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“Vivimos la época de la gran diáspora”

En Justo antes del final hay quien ve un Monge bastante autobiográfico, aunque no sea por primera vez. Está la figura de la madre, y vuelve sobre la invisibilidad, la locura, el miedo. ¿Por qué le interesan estas cuestiones?

No sé si es el más autobiográfico de mis libros, yo creo que no. En No contar todo puse muy claros los límites entre la no ficción y la ficción, y ahora los dejé mucho más permeables. Y la novela está contada en un contrapunto: la historia de la mujer, de la madre, como almanaque de la locura del mundo. Aquí lo autobiográfico son como los cimientos, y la obra negra de la construcción de la casa y la ficción son los acabados, la maleza del jardín asediando y tratando de comerse la casa. En cuanto a la invisibilidad y la locura, es un tema de interés en la novela porque el padre de la protagonista, el abuelo del narrador, ha sido psiquiatra, jurado en diferentes casos de asesinos seriales como perito médico y trabaja en un manicomio con locos, de algún modo buscando darle orden a un caos. Más allá de que su relación con la protagonista esté completamente rota. Una relación que nace de la invisibilidad, del abandono. Ella se tiene que construir un lugar propio en el mundo. Trabaja con pacientes con diferentes discapacidades, o lo que se conoce hoy como capacidades diferentes, sordera, autismo,mutismo, síndrome de Asperger, y de algún modo también tratando de dar orden al caos.

¿Usted se ve en relación con la psiquiatría y la locura?

Sí, la escritura es lo mismo. Es tratar de darle orden al caos. De algún modo cuando aparece algo que va a ser una posible novela o un posible relato hay en la cabeza del escritor un estallido, una especie de big bang, que es caótico y que hay que ordenar de algún modo, meterlo en un río de pensamiento que pueda fluir, que se vuelva historia. Eso es lo que se puede volver literatura. Por otro lado, cualquier artista,cualquier creador, cualquier escritor lo que genera en el fondo de manera primigenia es una metáfora que se ve desde fuera, que sabemos que está ahí, que fue construida por la imaginación. La locura lo que hace es generar una metáfora y el loco queda atrapado dentro, no puede salir de ella. Pero lo que generó es exactamente lo mismo que el artista. Lo único que varía es la posición desde la que se quiere avanzar, sea desde fuera o desde dentro.

La escritura, dice, es un acto político. Propugna “escribir en un lenguaje diferente al del poder”. ¿En qué lenguaje escribe el poder? Pienso en AMLO, en Putin, en Biden. ¿Cuál es su lenguaje?

Lo importante es diferenciar la política de lo político. El lenguaje del poder es el lenguaje de ellos, de los personajes de los que estamos hablando, pero también el que se utiliza comúnmente de manera generalizada. El lenguaje del poder es el que asumimos y manejamos y utilizamos sin cuestionar: el lenguaje de los periódicos, el de la televisión, el de la radio. Éste también es el lenguaje del poder. Escribir en un lenguaje diferente a él significa escribir con un lenguaje nuevo que se esté gestando durante la escritura, que respete las necesidades de cada historia y que no sea condescendiente ni sencillo para el lector, un lenguaje que aprenda a nombrar o a renombrar las cosas. A eso me refiero cuando hablo de escribir con un lenguaje diferente.

No será como Dios, que dicen que escribe derecho con renglones torcidos.

No, al revés, [ríe]. Yo creo que hay que enderezar los renglones.

Es capaz de hacer al Lenguaje y al Tiempo personajes de una novela, como en ‘Tejer la oscuridad’ (2020). ¿La palabra es casi sagrada?

Sí, la palabra es lo más importante. El lenguaje. Y en esa novela particularmente, porque se trata de una comunidad en un universo distópico, en un mundo distópico que está buscando una razón para seguir existiendo. Y la busca en el lenguaje, entre otras cosas, y también en el territorio. Un nuevo lenguaje que sea compartido, que no tenga el yo en el centro, sino el nosotros; que parta del plural y no del singular.

“Escribir es pelearte todos los días con tus límites”. ¿Batalla consigo mismo?

Durante la escritura, sí. Cuando digo que la escritura es para tratar de empujar un poquito tus propias capacidades es porque para mí es un oficio, y obviamente está cargada de lo que uno va aprendiendo, porque es imposible quitarte de encima, sacarte de dentro lo que has ido aprendiendo durante los años. Pero lo que sí es también importante para mí, cuando el texto es nuevo, es tratar de olvidar lo anterior, apartarlas herramientas o las soluciones y relacionarme otra vez desde cero. Yen ese sentido el conflicto es con el lenguaje, con la arquitectura de un texto, con las formas. Al final las historias están ahí, y se cuentan todo el tiempo, todos contamos historias todo el tiempo. La diferencia entre una historia y la literatura es la forma, el modo en que decidimos contar una historia, y en ese modo, en esa forma es donde uno lucha colas palabras, con el lenguaje para ganarle terreno.

Y quizá para utilizarlo como escudo. Ha dicho que cuando era más joven usaba el lenguaje como defensa por su fragilidad física.

Sí, por supuesto. La palabra es un arma y las armas son de ataque y de defensa. Es el No contar todo, como mi novela anterior, autobiográfica.Una infancia marcada por la enfermedad genera una debilidad física que implica o llama a gritos a una fortaleza de algún otro tipo, y en mi caso fue, por supuesto, la del lenguaje, la defensa verbal y oral.

No sé si solo verbal y oral, teniendo en cuenta las recomendaciones de sus padres cuando era niño: si se quedaba solo en casa y oía ruidos,debía agarrar la pistola. La cosa prometía.

Eso es el padre [ríe]. Es cosa del México que tiene asimilados ciertos niveles de violencia, porque, además, la violencia no está solo en la frase de agarrar la pistola. Era: si no trae nada en las manos, tírale al cuerpo; si lleva algo en las manos, tírale a la cabeza. Esto dicho aun niño que está en las puertas de la adolescencia marca de algún modo.

¿Se lo aprendió bien?

Nunca tuve que hacerlo, por supuesto.

No oyó ruidos estando solo en casa.

Sí, los oí muchas veces y los ignoré todas.

¿En el México de hoy, inmerso en la violencia y el narco, las coordenadas han cambiado?

El México de hoy es mucho más violento que el que me tocó a mí en la infancia. La violencia en México tiene ciclos desde que se forma como país, desde antes, mucho más violentos durante la colonia, y ahora estamos en un ciclo tremendo por el narcotráfico, por el crimen organizado. Tenemos unos índices de violencia brutales por dos temas que son los principales generadores de violencia, que son la desigualdad y la impunidad. La corrupción y la enorme desigualdad que tenemos son lo que genera y reproduce la violencia.

Y los feminicidios. Habla de “violencia masculina”.

También consecuencia de la desigualdad, de la corrupción y del machismo.

Su padre fue guerrillero y luchó junto a Genaro Vázquez. ¿Qué le hizo a usted preferir la Universidad y la pluma al fusil?

Yo nunca tuve más opción que la Universidad, jamás. Para mí siempre fue claro que mi camino era ese. Y me arrepiento de haber abandonado lacarrera de Arquitectura, que estudiaba a la vez que Ciencia Política. En ese momento me pareció muy buena idea quedarme en Ciencia Política. Ahora me parece que hubiera sido quizá mejor idea la Arquitectura.

Siempre tiene presentes la diáspora y la emigración. Pero, además, sus personajes están siempre huyendo.

Tendríamos que separarlo en dos. Están los personajes que huyen en No contar todo, en una especie de abandono familiar, y está, por otro lado,el asunto de la emigración, que para mí ha sido siempre un tema fundamental y que marca la época en la que vivimos. No hay una sola zona de roce entre el primero y el tercer mundo en la que no esté pasando en tiempo real una crisis humanitaria: la frontera de América Latina con Estados Unidos, el Mediterráneo, las fronteras del Medio Oriente con Europa, el Sudeste asiático tratando de llegar a Japón, las economías del sudeste asiático tratando de migrar hacia Australia o Nueva Zelanda. Es la era de las grandes migraciones. Y la palabra migración se queda corta, porque no migra una persona, o dos, o tres o diez, migran los pueblos enteros para sobrevivir no solo como individuos, sino como comunidades. Vivimos la época de la gran diáspora, que está recrudecida por la crisis climática y que va e irá a peor.

Como politólogo, culpa de muchos males de México al neoliberalismo. Y parece que éste está muy de moda en algunas de nuestras sociedades.

Estuvo muy de moda, pero está empezando a caer en desgracia a favor de liberalismos distintos y de un hipercapitalismo y una economía mucho más acelerados. Es también el colofón de una época de destrucción de los recursos naturales.

“Los libros nos dan muchas menos alegrías que pesares y conflictos”. ¿Y por qué sigue escribiendo? ¿Es masoquista?

Si piensas en el tiempo de trabajo de una novela, que lleva muchos años,son más los momentos de angustia o de conflicto, de lucha con el trabajo, que los pequeños momentos de alegría. Lo que pasa es que éstos últimos son de una intensidad espléndida, esplendorosa. Yo no estoy escribiendo por alcanzar esos pequeños momentos de esplendor, pero, al final de cuentas, aunque sean menos, llevan a un lugar mucho más deseable, generan incluso adicción.

O sea, no escribe porque sea masoquista.

Al revés [risas].

Literatura aparte, ¿cuáles son sus gracias?

Pues pocas. Me gusta mucho pasar tiempo con la gente que quiero, que es poca, con los amigos. Disfruto mucho de pasear, de estar con mis perros.¿Pero qué diría que es una gracia mía? La cocina. Si pudiera dedicarme de lleno a algo me gustaría que fuera a cocinar.

La arquitectura y la cocina. Al parecer, se ha equivocado de camino con esto de escribir.

Totalmente.

En su familia la gente suele desaparecer, tiende a huir, a marcharse.¿Qué hace usted aquí todavía, rompiendo la tradición?

Intentándolo. Intentando romper la tradición. Me fui y ya volví.

Su abuelo simuló su propia muerte; su padre fue guerrillero; y usted se ha quedado en escritor. ¿Se ha acabado la imaginación en la familia Monge?

Más bien encontré un lugar en el cual retirarme sin tener que irme físicamente, y es precisamente la escritura. Cuando uno escribe, por lo menos en mi caso, no puedo hablar por todos los escritores, aunque he hablado con muchos de ellos y tengo muchos amigos escritores, empieza un proyecto y de algún modo uno empieza a germinar un universo paralelo, que va creciendo y creciendo. Y en el momento de mayor intensidad, de trabajo absoluto, uno puedo estar también físicamente en ese lugar,pasas menos horas aquí, en este espacio. Hace no mucho tiempo con una pareja platicaba esto, en un momento en el que estaba entre un proyecto y otro, y yo le decía: Ojalá tenga un proyecto, porque cuando no lo tengo estoy insoportable. Y si lo tengo, al menos estoy de buen humor. Y ella me decía: Yo prefiero que estés así a que tengas proyecto. Porque cuando no lo tienes al menos estás aquí. De algún modo creo que resume eso.

Confiesa que no baila y no canta. Y que es el único de su familia que no lo hace. ¿Qué otras limitaciones tiene?

Huy, bueno, por ahí por dónde empezamos. Me hubiera gustado ser centro delantero del Barça y no me dio el fútbol para eso, aunque no era tan malo. Me hubiera gustado tocar el piano y no lo sé tocar; me hubiera gustado pintar y tampoco tenía ningún tipo de destreza. Yo creo que uno es sus limitaciones, la reducción, la evaporación de sus limitaciones.

¿Pero no se inmuta oyendo a Vicente Fernández, a Lola Beltrán? ¿Sigue siendo el rey?

Una cosa es que no cante y que no baile y otra que no lo escuche. Escucho mucha música, muchísima. Como leo poesía y jamás escribiría poesía. Vicente Fernández, Pedro Infante… Crecí oyéndolos a todas horas. Ya ni me cuestiono si me gustan o no. Son parte de mi historia.

¿Y si Adelita se fuera con otro?

Pues que no regrese, jajaja. Que le vaya muy bien.

En Justo antes del final hay quien ve un Monge bastante autobiográfico, aunque no sea por primera vez. Está la figura de la madre, y vuelve sobre la invisibilidad, la locura, el miedo. ¿Por qué le interesan estas cuestiones?

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