La izquierda no sabe comunicar, en TintaLibre de enero
Quizás parte de nuestros lectores se queden un tanto perplejos cuando en la portada de enero de este nuevo año de TintaLibre lean un titular, La izquierda no sabe comunicar, y sigan con la vista ese enredo de cables al pie del atril como ilustra Riki Blanco. El río revuelto de las redes sociales, cada vez más turbio y caudaloso, se ha llevado por delante muchos diques de contención de la democracia representativa y amenaza como nunca (más desde la reelección de Trump y el fichaje de Elon Musk como su lugarteniente visionario) con no parar hasta convertir en una farsa a los medios de comunicación, sobre todo aquellos independientes que siguen resistiendo la crecida.
Hay que señalar en rojo las palabras del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, que en su texto para este número El periodismo es otra cosa avisa a los navegantes que intencionadamente confunden estos días cualquier mensaje con el oficio de informar. “No basta con tener un teléfono inteligente”, sostiene Vásquez, “para ser un periodista. No basta con tener una cuenta en una red social o seguidores en YouTube, unas docenas o varios millones para ser periodista. No: el periodismo es otra cosa; los periodistas son otra cosa”. Sale así en repuesta de la solemne declaración de Musk sobre el periodismo ciudadano: “Ahora ustedes son los medios”.
Incide también en este panorama el Conversatorio entre los periodistas Esther Palomera y José Miguel Contreras. Contreras lleva años analizando el fenómeno y es concluyente: “Es imposible entender la política sin la comunicación: son lo mismo”. Esther Palomera describe una nueva frontera de la praxis que parece cada vez más asumida: “En periodismo el error es asumible y además se corrige, pero la utilización sistemática de la mentira busca otra cosa”.
TintaLibre de enero también recuerda a uno de los pioneros y más osados expertos que tuvo la comunicación política en España: Miguel Barroso. Un año después de su muerte le recuerdan, desde la intimidad familiar o desde su dimensión de personaje público, amigos como el empresario Jaume Roures, el exministro de Educación y Ciencia José María Maravall, la periodista Joana Bonet (biógrafa de Carme Chacón) o su propio hermano el cineasta Mariano Barroso.
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No sería completo el análisis de las redes sin detenernos en el propio origen de su matriz: el algoritmo que se entromete en nuestras en nuestra vida íntima y gobierna como un moderno Leviatán esta nueva fase del capitalismo cognitivo. Una nueva sección, Sin medias tintas, enfrente los argumentos de Ekaitz Cancela y José María Lassalle sobre qué hacer con las redes sociales y su regularización.
Pero el periodismo sigue su curso y en este número hay dos piezas que lo sitúan en una de sus primeras causas: la denuncia. En Amenazas, mentiras y cintas de vídeo, Gareth Gore (autor del excelente ensayo Opus, Crítica) nos cuenta el proceso de investigación que le llevó a tratar obtener información de importantes capitostes de la organización que sigue manteniendo a día de hoy una total opacidad sobre sus prácticas que van desde la financiación hasta el siniestro caso de las sirvientas numerarias. Una lacra que parece seguir campando por los insondables mundos que diseño en su día el santo Escrivá de Balaguer.
Por último, dos lecturas reconfortantes. El guionista Eduard Sola reivindica en un texto autobiográfico la importancia del guion como carpintería de cualquier historia en la pantalla. Si nos atenemos a que es el autor de la miniserie Querer, pueden comprender nuestra satisfacción. Luis García Montero nos ofrece también un regalo en su combate por hermanar poesía y derechos humanos: cuatro poemas, tres de ellos inéditos, y un breve ensayo introductorio. Dusfuten.