Los 27 avalan la hoja de ruta de Borrell para Gaza, pero el tiempo se acaba y los obstáculos son demasiados

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Josep Borrell se juega el final de su mandato como jefe de la diplomacia europea en una iniciativa de paz para encauzar el que probablemente sea el conflicto más complejo del planeta desde hace cinco décadas. El español presentó este lunes a los ministros de Exteriores europeos, a varios árabes, al palestino y al israelí una hoja de ruta de 12 pasos que debe acabar en una conferencia de paz de la que saldría un Estado palestino al lado de Israel. Es lo que piden desde hace décadas varias resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la reiterada posición común de la Unión Europea, el consenso a 27, pero las líneas europeas no están tan unidas. Los 27 dieron su visto bueno político a la idea de Borrell, que podrá seguir adelante dando pasos, hablando con actores regionales e intentando que la diplomacia se imponga a las armas, pero la vía es estrecha, el mandato es corto y los obstáculos inmensos. Lo normal es que no logre nada, pero cualquier paso será un avance.

Los gobiernos europeos respaldan a Borrell porque a nadie se le ocurre una alternativa a la masacre continua de palestinos y al terrorismo de Hamás. El ministro de Exteriores israelí, Israel Katz, hizo oídos sordos al plan de Borrell, pero los 27 no tienen otra idea en la mesa, así que siguen adelante a pesar de sus divisiones. Aparecen claramente tres grupos. A un lado están los que presionan más a Israel, con España, Bélgica, Irlanda y Malta. A ellos se unieron este lunes la ministra de Exteriores finlandesa, Elina Valtonen, y el letón Krisjanis Karins, que llegó a hablar de usar medidas económicas, aunque se frenó antes de pronunciar la palabra ‘sanciones’. Al otro lado hay cuatro gobiernos contrarios a presionar a Israel y que consideran que cualquier alto el fuego permanente sería dar agua a Hamás, permitir que se armara, que se reorganizara. Son los de Alemania, Austria, Hungría y Chequia.

En medio la mayoría, que respalda la posición común europea y por lo tanto la creación de un Estado palestino, pero no se muestran como el grupo en el que se incluye España. Entre ellos están tres de los grandes: Italia, Polonia y Francia. El papel de París es clave, y su nuevo ministro de Exteriores, Stéphane Séjourné, llegó a decir el lunes que “la posición de Netanyahu es preocupante” después de que el primer ministro israelí dijera la semana pasada al presidente estadounidense Joe Biden que no aceptaba de ninguna manera un plan que llevara a crear un Estado palestino, colocándose así de nuevo fuera del consenso internacional y de la legalidad de Naciones Unidas. Las declaraciones de Séjourné muestran un pequeño giro en la posición francesa.

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La política europea hacia el conflicto es cacofónica desde que Hamás atacó en el sur de Israel el 7 de octubre pasado e Israel respondió con unos bombardeos masivos que llevan más de 25.000 víctimas mortales según la estimación de las autoridades sanitarias de Gaza, controladas por Hamás. Un plan de paz no equivale a una política exterior coherente, pero Borrell no puede ir más allá ni proponer nada más concreto por esa falta de consenso entre los 27. Declaraciones como la que hizo la semana pasada en Valladolid, cuando acusó al Gobierno de Netanyahu de haber financiado a Hamás para debilitar a la Autoridad Palestina controlada por Fatah, partido no islamista, es lo más lejos que puede llegar por su cuenta.

Borrell intenta poner por delante los conceptos que no dividen a los 27, por ejemplo que el conflicto tiene que resolverse negociando porque, repite, “no tiene solución militar”, aunque Israel bien puede entender que aplastar Gaza a bombazos y empujar a su población hacia Egipto sí es una solución militar. Borrell dijo el lunes que “intentando destruir a Hamás siembran el odio por generaciones”, en referencia a la forma israelí de hacer esta guerra. Y que la única solución a largo plazo es que nazca un Estado palestino, a lo que nadie en Europa se niega. Su documento lo deja claro: “En ausencia de un proceso de paz que busque lograr la solución de dos Estados, todo mecanismo de gobernanza y de seguridad creado en Gaza o en otro sitio será percibido como una extensión de la oposición y la negación de los derechos de los palestinos, y creará consecuentemente riesgos suplementarios para la seguridad”.

Borrell no va más allá concretando su plan por esa falta de consenso a 27. ¿Puede mover algo? Sería un éxito si consiguiera poner en marcha antes de dejar su puesto una “conferencia de paz preparatoria”. En esa conferencia se presentaría un primer proyecto para un plan de paz. El Alto Representante sabe que le queda poco tiempo en el convento, no busca ser renovado y cree, cuentan fuentes diplomáticas cercanas, que puede al menos poner en marcha esa conferencia de paz. Borrell no quiso siquiera concretar si en algún punto Hamás podría ser parte de la negociación. Un diplomático escandinavo contaba a infoLibre este martes: “La paz se hace con los enemigos, no con los amigos, en algún momento Hamás tendrá que estar en la negociación, aunque sea de manera indirecta a través de Qatar o Turquía, pero es iluso pensar que se pueda lograr algo sin ellos”.

Josep Borrell se juega el final de su mandato como jefe de la diplomacia europea en una iniciativa de paz para encauzar el que probablemente sea el conflicto más complejo del planeta desde hace cinco décadas. El español presentó este lunes a los ministros de Exteriores europeos, a varios árabes, al palestino y al israelí una hoja de ruta de 12 pasos que debe acabar en una conferencia de paz de la que saldría un Estado palestino al lado de Israel. Es lo que piden desde hace décadas varias resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la reiterada posición común de la Unión Europea, el consenso a 27, pero las líneas europeas no están tan unidas. Los 27 dieron su visto bueno político a la idea de Borrell, que podrá seguir adelante dando pasos, hablando con actores regionales e intentando que la diplomacia se imponga a las armas, pero la vía es estrecha, el mandato es corto y los obstáculos inmensos. Lo normal es que no logre nada, pero cualquier paso será un avance.

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