¿Estrenar en plena pandemia es un acto de valor?
Antes de la pandemia el estreno de la película estaba previsto para julio. Y lo hacíamos ahora o no sabíamos cuándo. Había que tirarse a la piscina. Pero hay valientes que han estrenado ya antes que nosotros.
Rosa, su protagonista, es una especie de supermujer a pesar suyo. Se trata de una cualidad relativamente frecuente en muchas mujeres.
Yo creo que sí. Aparte de que tenemos una especie de rol social de cuidadoras que nos ha caído y nos ponemos encima lo que nos echen. Las mujeres somos, en general, un poco campeonas en esto.
El concepto de cambiar de vida, de romper con la monotonía y con las cargas que nos imponen desde fuera, se resume en el filme en la expresión dar al botón nuclear. ¿Es frecuente pulsarlo?
Yo creo que es menos frecuente de lo que debería. El botón nuclear tendría que estar más a mano para las vidas personales, porque para pulsarlo hay que tener un par. Cuesta.
¿Usted lo ha hecho alguna vez?
No. He hecho pequeñas pruebas nucleares, pequeñas explosiones controladas. Y es muy curioso, porque de repente todo se reordena.
Pero la gran maleta nuclear no nos pertenece. Está en manos de Trump, de Putin o de otros psicópatas.
Totalmente. La del botón nuclear gordo está, desafortunadamente, muy lejos de nuestro alcance y en manos de bastantes tarados. Pero la pequeña, la de nuestras vidas, está en realidad más cerca de lo que pensamos. Hay cosas muy pequeñas que pueden hacerse, como cambiar tu posición en la mesa de la familia. Y cuando tú te colocas, los demás también.
“Renuncio a ser obediente”. ¿Cree que las mujeres obedecemos demasiado?
Todos obedecemos demasiado. Nos educan para obedecer y, luego, cuando te pones a educar, lo haces también tú. Yo creo mucho en la desobediencia. Es cierto que vivir en sociedad requiere cumplir unas reglas mínimas de no intrusión, de respeto mutuo. Pero hay un punto en el que ya entras en ser obediente sin cuestionar de dónde viene esa regla. Y hay que preguntarse: ¿Esto de verdad es útil para todos o para ti solo? De hecho, hay una cosa que se llama desobediencia civil, que hacen, por ejemplo, los activistas del clima.
También está presente en su película el MeToo. Una quiere casarse consigo misma, prometerse fidelidad y cuidados. ¿Los hombres sobran?
No, hombre, no. Además es que los hombres también se pueden casar consigo mismos. De hecho, el montador me decía: “Yo soy Rosa”. Tenemos una cultura de roles en la que a las mujeres siempre nos toca el de cuidar. Pero te pueden caer encima desde un jefe que no te deje respirar a una familia con un hermano o hermana mandona, o un padre. Todos tenemos roles familiares y roles sociales. Y de todo eso te puedes cansar, no es exclusivo de las mujeres. No, no. Los hombres no sobran. De hecho, las mujeres con las que hablamos de las que se habían casado consigo mismas decían que estaban mejor con sus parejas tras haberse casado primero con ellas mismas.
Exótico esto de las autobodas. Y dice que no son fruto de su imaginación...
Qué va, hay mogollón de mujeres que lo han hecho. Cuando empezamos con la idea de la película, supimos que lo hacían fuera de España, gente que se casaba en grupo o de manera individual, por todo lo alto o por todo lo bajo. Contactamos con una mujer en España que organiza bodas colectivas, se llama May Serrano, y hablamos con algunas chicas que se habían casado consigo mismas. No nos lo hemos inventado ni mucho menos. Es trend, tendencia. También se casan hombres, por el mismo motivo: primero me voy a querer yo y luego ya voy queriendo a todo el mundo mucho mejor.
Tiene cuatro hombres en casa. En el terreno de la igualdad, ¿a quién tiene que tirar más de las orejas, a su compañero Paul [Laverty, que firma el guion de esta película] o a sus tres hijos?
Pues la verdad es que son bastante respetuosos y, además, están viendo a su madre trabajar y compartir las tareas. Solemos hablar del tema, y del MeToo, porque ellos ven también otras cosas fuera de casa. La verdad es que les doy mucho la chapa.
Hace 18 años ganó dos Goya con Te doy mis ojos, sobre una mujer maltratada. ¿No le descorazona comprobar que esa película podía haberla hecho ahora mismo, que nada ha cambiado?Te doy mis ojos
Pues sí. Pero creo que hay una cosa muy buena y es que, socialmente, el maltrato está mucho más presente y mucho menos aceptado. Sin embargo, las cifras no han variado. Incluso hay gente más joven que ha entrado en este ciclo. Eso es descorazonador. Lo positivo es que es un lugar común que eso es inadmisible. No quedan dudas de que no se trata de algo privado, de la pareja, en lo que no haya que meterse. Hay tolerancia cero, al menos en cuanto a cultura. Pero el machismo no se quita de la noche a la mañana.
¿Cree que el macho ibérico es una especie en extinción?
Bueno, no es ibérico. El maltrato es totalmente universal. Las cifras de otros países son peores que las nuestras, empezando por Francia e Inglaterra. No es ibérico, qué va. Y no está nada en extinción. Nada. De hecho, el avance que ha habido con el feminismo hace también que la resaca sea más gorda. Supongo que habrá hombres que se sientan amenazados por esa toma de posición y de conciencia de las mujeres. Y algunos piensan que pueden perder privilegios.
Bueno, hay incluso quienes acusan al feminismo de extender pandemias. Acuérdese del 8-M.
Cuando ese mismo día estaban los hinchas de fútbol por allí, los de Vox por allá… ¿Se hubiera podido plantear no hacer la manifestación? Pues igual sí. Pero a esas alturas nadie sabía hasta qué punto llegaba lo que se nos venía encima. Yo creo que aquí hay un tema de privilegios muy serio. Si las mujeres de verdad están en igualdad, y de verdad cobran lo mismo, y de verdad ocupan los mismos puestos de decisión que los hombres, pues hay que compartir el espacio. Hay gente que no está dispuesta. Y así la sociedad es mucho más infeliz e injusta. Yo no veo que se pueda no ser feminista. Me parece una cosa tan evidente… Pero entiendo que hay quienes estén cómodos donde están y estos cambios les asustan y les molestan. Pero van a perder. Creo que a la larga vamos a ganar todos.
Viven en Edimburgo, pero dice que a sus hijos cuanto más están allí más les sale la vena española. ¿En qué lo nota? ¿Van para toreros?
[Ríe] No. En que nos acordamos de la sepia a la plancha y la tortilla de patata. Yo voy haciéndolo allí como puedo, pero no es lo mismo.
Pues con esto del Brexit, en cuanto se descuiden no van a ser ni europeos.Brexit
Con el tema del Brexit me he sentido fatal, muy mal, porque la campaña que se hizo para ganar el Brexit fue muy fea y muy xenófoba. Creo que el Reino Unido va a perder mucho en todos los sentidos con la salida de Europa, desde el ámbito universitario, porque ya no van a tener la oportunidad de hacer Erasmus, a investigaciones con fondos europeos. No tiene ningún sentido que un país cuyo 60% del comercio se produce con Europa se vaya de Europa. Y lo van a pagar. La gente joven lo va a notar mucho, se les van a reducir las posibilidades. Te tienes que hacer una especie de settlement, demostrar que vives allí, que yo ya lo he hecho, y en principio tengo los mismos derechos, pero… Y luego, aunque tengas amigos escoceses, no entienden muy bien la sensación que de repente experimentas de no ser bienvenido. Es muy raro. Además, hay una ironía con la pandemia terrible. Esa gente a la que con el Brexit no le van a dejar entrar es la que ha estado en primera fila, ayudando y jugándosela: los mensajeros que han llevado las cosas a las casas, las enfermeras —el portugués que atendió a Boris Johnson—, los cuidadores de los ancianos.… Hay un 10% del servicio público de salud que es europeo. Y muchísimos enfermeros españoles, porque son muy buenos, están muy bien preparados y ese trabajo está mejor pagado que en España.
En cuanto ha casado a Rosa, seguro que se ha puesto a pergeñar la próxima película.
La próxima película la voy a hacer en el País Vasco. Es una historia de allí, muy bonita y muy potente. Estamos ya con el casting y tenemos preparado el guion desde hace un año. Espero que podamos iniciarla en febrero o marzo.
¿De mujeres?
Pues hay una mujer muy central y también dos personajes masculinos muy potentes. Pero sí, el centro de la historia es una mujer. Transcurre durante el final de ETA.
¿Qué ve en el horizonte?
Pues no lo sé. Hemos estado tan centrados en la pandemia y en la angustia que daba todo que ahora viene lo gordo, lo económico. Hay gente que ya lo está pasando muy mal, que no tiene recursos, y en nuestro medio, muchísimos. Los jóvenes han salido de una crisis y se están metiendo en otra. Eso, al final, es el horizonte para ellos y afecta a sus posibilidades de empleo. Ahora mismo en el Reino Unido casi todos los chavales que están en la universidad trabajan. De repente, ha desaparecido el trabajo y están todos de vuelta a casa de sus padres, como los amigos de mis hijos. Y sin la posibilidad de volver a irse. Están que se suben por las paredes.
¿Qué tiene con Valencia? Allí transcurría ‘El olivo’ y ahora ‘La boda de Rosa’. Vale con la banda de música, muy valenciana. Pero, ¿no podía haber obviado los petardos?
Ay no, cómo vas a obviar los petardos si son tan divertidos… Cuando me contaron que ponían mascletás en las bodas, dije: “Tenemos que tenerla”. Me parece tan gracioso, tan alegre… Me parece la expresión de viva la vida.
De otros petardos estamos rodeados.
Hay una cosa muy bonita por la que creo haber elegido Valencia que es la luz, una alegría. La historia la podemos contar en cualquier lado, pero esa luz creo que le da un extra a la película. Y luego ver a Candela [Peña] hablando en valenciano, también. Ella está espléndida. Yo ya había trabajado con Candela y ya lo sabía, pero están espléndidos todos, Sergi López, Nathalie Poza —un descubrimiento—, está que me troncho, qué graciosa es, qué vis cómica tiene tan buena. Es muy buena actriz. Y cómo es Paula Usero, a la que descubrí en El Olivo.
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¿La mejor película de un director o directora es siempre la última?
No, yo creo que no. Es que a todas las quiero mucho, no lo puedo evitar. Las trabajas tanto y les dedicas tanta energía, tanto tiempo y tanto detalle que las quieres a todas. Hay unas que te dan experiencias diferentes. Hacer La boda de Rosa ha sido bonito. Lo hemos pasado bien y creo que los actores han disfrutado. Esta es la última criatura y tienes que empujarla para que eche a andar.
*Este artículo está publicado en el número de septiembre de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí.aquí
¿Estrenar en plena pandemia es un acto de valor?