Gil fue Trump antes que Trump, Berlusconi antes que Berlusconi y Torrente (sí, el policía de la saga cinematográfica) antes que Torrente. Fue populista y antisistema antes de que en este país supiésemos lo que significaban estos términos. Fue un adelantado a su época. Menos en una cosa: el chándal multicolor de formas geométricas, su indumentaria preferida, lo pusieron de moda los yonquis de las grandes ciudades en los años ochenta y no él. Gil tenía otras adicciones: el dinero y el trabajo.
Quince años después de su fallecimiento, las andanzas de Gil han quedado como huella de una España raruna, donde hombres hechos a sí mismos ponían sus huevos de oro sobre la mesa sin complejos y donde bañarse en un jacuzzi rodeado de mujeres en bikini era símbolo de poderío. Los huevos fueron destiñendo y lo de la bañera con burbujas ha quedado como tendencia de esos moteles del amor donde nadie nos ve. Menos mal.
Hoy, el legado de Jesús Gil y Gil –nació en 1933 en el municipio soriano de El Burgo de Osma– se mantiene vivo, a duras penas, en YouTube. Vídeos de entrevistas polémicas, debates a insulto limpio, momentos de testosterona y tortazos quedarán para siempre en la frágil memoria de los españoles. Por entonces no había listas de WhatsApp y Twitter. De haber existido, el que llegó a ser alcalde de Marbella entre 1991 y 2002 podría haber sido Bolsonaro antes que Bolsonaro. O Abascal antes que Abascal.
Xavier Casals Meseguer, doctor en Historia por la Universidad de Barcelona, incluye a Jesús Gil en su libro Ultrapatriotas. Extrema derecha y nacionalismo de la guerra fría a la era de la globalización (Crítica) junto a personajes como José María Ruiz Mateos y Mario Conde, empresarios de éxito que cayeron en desgracia motu proprio. A los tres el historiador los mete en el capítulo de populistas protestatarios: “Gestores antioligárquicos que actúan como portavoces del pueblo, critican la integración europea, juegan el papel de perseguidos por el sistema, son arbitrarios en sus actividades económicas respecto a la normativa vigente, tienen una nutrida agenda de relaciones personales y una capacidad impresionante para sortear cualquier adversidad”.
Cuando Gil murió de un infarto el 14 de mayo de 2004, dos meses después del atentado yihadista del 11M, más de 20.000 personas desfilaron por la capilla ardiente ubicada en el estadio Vicente Calderón (eso contó la revista Hola). No se puede negar que el Gil y Gil malhablado, soez y redentor tenía unos cuantos fieles. Me figuro que muchos serían aficionados colchoneros pero también gente que envidiaba su altanería y falta de complejos para repartir estopa a jueces y dirigentes políticos con la camisa desabrochada y oro sobre el pecho. Por eso no resulta descabellado que el canal estadounidense HBO haya decidido convertir la vida de Jesús Gil en una serie de cuatro episodios titulada El pionero. Otros empresarios antisistema que también probaron las mieles y sinsabores de la política (para su propio interés) no darían para tanto. Con Ruiz Mateos, el que fuera presidente de Rumasa, se podría haber grabado una comedia de sketches, y con el banquero Mario Conde poco más que un telefilme de sobremesa de intriga política.
En realidad, la fama mediática de Jesús Gil comienza hace ahora medio siglo, en junio de 1969, en la sierra de Guadarrama, a menos de 40 kilómetros de la capital. Con 36 años ya era promotor inmobiliario de cierta influencia que se propuso levantar un complejo urbanístico junto al municipio segoviano de El Espinar. En un primer momento, y debido a irregularidades técnicas, la construcción de Los Ángeles de San Rafael fue paralizada por la Comisión Provincial de Urbanismo de Segovia. Gil logró salvar todos los obstáculos gracias a los contactos que mantenía en la Administración franquista. Así que decidió ampliar un restaurante sin el visto bueno de los técnicos. Ese mes de junio, durante una convención organizada por la cadena de supermercados holandesa Spar, se derrumbó la planta superior sobre los 500 comensales provocando la muerte de 58 personas y cerca de 150 heridos. El promotor fue juzgado y encarcelado por imprudencia temeraria.
Franco y el PSOE le indultaron
Tras pagar 400 millones de pesetas de indemnización y pasar por prisión, Franco le indultó en 1971. En una entrevista con el periodista andaluz Jesús Quintero en 2001, Gil relató que durante los nueve meses a la sombra en el centro penitenciario de Segovia “estaba de jefe de la cárcel”. “Pacté con el cura que si quería que fuésemos todos a misa, tenía que dejarme dirigir el interior y poder traer leña para la chimenea (…) me di cuenta de que la cárcel es un almacén de seres humanos que no regenera nunca”. No sería la última vez que lograría la gracia del Consejo de Ministros. En 1994, Juan Alberto Belloch, titular de Justicia del Gobierno socialista, también le indultó. Había sido condenado por vender una parcela embargada por impagos a Hacienda. Años después, Belloch justificó la firma de la medida porque en España no se conocía “qué tipo de personaje era”. Personaje que tras ver condonada esa segunda pena se presentó a las elecciones para volver a ser alcalde de Marbella, la niña de sus ojos junto al Atlético de Madrid.
Llegó a la presidencia del Atleti otro mes de junio, en 1987. Ganó las elecciones frente a tres candidatos tras el fallecimiento del histórico Vicente Calderón. ¿Cómo logró que le votasen los socios? A su manera. Días antes de la votación cogió un avión privado con destino a Oporto. En pocas horas y con un buen talón, logró que el equipo de la ciudad portuguesa traspasase al club colchonero a la estrella Paulo Futre. Fue a buscarle a Milán, donde jugaba un mundialito de clubes, y esa misma noche se presentó con el extremo portugués en una discoteca madrileña repleta de seguidores del equipo rojiblanco. Gil ya había ganado la presidencia antes de abrir las urnas.
En el despacho de la ribera del Manzanares se forjó ese rol de tipo sin pelos en la lengua que ama los colores del equipo por encima de todo. Fue una etapa de cierta gloria para los atléticos, ganó ligas y copas del Rey y también fue un infierno. La temporada 1999-2000 bajó a Segunda División y el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón ordenó la intervención judicial del club. En ese momento, Gil asumió otro de sus papeles favoritos, el de perseguido de la justicia.
El periodista Iván Castelló fue uno de los mayores conocedores de la faceta futbolística de Gil. En 2017 publicó Salvaje, la imperiosa historia de Jesús Gil y Gil (Editorial Contra), donde explica que “fue presidente de Futre –quizás el único galáctico de la historia del club-, de las Copas del Rey conquistadas en el Bernabéu (1991 y 1992), del doblete del 96 (único en el palmarés del Atlético), de la invención de Neptuno como réplica a la blanca Cibeles para ofrendar trofeos, o el responsable de que Sabina compusiera el himno del centenario en 2003”. Castelló admite que en las distancias cortas Gil era un fenómeno pero que detrás del chándal, las cadenas y relojes de oro y su habilidad mediática se escondía el prototipo de la corrupción. Fue “el mayor prestidigitador populista de la democracia”, asegura. Su ideología era el gilismo: “Haz dinero rápido y no te pares nunca”. Eso no le impidió posar en mitad del césped del Calderón con toda su plantilla bajo una pancarta que rezaba “Corrupción ¡no!”.
El argumento de “todo por la pasta” le llevó también a la alcaldía de Marbella, el municipio malagueño famoso por una jet set que llenaba las páginas del papel cuché. “Yo me metí en la política porque tenía más de 20.000 millones en apartamentos a la venta y porque Marbella estaba en quiebra, se iba todo el mundo. Me hice alcalde para defender mi patrimonio”. Esta confesión a Jesús Quintero hoy sería impensable. Una mala gestión hizo que los socialistas perdiesen el favor de los marbellíes, la ciudad entró en decadencia y en esas llegó el salvador. El Grupo Independiente Liberal (GIL) fue el nombre elegido por Jesús Gil para su agrupación de electores. En los comicios municipales de 1991 consiguió 19 de los 25 concejales, una mayoría absoluta que le convirtió en el alcalde-constructor más conocido de la historia reciente de España y que repetiría en dos ocasiones más.
El 85% del hormigón de Málaga
Levantó casas a mansalva a costa de zonas verdes protegidas y legalidad, alquiló ocho motos Harley-Davidson para la policía local –las denuncias por malos tratos y palizas policiales se multiplicaron en esa época–, y eliminó la prostitución que molestaba el paseo de los biempensantes… Siendo alcalde marbellí Jesús Gil fue imputado por delitos de malversación de caudales públicos, falsedad en documentos públicos y prevaricación. Se le acusó de desviar más de 450 millones de pesetas (2,7 millones de euros) del Ayuntamiento al Club Atlético de Madrid y de apropiarse de casi 27 millones de euros de las arcas municipales. La media docena de causas judiciales donde se vio envuelto –en una fue absuelto– le llevaron a prisión, unos pocos días, en 1999 y 2002. Su estado de salud y el pago de importantes fianzas le fueron librando de los barrotes. En abril de este último año, el Tribunal Supremo confirmó una sentencia de 28 años de inhabilitación por el denominado caso Camisetas: la justicia probó que Gil sacó dinero del Ayuntamiento para supuestamente pagar el patrocinio del Atlético –el logo de Marbella aparecía en la camiseta de los jugadores del primer equipo– pero en realidad ni una sola peseta llegó a la contabilidad atlética. Tras la confirmación del Supremo, abandonó la alcaldía de Marbella entre vítores.
El periodista José Bejarano describió en 2002 en La Vanguardia el balance de la era Gil: en 11 años se duplicó la superficie edificable y el número de habitantes de Marbella, “pero lo realmente increíble es que eso ocurriese sin ampliar los servicios de acceso, saneamientos, escuelas o centros sanitarios. El número de viviendas levantadas asciende a 40.000, lo que representa 23 millones de metros cuadrados edificados. (…) La ciudad consume el 85% del hormigón que se produce en Málaga y el 90% de los albañiles. Ha sido el fruto de la política de Gil, consistente en sacar al mercado todo el suelo público disponible y negociar con los constructores convenios de trueque por los que se les ceden solares, algunos incluso reservados para servicios elementales, a cambio de supuestas compensaciones para el municipio”.
En los noventa, el magnate intentó expandir las candidaturas del GIL al Campo de Gibraltar y a las ciudades de Ceuta y Melilla y dar el salto a la arena política nacional para arañarle votos al PP de José María Aznar. Lo hizo en las elecciones generales de 1993 con el aval económico del banquero Mario Conde y en las del año 2000, pero fracasó. Para mayor calvario, jueces, fiscales y policía judicial le tenían rodeado. Comenzó entonces a exprimir el papel de víctima, de perseguido del Tribunal de Cuentas, de la Fiscalía Anticorrupción, de la Agencia Tributaria, del CESID (servicios secretos) y de la Unidad de Droga y Crimen Organizado de la Policía. “Todos esos organismos están lanzados a muerte para acabar conmigo”, repetía una y otra vez. La suerte le había abandonado.
El hombre que decía que era comunista a las nueve de la mañana, socialista a las 10 y de derechas a las 11, siempre pensó que tenía al pueblo tras él, que sus ademanes de tipo llano de taberna y su influencia para lograr titulares en los medios de comunicación eran su mejor escudo. Tanto se lo creyó que en 1991, en su época dorada como alcalde de Marbella y presidente del Atlético, montó uno de los programas más kitsch y torrentianos que ha vivido la televisión en España. Las noches de tal y tal se estrenó el 13 de julio de ese año en Telecinco, llegando al 40% de cuota de pantalla. Durante una hora y media y en torno al torbellino Gil se sucedía el humor, las entrevistas y las actuaciones musicales. El alcalde más bizarro llegó a aparecer en bañador, despatarrado con su barriga en un jacuzzi y rodeado de una decena de chicas en bikini. Gil superstar era la banda sonora. Cuentan que durante la grabación de un sketch con el humorista inglés Benny Hill, en el que simulaba una pelea con el alcalde, el cómico le lanzó una bofetada de verdad a Gil y este le devolvió un guantazo de aquí te espero.
El surrealismo y las extravagancias no solo eran de cara al público. Si el cantante Michael Jackson tenía en su rancho monos y leones y Juan Antonio Roca, el que fuera gerente de Urbanismo de Marbella durante los gobiernos del GIL y cerebro de una de las mayores tramas de corrupción urbanística de la democracia, mantenía tigres en su finca, el presidente del Atlético de Madrid no se quedó atrás. Además de un cocodrilo de nombre Furia, que dicen que le regaló Fidel Castro, el mandatario rojiblanco contó con Imperioso, un caballo de pura raza española, semental de color blanco como el del patrón de la patria, que se convirtió en su confidente: “Hablo algunas noches con él y me da consejos sobre los fichajes y las destituciones”. Tanto le quería que participó en el desfile por la Castellana cuando, en 1996, el Atlético de Madrid ganó Liga y Copa. El propio Gil reconoció que un año después, mientras el equipo rojiblanco jugaba un partido de Champions frente al Ajax de Ámsterdam, Imperioso fue operado a vida o muerte de un cólico intestinal. “Llamé desde el palco 16 veces al cirujano para ver cómo iba”. El caballo murió dos años después que su dueño.
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Jesús Gil y Gil vivió en la incorrección toda su vida pensando que sería indultado por la historia. Fue capaz de sacar de los almacenes municipales marbellíes un busto del dictador Francisco Franco y exponerlo en el Ayuntamiento en 1998. Siempre había alguien que le reía las gracias. Contagió la impunidad a muchos de sus subalternos en la Marbella del desparrame urbanístico. Solo hay que ver cómo actuó y acabó Julián Muñoz, su sucesor en la alcaldía. Si usted teclea “frases célebres de Jesús Gil” en su ordenador, comprobará que tiene más de un centenar. Cuando Jesús Quintero le preguntó qué le gustaría que pusiese en su lápida, respondió rápido: “Aquí yace un imbécil que creyó que las cosas podrían ir mejor”. De lo primero no opino, y de lo segundo tampoco sé que pensar después de Gürtel, Púnica, Malaya, Bárcenas, Fabra, Brugal, Taula, ERE, Pujol…
*Este artículo está publicado en el número de junio de tintaLibre. Puedes consultar todos los contenidos del número haciendo clic aquí.aquí
Gil fue Trump antes que Trump, Berlusconi antes que Berlusconi y Torrente (sí, el policía de la saga cinematográfica) antes que Torrente. Fue populista y antisistema antes de que en este país supiésemos lo que significaban estos términos. Fue un adelantado a su época. Menos en una cosa: el chándal multicolor de formas geométricas, su indumentaria preferida, lo pusieron de moda los yonquis de las grandes ciudades en los años ochenta y no él. Gil tenía otras adicciones: el dinero y el trabajo.