tintaLibre
Isabel Celaá: "El covid, la gripe española o la peste negra son avisos, hay que desarrollar la ciencia y la educación"
Sucede en España. Muchos ministros de Educación han bautizado una ley con sus apellidos. Como norma, casi todos han vivido protestas en las calles (de Maravall a Wert). Los más odiados son también los más recordados; los otros son materia olvidada. En la imponente galería de retratos del Ministerio de Educación, en la madrileña calle Alcalá, cerca del Banco de España, cuesta recordar que Mariano Rajoy o Esperanza Aguirre hayan pasado por este despacho. Isabel Celaá (Bilbao, 1949), una de las escasas mujeres de esa galería pictórica, cree en el común denominador, aunque sea el mínimo. Curtida en mil batallas, tanto en Madrid como en el Gobierno vasco, docente de vocación y mediadora en muchos conflictos, sabe que su ley tiene un recorrido menos incierto que la de sus predecesores, aunque en las cercanías del Ministerio haya pancartas todos los días pidiendo la guillotina. La política educativa lleva años cambiando en el Estado de las Autonomías; ahora forma parte de un Gobierno de coalición que tiene en la escuela pública una de las marcas de su agenda y, por fin, una dotación histórica prevista en los PGE acorde con su importancia. Hay voluntad política para sacar a este departamento de su sempiterno papel de secundario en la película y se atisba en el horizonte un gran cambio en la Formación Profesional (el Ministerio, no en vano, se apellida de Educación y Formación Profesional).
¿Será la gran ocasión que España siempre reclama desde los tiempos de los regeneracionistas de hace dos siglos? ¿Tendrán nuestros docentes el reconocimiento que se merecen? ¿Y nuestros hijos un invierno tranquilo pese a las ventanas abiertas de las aulas? ¿Llegará la fibra óptica a más de ocho millones de alumnos? La ministra parece convencida de que ha llegado la hora. La hora de la ley Celaá.
Tras la emergencia sanitaria que todavía persiste, la educación es sin duda el otro gran frente del sistema público a la hora de abordar la profunda crisis provocada por la pandemia. Dos meses después de iniciado el curso escolar, ¿cuál es su balance?
El balance es positivo. Las incidencias diarias vienen a oscilar entre el 0,9% y el 1,6% de grupos en cuarentena. De 380.000 grupos que existen, para un total de 8.250.000 alumnos y 750.000 profesores aproximadamente, venimos registrando a diario ese porcentaje. La escuela está resistiendo bien, muy bien, con las medidas sociosanitarias que pusimos en marcha. Nosotros estamos muy satisfechos, preocupados por el momento, pero satisfechos. Cada día que nuestros centros educativos permanecen abiertos es para nosotros una victoria, porque la escuela tiene que estar abierta. La enseñanza presencial es insustituible; la online nos ha ayudado, nos ha permitido seguir manteniendo la educación aun con la escuela cerrada, pero la presencialidad es insustituible, porque la escuela no implica solo instrucción, la escuela es también interacción entre el profesor y el alumno y entre los propios alumnos para desarrollar su capacidad de respeto y de diálogo, de saber vivir en común.
Me va a permitir, ministra, una reflexión familiar no tan optimista. Esta mañana, como cada mañana, le he puesto a mi hijo un forro polar para ir al colegio público. Hablo de Madrid. Las Ampas han suplido a veces el trabajo de las administraciones autonómicas, a veces no hay dinero para termómetros, para purificadores de aire, para gel, no digamos ya la ventilación de las aulas. La ayuda no se adivina o tarda en salir al rescate. ¿Podemos esperar una actuación más decidida por parte del ministerio en este aspecto?
Esto me acerca mucho al día a al día. Personalmente estoy muy comprometida con este problema que usted me plantea. Hablo a menudo con el ministro de Ciencia para ver cómo ahora, en invierno, podemos establecer los sistemas de ventilación más oportunos para que nuestros niños y niñas puedan seguir en las aulas con este tiempo tan desapacible. Lo que siempre me dicen es que nada puede sustituir a las ventanas abiertas, a la ventilación natural, pero creo que tenemos que hacer un esfuerzo en términos de establecer cómo medir el CO y purificar ese aire. No es tanto una cuestión de recursos económicos, que también, sino de qué resulta más efectivo. Lo que se está haciendo en Europa, en países bastante fríos, es que tras 45 minutos de clase se abren las ventanas. A mí me preocupa y me ocupa el asunto y vamos a tratar de resolverlo. Si los purificadores fueran la solución no habría ningún tipo de excusa para dejar de ponerlos; la cuestión es que desde Ciencia insisten en que lo mejor es renovar todo el aire. Aprovechando este tema tengo que decir que el ministerio no solo ha identificado problemas sino que ha puesto recursos que ha distribuido a las Comunidades Autónomas precisamente como Fondo covid. Madrid ha tenido su parte alícuota en ese reparto, que supongo estará disponiendo para arreglar este tipo de eventualidades. En concreto, esta no la teníamos en septiembre pero empezamos a tenerla ahora y, por tanto, debemos ocuparnos.
El tema tiene más recorrido que la pura ventilación. Numerosas veces la solución a los problemas está siendo gestionada de forma voluntaria por las asociaciones de padres y no por las autoridades, lo que produce cierta sensación de abandono.
Es cierto que hay más implicaciones en lo que usted pone encima de la mesa. Muchas más. La escuela pública necesita más dotación, más recursos. Ha pasado una época dura respecto a la respuesta de mis predecesores a la educación en términos generales, y a la educación pública en términos muy particulares, a lo largo de la administración de la anterior crisis. Nosotros estamos justamente empeñados en que la respuesta que se dé a la educación pública debe ser la adecuada y por eso iniciamos un proyecto amparado por los Presupuestos Generales del Estado en los que la educación va a recibir un total de 5.679 millones de euros, parte de los cuales irán destinados a la educación pública. Venimos de muy lejos y hemos perdido mucho tiempo en estos siete años de gobiernos del Partido Popular para los que la educación fue algo por lo que transitar, pero que nunca han tenido esta concepción de la educación como el armazón básico de las políticas de un país, no solamente en términos de desarrollo individual, sino también en términos de desarrollo colectivo y de desarrollo económico, porque sin educación no hay nada.
En las reuniones de los Consejeros de Educación a veces da la sensación de que cada Comunidad lee un libro distinto al manual oficial. Ahora mismo el caso del castellano aflora como un motivo más de fricción. Usted, que pasó por el Gobierno vasco, ¿cómo ve este perpetuo desconcierto entre autonomías?
Responderé con sinceridad. Por mor de la necesidad que vivimos desde marzo hemos logrado articular respuestas en todas las conferencias sectoriales, y digo por mor de la necesidad porque hemos tenido a veces que dar respuestas a lo más básico como era tratar de que el proceso educativo no se interrumpiera. Aun así nos hemos encontrado con miles de alumnos desconectados con verdaderas dificultades, y eso hablando de un país que, si lo comparamos con los del entorno, es el que más tendido de fibra óptica tiene. Por lo tanto, en comparación con otros países, hemos partido con una alta conectividad de los hogares españoles. Esa ha sido nuestra ventaja. No obstante, una de las primeras cuestiones que yo pedí a todos los consejeros fue la de identificar a aquellos alumnos que están desconectados y proveerles de un recurso digital porque es la única forma que tenemos ahora de acompañarnos en la tarea educativa. Así hemos avanzado en muchas cuestiones que, una vez vistas, parecía que tenían una escasa importancia, pero que nos han dado la oportunidad de poder concluir el curso 2019/2020 con relativa satisfacción. No hemos sido un país que haya dicho “¡aprobado general para todos!”. Estoy muy en contra del aprobado general porque considero que supone dejar al alumno en el estado en el que está, no incorporar ninguna tensión al sistema. El sistema tiene que tener la suficiente tensión como para poder detectar cuáles son las dificultades del alumno, qué deficiencias presenta en el ámbito del conocimiento, en el ámbito emocional y, por tanto, nos ha interesado que ese alumno cuente con un informe personalizado para que cuando sea recibido por el siguiente profesional detecte los aspectos a reforzar, identificando y singularizando. Es necesaria la enseñanza personalizada para identificar la diversidad de talento.
Sin embargo, da la sensación de un permanente desacuerdo más allá de lo esencial.
Volviendo al principio. Por mor de la necesidad hemos ido tratando los temas esenciales: cómo se iba a hacer el examen de la selectividad o cómo íbamos a concluir la evaluación del curso. Decidimos hacer una evaluación colegiada, lo que supone una auténtica transición cultural en este país porque la evaluación colegiada es justamente el valor añadido: ¿se encuentra este alumno en condiciones, tiene suficiente bagaje, está pertrechado para poder promocionar o no? La repetición es un recurso, pero nunca el recurso. En esto España tiene siempre un sistema muy abusivo con la repetición. Es decir, hemos ido viendo los problemas que se han mostrado con total evidencia y crudeza, en un momento de pandemia que no podíamos entrar en detalles, y logramos transitar con un respaldo muy importante, excepto obviamente las comunidades del Partido Popular que, en alguna ocasión, han mostrado reticencias, pero, en general, hemos ido avanzando en dichas cuestiones. Ahora se abren otros asuntos esenciales, por ejemplo, cómo vamos a trabajar en recursos digitales, cómo vamos a educar en digital y estamos esperando la llegada a los centros, en dos o tres meses, de medio millón de aparatos electrónicos.
Efectivamente España sigue sufriendo el impacto de la brecha digital en varios frentes: la extensión de la red, la capacitación de usuarios y docentes, e incluso la precariedad económica que dificulta a veces la llegada de terminales a todos los hogares. ¿Cuál debe ser la respuesta tecnológica a una crisis humanitaria de este calibre?
La educación es un derecho fundamental. El alumno tiene un derecho fundamental a ser educado, lo que correlativamente implica que los poderes públicos tienen que servir ese derecho. Nosotros defendemos la educación por mucho que respetemos la educación concertada, por mucho que haya atribución de causa por otros lares. Somos de aquellos que pensamos que la prestación del servicio educativo se da a través de la red de centros públicos y de la red de centros privados concertados, pero los poderes públicos son los que tienen la obligación. Otra iniciativa distinta puede tener la devoción, la libertad para ofertar o no ofertar, pero en cualquier caso el poder público es el que tiene siempre la obligación. Sabiendo que la digitalización es la palanca decisiva para la transformación, para la innovación, la educación tiene que contar con la digitalización aquí y ahora, no como un fin sino como un medio, porque por mucho que la pandemia se vaya nosotros vamos a seguir contando con la digitalización. Es una sociedad digitalizada con una economía 4.0 y la escuela forma parte de la sociedad y evoluciona con ella. La escuela no solo tiene que dar respuesta sino conseguir las fórmulas para el cambio de esa sociedad. Por tanto, la digitalización constituye una de nuestras políticas principales, igual que antes hablábamos de los libros y del material escolar, el niño o niña tiene que ser dotado de una herramienta digital. Cuando nosotros hablamos de este programa que tenemos en convenio con el Ministerio de Asuntos Ecónomicos y con las Comunidades Autonónomas siempre decimos que no vale la pena dar un segundo dispositivo a quien ya tiene uno, debemos identificar al que no tiene ninguno. Hablamos de medio millón de dispositivos electrónicos, por tanto deben ser las Comunidades Autónomas las que identifiquen la vulnerabilidad dentro de sus propios territorios. Este es uno de los primeros programas que tenemos y ya ha empezado la licitación en algunas comunidades. Se trata de un proceso muy largo y muy costoso, pero suponemos que ya en enero podrán disponer de los recursos. Hablaba usted también de otro aspecto: en cuestión de días hemos tenido que pasar de una educación presencial a una educación online y el profesorado se ha esforzado muchísimo. Ahora resulta imprescindible también que haya una alfabetización digital para el profesorado. Nosotros lo que tenemos propuesto es escalar en la formación digital del profesorado. Vamos a incorporar aproximadamente 1.013 millones de euros, si el presupuesto se aprueba, que confío que así sea, para digitalización de equipamiento, conectividad y formación del profesorado.
Por primera vez en la historia hay un consenso bastante generalizado para romper las barreras de austeridad. Incluso desde el FMI se bendice el gasto público en sanidad o educación. ¿Cómo se traducen los resultados de esta política keynesiana a medio plazo concretamente en su departamento? ¿Será la educación la otra ansiada vacuna contra la vulnerabilidad social?
Es mi deseo y mi voluntad. Y además considero que la educación supone siempre una inversión y no un gasto. Es verdad que en los Presupuestos de todos los Estados aparece como “política de gasto educativo”. Pero resulta fantástico que el FMI por fin haya comprendido que la educación es el armazón básico de todas las políticas, el andamiaje. Hemos recibido un proyecto de Presupuestos Generales en el que finalmente la Educación es percibida por el presidente del Gobierno como ese soporte al que estamos aludiendo. Hemos experimentado un incremento de un 139% (5.679 millones el total). Yo fui consejera de Investigación y Universidades en el Gobierno vasco y cuando yo llegué aquí —habían desgajado Cultura y Universidades del ministerio, es verdad— me encontré con un presupuesto como el que tenía en el País Vasco para 2.100.000 habitantes. El trabajo ha sido muy importante. Este incremento incorpora recursos que vienen de los fondos europeos y también del Ministerio de Trabajo al asumir Educación la Formación Profesional para el empleo. Este es un dato muy importante. El 49% de los ciudadanos y ciudadanas de España no tiene un título profesional, es decir, son población activa a veces con gran experiencia laboral en lo que hace, pero viene una ventolera, se queda sin trabajo y no tiene nada que mostrar. Nuestro empeño es lograr acreditar en esta legislatura a algo más de tres millones de ciudadanos para que su experiencia se vea reflejada con una acreditación, con un título o parte de un título. Esta supone una de las grandes operaciones para nosotros. También lo es aumentar las plazas de Formación Profesional, el sistema educativo español tiene solo la mitad de la media europea de alumnos matriculados en FP. Tenemos un extenso territorio para abordar la Formación Profesional. Necesitamos técnicos superiores. Eso significa cualificación media, intermedia o superior. Además queremos darles a esos técnicos un conocimiento importante de una lengua extranjera.
Parece que por fin hay unos recursos considerables, el mercado laboral cambia a pasos acelerados y el cambio cultural está ahí. ¿Será por fin esa FP una escuela de personas capacitadas y con empleo?
La FP es clave. No hay Formación Profesional sin empresa ni empresa sin Formación Profesional. Nosotros nos hemos abierto a la empresa desde el primer día. Esto era un páramo; un lugar en el que el Consejo General de Formación Profesional no se había reunido en siete años. La FP debe estar absolutamente encaminada al sistema de ocupación no solo de nuestros jóvenes, sino de todos nuestros conciudadanos porque la formación permanente es lo que retira definitivamente el deslinde entre la escuela y la vida adulta. Si antes de la pandemia estábamos hablando del cambio como lo único real, ¿qué panorama tenemos ahora tras la pandemia? Si algo nos ha enseñado la pandemia es a retirar el velo del sistema educativo y lo hemos visto con sus debilidades y hemos visto que hay que darle una solución. La FP tiene un impacto extraordinario y constituye una de las políticas que con más desvelo y atención está examinando Europa, aunque en España haya todavía personas que la perciban como un itinerario de segunda y con cierto estigma. Trabajamos cada día para que estos perjuicios se retiren del panorama del pensamiento. Un ejemplo: entre los jóvenes demandantes de empleo con FP solo hay un 8% de paro, es un recurso extraordinario. La precariedad y la temporalidad se pueden doblegar a base de más conocimiento. Tenemos que pertrechar a todos nuestros conciudadanos, jóvenes o no, de la suficiente mochila formativa para afrontar los avatares de la vida, que son muchos.
Con la pandemia vuelve al centro de la diana el profesorado y sus históricas demandas de dignidad laboral. ¿Qué políticas hay en marcha para satisfacer a un sector fundamental de la sociedad y en perpetuo déficit tanto económico como de autoestima?
¡Los profesores son el alma de la educación! Nosotros estamos en la tarea de aportar valor añadido a la carrera profesional de los docentes. Así como existe una altísima valoración de la profesión sanitaria, a veces hemos echado en falta esa altísima valoración en la profesión docente. Vamos a trabajar en eso desde el momento que se apruebe la ley. La ley nos envía un mandato al Gobierno: que en el plazo de un año hagamos público nuestro proyecto para mejorar la carrera profesional, proyecto que pasa por la mejora de la formación del docente para que sea más práctica, más adaptable al terreno, que haya más prácticas como ocurre con los MIR en sanidad, por ejemplo. Además queremos una inducción para ese profesorado, que esté acompañado por un colega para que el salto al aula no sea tan brusco. Queremos que los docentes sean innovadores, algo que habrá que evaluar e incentivar. Hay que tocar la carrera profesional. Hay que asegurarse de que el profesional tiene una actualización en su formación y que aporta esa formación al sistema. Hay que tocar esa carrera profesional, eso es capital para nuestro proyecto.
Desde los inicios de la pandemia se ha producido un incremento masivo de la demanda de información y conocimiento científicos y, en paralelo, hemos asistido al auge de muchos bulos y movimientos al amparo de la desinformación. En España hay motivos para sospechar que nuestro modelo educativo no es el más idóneo para satisfacer dicha demanda. ¿Será esta una ocasión para mejorar la capacitación de nuestros alumnos?
Esa es la tarea de la educación precisamente. La educación tiene que preparar al alumno para que tenga discernimiento, criterio, libre pensamiento, capacidad para saber enfrentarse a una noticia falsa, que sea capaz de ver dónde están los hechos y dónde las opiniones. El tema científico es muy importante y España de nuevo ha descuidado mucho este asunto. El “que inventen ellos” ha seguido circulando en España. En el Gobierno de Zapatero, en 2011, fue cuando llegamos a la mejor cota de recursos dedicados a la ciencia y a la investigación. No vale que inventen otros y nosotros lo apliquemos, porque eso no supone creación de conocimiento ni investigación, y un país tiene que crear conocimiento, tiene que investigar para que sus patentes, el resultado de ese conocimiento, puedan ser exportadas, para no correr el riesgo permanente de que hoy me llevo esta factoría de aquí porque lo único que me da es mano de obra. Por tanto, resulta necesario avanzar en ciencia y la ciencia trabaja a medio plazo. Por eso, cuando todo esto ha ocurrido, hemos mirado a la ciencia y le hemos reclamado soluciones sin percatarnos que muchos de los problemas que se planteaban los filósofos griegos hoy se resuelven en los laboratorios de Física. Resulta necesario seguir desarrollando la ciencia para que en ese medio plazo nos pueda dar las respuestas que necesitamos. Este virus ha sido solo un aviso. Un aviso que tuvimos con la gripe española o con la peste en la Edad Media, pero hemos de saber que cada día estamos más expuestos. Puedo correr el riesgo en este momento de arrimar el ascua a mi sardina, pero obviamente para mí la educación y la ciencia constituyen los soportes básicos del universo. En este momento hemos de acudir a ellos para satisfacer todo lo que necesitamos.
Aun con tanta desafección, ¿también importa la política?
No podríamos vivir sin política. Es el arte de lo posible, la forma de buscar el común denominador, aunque a veces resulta difícil llegar al máximo. La política no es que más que personas que pueden pensar distinto pero suman esfuerzos y pueden alcanzar un objetivo.
Las comunidades del PP adelantarán el plazo de inscripción del próximo curso para saltarse la 'ley Celáa'
Ver más
¿La echa de menos de alguna manera en estos tiempos broncos?
El arte de llegar a lo posible sí. A veces son difíciles los caminos. En educación, donde se da cita precisamente la máxima diversidad ideológica, a veces hay quien reclama un pacto con una mano pero con la otra lo hace imposible. Tenemos que llegar a suma de acuerdos buscando el máximo común denominador. Vamos avanzando.
*Esta entrevista está publicada en el número de diciembre de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquíaquí