-Yo tengo más libertad, y mando cosas más chungas a El País de las que pongo en Instagram. Siento que tengo más libertad en prensa que en Instagram. Hay cosas que mando que no pondría en Instagram ni loca porque me van a saltar. Lo bueno es que en El País salvo que alguien haga el esfuerzo de mandar una carta a la directora, yo no me entero de lo que piensan. Bueno, hoy es mal día para decirlo (risas). Pero tampoco me interesa saber lo que piensan.

AB.-Lo que también deberíamos es dar un pasito más todos, aunque ya está medio dado, y es poner en su valor real ese gran bar televisado y retransmitido que son las redes. Me acuerdo una vez de un tío muy borracho en un bar que me dijo: recuerda que tú estás arriba pero luego estarás abajo. Era un protoTwitter.

FB.-¿Te marcó, eh?

AB.-Le contesté que usted ya está abajo (risas). Pero eso era Twitter, un tío en la barra de un bar a las tres de la mañana. Y ahora eso es escroleando todo el rato, así que pongámoslo en su sitio. Yo creo que las nuevas generaciones, los jóvenes, ya no tienen etiqueta: para nosotros todavía es una novedad vital, pronto será a lo mejor una antigüedad vital.

JG.-Pero la pregunta no iba hacia las redes sociales sino a otro tipo de concertación que puede ser intimidante en términos de respuesta crítica al cómico que subvierta esto o aquello, incluso de los suyos, ya no digo solo los iconos conservadores, sino de los propios.

AB.-Que se jodan un poquito. Sería para decírtelo técnicamente. Si a todos estos entornos almibarados y conservadores que lo que quieren es conservar el privilegio se les mueve un poco el terreno…

FB.-Y dentro de poco tiempo esta gente estará muerta, tampoco hay que preocuparse.

AB.-Tienen herederos.

FB.-No, no, si lo decía de chiste.

AB.-Siempre estuvieron ahí y ya está, qué le vamos a hacer.

FB.-Y luego hay una crítica que a mí me da mucha rabia en forma de consejito, unos mansplainings de manual. Cuando empecé en El País en Ideas y luego pasé a Opinión, amplié muchísimo los temas, pero noté que algunos me decían que estaban bien las viñetas de feminismo o sobre el cuerpo y que mejor limitarme a esos temas. Pero ¿por qué?, ¿porque soy tía? No lo entendía mucho, pero resulta que sí, que a mucha gente le daba rabia que opinase de cualquier tema y todo el rato comparándome con El Roto o con Forges. O la nueva Forges, pues no me gusta que me lo digan. Uno, porque Forges no se toca, y dos, porque no quiero ser el algo de alguien. Otra vez estamos siendo el algo de alguien nosotras, aunque no te estén queriendo decir nada malo. Mi sueño es que alguien abra una cuenta que sea mi opuesto, mi archienemigo. Y que sea todo muy parecido, pero los temas todo lo contrario.

AB.-Un tío, Banano.

FB.-¡Un tío, un tío, un señor!

AB.-Banano Flovito.

FB.-Un Banano muy grande y muy duro.

AB.-Ahora voy a desmontar a la Flavita, ahora voy a decir lo que no se dice…

FB.-Pues igual a esa persona yo la tendría más en cuenta porque habría hecho el esfuerzo de hacer viñetas. Tú has estado varios días dándole vueltas a un tema para adaptar cierto chiste a un cierto tema actual, cómo tocarlo, no caer en los tópicos, pero luego te exigen que hables de esto o de lo otro. No he hecho hasta ahora ninguna viñeta de la guerra en Palestina porque la gente ya lo ve en el periódico y tiene la información, y mi postura a favor de Palestina es clara, pero la gente a veces insiste en lo que tienes que tratar, como con el tema de Cataluña.

AB.-Sí, estaba todo mal visto. Si te posicionabas, mal, si respetabas desde una neutralidad, eras colaborativo con el objetivo contrario. Donde estés, te van a dar. Pero creo que nosotros tenemos el arma que es el humor para desdramatizar la opinión y el odio, que es para mí de los mayores problemas de nuestra sociedad. El odio, los que los divulgan y los que ganan políticamente con el odio. Esto es terrible. Humor, humor y humor siempre, no responder con bilis, con el odio, la opinión gratuita, fácil … sino que mi opción es con humor. Cuando me ponen “es usted un imbécil”, a veces me lo ponen, yo les pongo: “muchas gracias, un abrazo” (risas). Y me imagino a un tipo en shock en casa diciendo: “¿no te digo que es imbécil?”. Además, con el humor coges algo de perspectiva y todo es muy gracioso a la que sales del punto de gravedad. Cuando hicimos el monólogo de fin de año en TV3, que, por cierto, me siento muy feliz de haberlo hecho con absoluta libertad creativa, preguntamos si teníamos libertad editorial y me contestaron que no entendían la pregunta, pero es que uno venía de otras aventuras en otras empresas. Le dije a mi equipo de guionistas que quería ir un poco más lejos este año, ya soy un poquito mayor, y dimos cuatro o cinco latigazos importantes. Hablo del genocidio en Gaza, y esa es mi opinión, no tienes por qué compartirla, pero es mi opinión y estoy agradecido a este medio que me lo permite decir. Pero bueno, a lo que iba, en un momento dado repasamos todo el año político catalán y cuando empezamos desde el primer partido que tocamos saltaron en tiempo real en redes y ahí estaba mi subdirector que contestó pidiendo que esperase cinco minutitos por favor que ya vería como caerían todos los partidos (risas). Es una perspectiva un poco cómica de la opinión desaforada y en tiempo real.

FB.-No hay cosa que más disfrute que cuando haces un chiste, te comenta alguien algo negativo, pero con un punto de vista totalmente erróneo y te permiten rematar el chiste al responderles tú: es un metachiste perfecto. O después de haber dedicado tres o cuatro días a hacer una viñeta, en 20 segundos salta el primero con una respuesta y esa velocidad la notas incluso en los errores de teclado porque están como muy excitados de “tengo que decir esto”, es muy importante, lo va a cambiar todo (risas). Y entonces tú te tomas tu tiempo y piensas lo que respondes, pero el reproche frecuente es el de ser una soberbia, cuando en realidad estoy en Instagram, que es para mí como mi casa, y aunque tenga las puertas abiertas no es para que vengas a insultarme. Me han acusado mucho de soberbia, o sobrada o vanidosa, la lista católica de pecados, todos, y no sé si tiene que ver con el hecho de ser mujer y estar muy segura de mí misma o por contestar a los ataques con humor. Cuando ya podemos reírnos de algo es que estamos al final de las escalas del duelo.

AB.-Lo que dices a mí también me pasa. Desactivar el odio yo creo que debería ser una misión, que es muy complicada porque el odio tiene muy buen marketing, tiene mucho ruido, vende más y una cierta bondad o que las cosas sean más pacíficas te ven blando… Pero yo quiero estar ahí, y como estoy desde el humor, me encanta. JG.-Para terminar, ¿podéis dar el nombre de un cómico nacional e internacional que a pesar del éxito y de lo bien que lo hace no os gusta?

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FB.-Muchos.

AB.-Ah, yo no, yo no (risas).

FB.-Mira, yo te puedo decir el tipo de humor que no me gusta, la gente que hace vídeos de humor, o que sus cuentas están basadas en hacer todo el rato videítos sin ningún tipo de vuelta y muy autorreferenciales. Y hay otra cosa que me preocupa y es que muchas chicas cuando empiezan lo hacen sobre el hecho de ser mujer, con esas cosas de mujer. Tenemos la gordura, depilarse, la regla, ser madres… y son muchas las que están empezando, que es fantástico, porque necesitamos muchos más premios Mingote para mujeres. Ya las había, pero no eran reconocidas; ahora hay tantas que no se las pueden saltar. A veces tengo ganas de sacudir eso un poco porque es como volver a meterse en la cocina. Está bien porque es algo que no se ha hablado durante mucho tiempo, pero también puedes hablar del Congreso de los Diputados. Creo que muchas todavía están creyendo que solo tienen derecho o razón a la hora de hablar de temas en los que nos hemos encasillado y nos han encasillado, pero algunas podrían empezar a ir saliendo para hablar de todo.

Hablar en broma del humor es imposible. Del humor solo se puede hablar en serio para que no dé risa lo que se diga. Tanto Andreu Buenafuente como Flavita Banana (es decir, Flavia Álvarez) conversaron completamente en serio en el estudio de El Terrat en Barcelona para sondear las flaquezas de la cultura del humor contemporáneo y, a la vez, revertir algunas de las tendencias menos ejemplares: reprimir o regular el sarcasmo sangriento o hiriente no tiene por qué ser malo; excluir determinados temas de la vida social, política o cultural por miedo, por proscripción o por mandato empresarial es otro asunto, y algo de eso reconocen ambos cómicos. Lo que deja claro esta conversación de dos humoristas es que el empeño en hacer chistes de cojos, calvos y negros como en los viejos tiempos delata la pobreza mental e intelectual del humorista incapaz de encontrar materiales fuera de las debilidades sociales y estructurales de los demás. La añoranza de los viejos esquemas del humor solo delata la ruina y la rutina mental de determinados sectores socioculturales y apegos ancestrales perfectamente superados. El humor está vivo, sin duda, pero puede estarlo más todavía a medida que expande los círculos concéntricos de su campo de juego, relativiza la jauría de las redes sociales y desafía sus mismas costumbres: desautomatizar los prejuicios de la tribu es también parte del mejor sentido del humor.

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