tintaLibre
El ruedo ibérico, en 'tintaLibre' junio
Don Ramón siempre aparece por el ruedo. Cuando menos se le espera da un bastonazo en la mesa, manda callar y ordena formar a sus criaturas. Es el señor de las marionetas, el dueño del circo, el hombre que creó un diagnóstico para los males de España: el esperpento, ese teatro deforme, exagerado, que tanto se aviene con nuestro ideario. Dicen que le vieron el día de la constitución del parlamento transformado en un médico burgalés; dicen también que entre tanta camiseta con soflamas, entre tanto salvapatrias, entre gentes de coletas y pendientes piratas, se sentía a sus anchas mirándose en el espejo cóncavo de su neceser personal. No es lo mismo que cuando en La Corte de los Milagros mandaban los generales Prim y Serrano y los carlistas andaban por el monte, que de eso hablaban sus libros, pero casi que existe la misma intolerancia y mal perder, el mismo ardor en los cruzados de la causa, idénticos pactos con el diablo. El ruedo ibérico puede cambiar de caras y vestir distintos trajes de luces, pero no esconde su sed de barbarie, sus ganas de cruzar la línea. Cambian los matadores, sufren los animales, aplaude el respetable.
Jesús Gil, el jacuzzi populista
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Quiere este número de junio, tras varias elecciones y muchos laberintos, rendir homenaje a ese escritor que intuyó que este país tiene alma de caricatura y le crecen por todas partes personajes hechos con jirones de la mejor novela picaresca. A su lado posan al menos cuatro apóstoles que encarnan la mejor definición del esperpento (se podría hacer un número cada mes con otros candidatos): Jesús Gil, en su jacuzzi marbellí mirando desde la eternidad las grúas del pelotazo inmobiliario; Francisco Camps, con su sonrisa de monaguillo, máximo exponente del crematorio valenciano, montado en un ferrari; Villarejo, el comisario, oculto como Esquilache tras el cartapacio donde esconde un plano de las cloacas del Estado; y, por último, el gran chamán de la tertulia, el hombre que ve en Abascal a Don Pelayo y en Morante de la Puebla a un arcángel: Fernando Sánchez Dragó. Con ese cuarteto antológico, don Ramón comparte tertulia, purito y baraja, que son gentes en general de buena conversación y con mucha entretela y dan para un serial televisado.
Y mientras el espectáculo debe continuar tras los comicios (la izquierda ganadora hurga en sus heridas, la derecha bendice Madrid y Badalona), hay otra cosa que hace hervir un poco más la sangre: mares de plástico, desiertos que avanzan, agua potable escasa, jóvenes en la calle suplicando a los poderosos que basta ya, que el planeta se muere… Pero no, todavía hay gente a la que le falta tiempo para decir: “Se acabó Madrid Central, viva la contaminación”. El ruedo es así. Sol y sombra.
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