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Rodrigo Sorogoyen: “La desilusión es la historia de mi vida"

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Karmentxu Marín

Tiene el pecho lleno de medallas y las estanterías rebosantes de Goyas, Feroz y Biznagas, por quedarnos en España. ¿Se puede escribir en santa paz con semejante mochila?

Sí que se puede. Y lo de que tengo las estanterías llenas es una suposición tuya, porque ahora mismo estoy viendo mi estantería y no hay ni un solo premio.

Los guardará en otro sitio.

Claro. Lo que hay que hacer es esconderlos, literal y metafóricamente. Es verdad que si no los escondes ni literal ni metafóricamente a lo mejor es más complicado escribir, tienes razón.

Porque supongo que ya por menos de un Oscar no desenfunda.

Ah no, qué dices, por favor. Los premios son totalmente accidentales. Nosotros estuvimos nominados al Oscar, fue una suerte que tuvimos, no lo ganamos y le tocó a otro. No hay que tomárselo como que ya has ganado un premio y estás en un nivel superior, para nada. Yo por lo menos intento no tomármelo así, porque me parece un error que, efectivamente, te paraliza. A mí me paralizaría.

Será que tiene el ego en su sitio.

…Sí, sí.

Ha dudado un poco.

Es que siempre me gusta plantearme las preguntas realmente. Me parecería muy deshonesto decir un sí rápido. Aparte de que es una pregunta muy general. Puede que mi ego en ciertas cosas no esté colocado en el mejor sitio y en otras sí. Después de pensarlo he decidido que sí, que tengo el ego bien colocado.

As bestas parece ser el boom de la temporada. Thriller rural con violencia, ecología, España vacía. ¿Cree haber dado en el clavo con el cóctel?

Es que no me lo tomo ni nos lo tomamos así –me gusta siempre hablar en plural–, porque de dar en el clavo no hubiese sido yo, sino todo el equipo, empezando por Isabel Peña, que es con quien escribo las películas y quien me propuso escribir esta historia. Si hemos dado en el clavo es que hay otras veces que no damos en el clavo, y tampoco me gusta. Hicimos una película que se llamaba Madre, que se podría decir que no dimos en el clavo porque no la fue a ver mucha gente, pero es una película que me encanta, y en la que creo que estamos contando lo que queríamos contar. En este caso, lo que es indudable es que la peli ha funcionado, que gusta, pero no lo atribuyo a un acierto. Evidentemente la película tiene que tener unos mínimos de calidad y de interés, pero muchísimas películas los tienen y de repente no cuajan. Es una suma de circunstancias, lo he dicho en algunas entrevistas. Si As bestas se estrena antes en España que en Francia, si no va al Festival de Cannes o se estrena en octubre en vez de en noviembre a lo mejor no estaríamos hablando tú y yo. Lamentablemente, y por otro lado, afortunadamente, el cine tiene tanto de azar… Si hubiese una fórmula sería facilísimo: vamos a hacer una película de violencia, de ecología y tal, y lo haría todo el mundo.

Empezaron a escribirla en 2016, antes de la súperlaureada El Reino (2018). Y dice que es que la película “requería madurez”. ¿Cuándo se cayó del árbol?

Ahí sí te puedo decir que creo que la hemos hecho en el momento justo, justo para nosotros, teniendo en cuenta nuestras apetencias, nuestra experiencia. En 2020 decidimos que nuestro siguiente proyecto sería As bestas. Luego tuvimos que parar un año por la pandemia. Pero cuando lo decidimos sí, yo creo que estaba madura.

La violencia aparece con frecuencia en su cine. Stockholm (2013), Que Dios nos perdone (2016), la serie Antidisturbios… ¿Es lo que más destaca en nuestra sociedad?

No hombre, no. Depende de dónde pongas el ojo. Yo lo pongo ahí no sé por qué, tendría que ir a terapia para saberlo. Es cierto que me interesa mucho porque me parece algo muy grave, muy fascinante que los seres humanos sigamos matándonos y haciéndonos daño y que no hayamos aprendido, que sigamos haciendo daño a seres a los que podamos llegar a querer, incluso, y a otros que no conocemos de nada. Es que no sé qué es más loco que el que a un desconocido que ni te interesa ni te importa le mandes una bomba. Seguimos haciendo lo mismo durante treinta siglos, y eso me interesa. Y luego las películas que escribimos transcurren en su mayor parte en España. Eso no significa que yo piense que España es un país más violento que Francia o que Estados Unidos, y digo Estados Unidos con todo el sentido del mundo. No es un rasgo especialmente español.

Dice que, según dónde pusiera el ojo, tendría que ir a terapia. ¿Se lo ha planteado?

Bueno, a ver, voy, voy a terapia [ríe]. Pero hablamos de otras cosas, la verdad. No de mis películas.

Me parece algo muy grave, muy fascinante, que los seres humanos sigamos matándonos y haciéndonos daño

¿Y cómo ven lo suyo?

Ehhh… No lo ven, porque en terapia lo que haces es hablar tú. Ellos no te dicen lo que te pasa. Tú vas allí a contarles tu turra. Viene muy bien. Es muy recomendable siempre.

En As Bestas ha dibujado con molinos eólicos lo que en los hechos reales fueron disputas por tierras de monte. ¿Le interesaban la ecología y la sostenibilidad o vinieron dadas porque la historia lo requería?

Las dos cosas. Un guion siempre suele tener mezcla de las dos: que sea verosímil y encaje en esa historia, para que el espectador no diga: ¿Pero por qué me estáis contando esto? Y, en segundo lugar, que le sirva a la historia. Pero si no nos interesase o fuera un conflicto que no nos pareciese que puede tener un interés para el espectador no lo hubiéramos puesto. Es una mezcla. Cuando empezamos a informarnos y a conocer las circunstancias que se estaban dando en España sobre las energías eólicas, esa explotación masiva y las consecuencias que podían llegar a tener nos pareció algo muy interesante.

'As bestas' es una historia de amor, de la masculinidad y la feminidad, de las energías renovables, de la España vacía, de la xenofobia, y a mí eso me da satisfacción

En cualquier caso, también subyace la España vacía.

Sí, sí. Es que As bestas es una peli que con el tiempo, y también gracias a vosotras, las periodistas y los periodistas con vuestras preguntas, nos estamos dando cuenta de que tiene muchos temas. Isabel y yo quizá no éramos tan conscientes de algunos mientras la estábamos haciendo. Es una historia de amor, de la masculinidad y la feminidad, de las energías renovables, de la España vacía, de la xenofobia, y a mí eso me da satisfacción.

Por eso le hablaba antes del cóctel. En la coctelera han metido de todo.

Claro. Pues fíjate, la respuesta es que no lo hemos metido queriendo [ríe].

Encima les ha salido por chiripa.

No, no es chiripa. Cuando haces una creación supongo que hay cosas que están dentro de ti de las que no eres ni tienes por qué ser consciente. Me parecería muy frío, muy metódico, muy poco sexy que un guionista o una guionista coja una coctelera y diga: A ver, ingredientes para una película. Eso se hace en las plataformas con sus algoritmos: una película racial, o de ecología, o vamos a meter el feminismo… Cosas que no les salen de dentro, sino de fuera. A nosotros, y me consta que a la mayoría de los cineastas, a los y a las que respetamos, nos sale de dentro, del interés y la necesidad de contar cosas nuestras.

Un mundo de hombres violentos y mujeres conciliadoras, que toman el poder. ¿Ve así la realidad o es un desiderátum?

Bueno, veo el futuro así, y quiero verlo así, y en el presente se está ahí, luchando. Generalizando, que siempre es injusto, lo veo así.

Habla de “zambullirse en personajes complejos”. Si mira alrededor ¿dónde los hay más complejos: políticos, jueces, empresarios?

¿Son más complejos los jueces? No, son más complejos los seres humanos. Depende. No creo que la profesión te complejice, para nada. Debe haber policías muy sencillos y otros muy complejos. Igual que cineastas. No creo que vaya por profesiones.

Le llaman Ruy, de Rodrigo, como al Cid. ¿La cámara es su Tizona?

Jajaja. Nunca me lo habían preguntado y nunca me lo había planteado. No, no. La cámara se la dejo al director de fotografía. Tengo una relación de respeto con la cámara. Me encanta encuadrar, me encanta rodar escenas con la cámara, pero me gusta más la persona, el ser humano al que filmamos. Prefiero a los actores, la verdad.

¿Y quién sería su Babieca?

Mi equipo, supongo. El equipo que me lleva y me soporta.

La desilusión es la historia de mi vida. Yo creo que cuanto más tiempo pasas con alguien más fácil es que le desilusiones

Ha dicho que les encantaría hacer un musical, que están cansados de thriller. Y cuando confiesa: “Yo canto muy bien”, Isabel Peña añade: “Y bailas mejor”. No habrá equivocado su camino. ¿Estoy ante Fred Astaire y Ginger Rogers?

No, no hemos equivocado el camino [ríe], porque esas frases son ironía y broma. No queremos hacer un musical, no canto bien y bailar, bueno, me puedo llegar a defender. Es una broma. Lo que no es una broma es que sí nos gustaría explorar otros géneros distintos al thriller. Ahora, el musical me parece que está entre los últimos, no porque no me guste sino porque me parece complicadísimo. Es un género totalmente inaccesible para nosotros.

No canta y baila poco. Me desilusiona, francamente.

La desilusión es la historia de mi vida. Yo creo que cuanto más tiempo pasas con alguien más fácil es que le desilusiones.

Bueno, esta entrevista es breve.

Menos mal.

¿Qué grado de simbiosis tiene con Isabel Peña? ¿No saben hacer nada el uno sin la otra? Hasta llevan el mismo tatuaje.

Es verdad. Yo creo que sabemos hacer muchas cosas el uno sin la otra o la una sin el otro, pero es verdad que hemos encontrado un método, un mecanismo y una manera de estar y de entender en nuestra profesión, en nuestro oficio –porque luego nuestra vida es otra cosa– que nos funciona muy bien y, sobre todo, que nos divierte mucho y nos hace aprender mucho. Por ahora no queremos cambiarlo, pero ella puede escribir sin mí perfectamente y yo estoy deseando en un futuro demostrarme a mí mismo que puedo escribir sin ella. Pero vamos, seguiremos escribiendo juntos toda la vida.

No romperá la pareja de hecho.

La pareja, no. Otra cosa es que tenga alguna amante por ahí.

Está buscando financiación para un proyecto sobre la Guerra Civil. ¿Qué perspectiva nueva le interesa? Porque ya se ha tratado mucho en el cine y la literatura.

Bueno, no sé si se ha hablado mucho, porque hay que seguir hablando, mientras se hable pero no se avance de poco servirá. Estamos en un momento de retroceso muy preocupante, donde hay una España muy crispada políticamente, algo que evidentemente se traspasa a la sociedad, y eso me parece peligrosísimo y triste. Y siempre viene bien hablar del conflicto más triste, definitorio y determinante de nuestra historia reciente, que es la Guerra Civil.

De esta tendencia al borreguismo, a crear contenidos más infantiles, somos todos responsables. Creo que cada vez tratamos al espectador, y por tanto al ciudadano, de manera más infantil, y escondemos muchas cosas

Dicho esto, como obra cinematográfica no creo que descubramos la panacea, la verdad, pero en nuestro caso siempre está bien hablar desde los anónimos, desde la gente de a pie que sufrió durante tres años, y luego cuarenta de dictadura. Lo que significa sufrir una guerra, una contienda en la que desaparecen familiares tuyos, matan a familiares tuyos, la gente querida, y lo que significa una guerra civil, que si lo piensas es algo monstruoso. Que en un mismo país los compatriotas se peleen por una forma de gobierno. Es horrible. No me parece mal hablar de ello y tratarlo con respeto y con rigor. Siempre creeré interesante que nos acerquemos a ello y, sobre todo, que los espectadores lo vean, lo compartan, piensen, que les sirva para analizar y para pensar, porque ahora el sistema nos está quitando la posibilidad de pensamiento, y no hablo solo de España, por supuesto.

Pero de esta tendencia al borreguismo, a crear contenidos más infantiles, somos todos responsables. Creo que cada vez tratamos al espectador, y por tanto al ciudadano, de manera más infantil, y escondemos muchas cosas. Yo no estudié la Guerra Civil en el colegio cuando era niño. Y de repente creces y eso me parece deleznable, monstruoso, y lo que me pasó a mí les pasó a muchos niños. ¿Cómo vas a crecer con un pensamiento libre si no sabes lo que ocurrió? Y que se oculte, sobre todo.

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Bueno, se está intentando y se va consiguiendo. Lo intenta el poder, siempre el poder.

¿Se deja tiempo para algo que no sea el cine?

Me gusta leer, viajar y reírme con mi gente querida. Salir a comer y a cenar con mi gente querida es lo que más me puede llenar. Y viajar. En el momento en que una persona quiere dejar de viajar me parece que empieza a morirse por dentro.

Tiene el pecho lleno de medallas y las estanterías rebosantes de Goyas, Feroz y Biznagas, por quedarnos en España. ¿Se puede escribir en santa paz con semejante mochila?

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