Nuevos tiempos, nuevas energías

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Javier López de Benito

La pandemia mundial del covid-19 promete dejar una profunda huella en la civilización humana. A la crisis sanitaria a escala global, cuya fecha de caducidad se confía al hallazgo de una vacuna, se suma de manera inevitable un nefasto impacto en la economía. Son muchas las voces que últimamente se unen para poner de manifiesto que nuestra forma de vida no será la misma tras el freno de la enfermedad. Y estos hipotéticos cambios transcurren de manera transversal en todos los ámbitos, desde el cuestionamiento de la efectividad del actual sistema económico hasta nuestra forma de entender el mundo como individuos, nuestras ideas y nuestros valores.

Pues bien, en este contexto de gran convulsión y expectativa de cambio existe una fórmula en la que pueden combinarse los esfuerzos por construir un planeta mejor y las acciones llamadas a transformar nuestro sistema: la integración de energías renovables y la descarbonización de la economía.

En el debate público acerca de las renovables, así como de otros ámbitos estrechamente vinculados con ellas como la movilidad eléctrica, es común escuchar aquello de que “son el futuro”, como si la amplia generalización del uso de estas energías estuviera pasando de puntillas y sin efectos sobre los sistemas energéticos de las naciones. Por ello, y volviendo a apelar a esa sombra del cambio sobre lo establecido que se cierne actualmente sobre nuestra civilización, es el mejor momento para poner de manifiesto el valor de las renovables como grandes aliadas en la reconstrucción de la economía mundial.

Las ventajas de las formas de generación verdes tienen efectos notablemente positivos y ampliamente conocidos como son la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, su contribución a mitigar la contaminación atmosférica. Desde el punto de vista socioeconómico, en los últimos años se ha podido observar de forma global la creación de políticas destinadas a crear marcos regulatorios más favorables para este tipo de energías. Gracias a este buen despliegue, el uso de renovables se ha generalizado y se han comprobado de manera fehaciente cuáles son sus puntos fuertes.

Una de las fortalezas de las que presumen las energías renovables es su capacidad de generación de empleo. Según datos de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), en 2017 el sector daba empleo a 10,3 millones de personas. Del mismo modo, y volviendo al ámbito de la contaminación atmosférica, es muy importante tener en cuenta la situación de países no desarrollados o en vías de desarrollo, en los que cerca de 2.900 millones de personas se ven obligadas a utilizar el carbón y otros combustibles contaminantes para poder cocinar y obtener calefacción. La condición distribuida en la generación de energía de algunas de las tecnologías renovables, así como la ausencia de necesidad de complejas infraestructuras para su funcionamiento, son valores que pueden ayudar a revertir esta situación, muy extendida en todo el mundo. De hecho, según IRENA, el rápido abaratamiento de los costes de las renovables sumado a normativas favorables ha hecho posible que las soluciones de generación de energía limpia puedan ser disfrutadas por el 80% de las personas que no tienen acceso a la red en zonas rurales o pequeños Estados insulares.

Avances hacia la descarbonización

La crisis del covid-19, que todavía arrastra tras de sí grandes incógnitas, sí que nos deja algo bien claro: para mejor o peor, el mundo está cambiando. Y con él la energía. La dicotomía es sencilla: apostar por el aumento de la capacidad renovable instalada o mantenerse en las energías tradicionales. Sabemos que vamos a experimentar un impacto negativo generalizado en todos los sectores de nuestra economía, pero en el ámbito energético, la instalación de nueva capacidad renovable, fundamentalmente eólica y fotovoltaica, es considerada como un factor clave a tener muy en cuenta para paliar la crisis económica. Los datos están encima de la mesa: Red Eléctrica de España (REE) informó en su Avance del Informe del Sistema Eléctrico Español 2019 que el año pasado había supuesto un gran adelanto en el camino hacia la descarbonización de la actividad productiva. Por primera vez, las energías verdes superaron en potencia instalada al resto de tecnologías de generación en la península ibérica, alcanzando una cifra de 55.195 megavatios (MW), algo más de la mitad de los 104 gigavatios (GW) totales. Del total de potencia instalada renovable, el 47% son eólicos y el 16% son fotovoltaicos. El 37% corresponde a otras formas de generación verdes. En concreto, solo en 2019 entraron en funcionamiento 6.539 MW renovables, una cifra que supuso un aumento del 13,4% respecto a la potencia renovable que se instaló en 2018.

Como consecuencia de esta notable deriva hacia formas de generación alternativas, las renovables batieron récords de electricidad generada durante el año pasado. De los 247.002 gigavatios-hora (GWh) de electricidad que se generaron en la península ibérica durante el año pasado, el 39% corrió a cargo de las tecnologías de generación renovables. Mucho tuvo que ver con esta gran aportación la energía eólica, que capitaneó la producción limpia suministrando el 21,5% de la cuota renovable. Esta tendencia al alza ha continuado predominando en 2020, que según datos de REE, ha cerrado con un 44,95% de cuota de renovables sobre el total del mix energético en el primer trimestre.

Por otro lado, otra de las buenas noticias para el medioambiente que nos dejó el mix energético resultante del pasado año fue el desplome de la aportación del carbón a la generación de electricidad. Frente al 14,1% registrado en 2018, esta tecnología de generación tan solo aportó el 4,3% del total de la electricidad generada, suponiendo su participación más baja de la que Red Eléctrica de España tiene registro. Por si fuera poco, el carbón también empezó a verle las orejas al lobo a finales de año. El 14 de diciembre, esta tecnología no generó ni un solo megavatio-hora (MWh), un hecho sin precedentes en la historia del sistema eléctrico de la península ibérica que también se repitió en los días 21, 22, 24 y 25.

No hay que rebuscar demasiado para encontrar potenciales motores que contribuyan a la recuperación económica tras la crisis sanitaria. Solo con levantar la mirada al cielo podemos ver una fuente de energía que, hasta el comienzo de la crisis sanitaria, empleaba en España a más de 29.300 personas y que realiza una contribución anual de 5.000 millones de euros al PIB.

El sector de la energía fotovoltaica, que en los tres primeros meses de 2020 logró generar 2.354 GWh de energía limpia, tiene unas grandes perspectivas de futuro a medio y largo plazo, y llama la atención de los inversores públicos y privados por su alta rentabilidad y su capacidad de contribución al cumplimiento de los objetivos climáticos internacionales. Además, España cuenta con un formidable sector fotovoltaico, que alberga en sus filas algunas de las mejores empresas fabricantes de componentes fotovoltaicos del mundo. De hecho, cuatro de las 10 mayores compañías a nivel mundial en este segmento son españolas. Y, por si fuera poco, en 2019, el mercado fotovoltaico español fue el primero de Europa y sexto a nivel mundial. Disponemos de un recurso natural altamente aprovechable (España tiene la mayor radiación solar de toda Europa) y una industria con perspectivas de futuro muy optimistas que ya genera beneficios socioeconómicos como la creación de empleo de calidad, además de producir energía limpia y rentable. ¿Empezamos a hablar en presente?

Los datos son indiscutibles: con 8.623 MW de potencia instalada registrados a final de 2019 (8.928 MW en enero de 2020), esta tecnología de generación de energía fue la que más creció en España con un aumento del 93,2% en comparación con 2018, lo que se traduce en la instalación de 4.159 nuevos megavatios que han batido el récord español de potencia instalada en un año. 

La revolución del sol no solo consiguió superar récords de instalación de paneles fotovoltaicos en grandes plantas, sino que también lo hizo en los tejados de la industria y los hogares. Como consecuencia de la derogación del llamado impuesto al sol, España entró en 2020 con 459 nuevos megavatios de autoconsumo fotovoltaico, una cifra que dobla a los 235 MW que se instalaron en 2018. En Europa, el número de instalaciones de autoconsumo fotovoltaico aumentó en 2019 un 104%, de las que una de cada cuatro está en España. No es casualidad que cada vez más personas decidan apostar por el autoconsumo, ya que en una vivienda con una instalación de entre 3 kW y 5 kW se pueden lograr ahorros de hasta el 50% del coste anual de la energía.

Pero en esta carrera de fondo hacia la neutralidad climática y la transformación de los sistemas energéticos también hay otro actor con mucho que decir: la energía eólica. La segunda tecnología de generación de energía del sistema eléctrico peninsular produjo en 2019 54.212 GWh, representando el 21,6% del total en el mix de generación. España cree decididamente en el poder del viento y cuenta con 1.203 parques eólicos repartidos en 807 municipios, dando empleo a alrededor de 24.000 personas.

Las perspectivas de crecimiento de la eólica son, al igual que los de la fotovoltaica, realmente optimistas. Según informa GWEC (Global Wind Energy Council), a nivel mundial esta tecnología generó un volumen de inversión de más de 652.000 millones de dólares tan solo entre 2015 y 2019. También aseguran que, en caso de lograr una capacidad instalada superior a los dos teravatios (TW) en 2030, se generaría una inversión adicional anual de 207.000 millones de euros. Por supuesto, como consecuencia de este crecimiento meteórico, el organismo anticipa que en 2030 la eólica emplearía a cerca de cuatro millones de personas en todo el mundo de forma directa e indirecta, casi cuatro veces más que los 1,2 millones de empleos que proporcionaba en 2018.

Perspectivas hasta 2050

La crisis a todos los niveles provocada por la pandemia del coronavirus está haciendo que los Gobiernos de los países revisen las opciones de las que disponen para estimular la economía. Un gran reto al que se suma el desafío de encontrar estímulos sostenibles. En este sentido, IRENA publicó recientemente el informe Perspectivas mundiales de las energías renovables: transformación energética de aquí a 2050, en el que plantea un ambicioso escenario para ese año en el que se reduciría cerca del 70% de las emisiones de dióxido de carbono haciendo uso casi exclusivo de energías renovables y tecnologías de eficiencia energética.

Este escenario de transformación energética estaría cimentado sobre políticas favorables que alineen los objetivos económicos, medioambientales y sociales con la descarbonización de las ciudades, como son las que promueve el Acuerdo Verde Europeo. En el horizonte dibujado por IRENA encontramos un crecimiento del PIB del 2,4% a mitad de siglo respecto a las cifras actuales, lo que significaría un aumento acumulado de 98.000 millones de dólares estadounidenses. Además, en términos de retorno de inversión, el escenario propuesto por IRENA contempla que por cada dólar destinado se obtendrían entre tres y ocho dólares.

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Del mismo modo, el cambio de tendencia de las inversiones hacia el sector de las energías renovables y la eficiencia energética tendría como resultado el desarrollo de empleo, creando hasta 42 millones de puestos de trabajo a nivel mundial de aquí a 2050, lo que supone multiplicar por cuatro el número de empleos que proporciona actualmente. Si miramos al sector energético en general, se lograría alcanzar la cifra de 100 millones de empleos en 2050, cerca de 40 millones más de los creados hasta la fecha. Por último, IRENA esboza que, en comparación con los objetivos actuales, la transición energética propuesta constituiría siete millones de nuevos empleos en todos los sectores económicos.

Quizá debamos dejar de hablar del futuro y prestar atención a las evidencias que nos muestran un mundo en constante cambio, en el que las energías renovables están llamadas a ser las protagonistas. Es el momento.

* Este artículo está publicado en el número de junio de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes acceder a todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí o suscribirte aquí.aquí

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