Dinero, cobertura y facilidad para entrar: por qué todos los nuevos partidos empiezan por las europeas
Cuando el 9 de junio los españoles vayan a su colegio electoral para votar en las elecciones europeas, se van a encontrar con muchas papeletas diferentes. Algunos, los que ya hayan recibido su voto por correo, ya habrán comprobado que las posibilidades son casi infinitas. Ahora Andalucía, Partido Regionalista del País Leonés, Extremeños, Iustitia Europa, Volt, Escaños en Blanco para dejar escaños vacíos, Cree en Europa, Futuro, La España olvidada existe, Soberanía Alimentaria Española, Partido Humanista o Piratas son algunos de los partidos sin representación en el Congreso que intentarán abrirse un hueco gracias a las europeas. Probablemente, a la mayoría no les volveremos a ver nunca más en una papeleta electoral, pero a otros, la aventura europea les puede salir muy rentable.
En nuestro país, y en Europa en general, los comicios europeos son la puerta de entrada tradicional para que los partidos políticos pequeños y de reciente creación intenten lograr su primera representación. ¿Y por qué sucede esto? Por las características tan distintas que tienen las elecciones europeas con respecto a otros comicios. “Todos los partidos pequeños que quieren arrancar y quieren ser viables comienzan en las europeas porque son las elecciones más permisivas para poder entrar”, explica el politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón.
Una directiva del año 2018, la Unión Europea termina de establecer que los comicios para la Eurocámara en los diferentes Estados miembros deben regirse por un sistema electoral proporcional, lo cual favorece a las formaciones más pequeñas. En países como España, además, se cambia la circunscripción provincial por uno de circunscripción única (se vota lo mismo en todo el país y sin división provincial), lo cual se traduce en que todos los votos valgan exactamente igual, algo que no sucede, por ejemplo, en las generales, donde la circunscripción provincial puede distorsionar el peso del voto.
Esto hace que partidos pequeños que en generales tienen muy difícil conseguir escaño puedan, con apenas 350.000-400.000 votos y siempre que la participación no sea muy alta (en europeas rara vez supera el 50%), lograr obtener representación. También facilita las cosas a formaciones con un gran volumen de votos, pero repartidos por las diferentes provincias españolas. Esto último es algo que penalizaba a partidos como UPyD o Izquierda Unida, que perdían, por culpa de la circunscripción provincial, muchos escaños en las generales.
De este sistema proporcional se nutrió también uno de los partidos más trascendentales para la UE en la última década, el Partido para la Independencia de Reino Unido, más conocido por sus siglas UKIP, y su heredero, el Brexit Party (ahora Reform UK). Ambas formaciones consiguieron un grandísimo resultado en las elecciones europeas desde 2004 hasta la salida definitiva de Reino Unido del club en 2020, defendiendo un discurso radical y basado en el Brexit. Su éxito en estos comicios (12, 13, 24 y 29 escaños de los 73 que enviaba Reino Unido) contrastaba con su nula presencia nacional. En las elecciones británicas, el UKIP no consiguió ningún tipo de representación, salvo en 2015, cuando tan solo logró un diputado con más de 3 millones de votos. Esa cantidad de apoyo fue mayor que en la mayoría de las elecciones europeas donde sí obtuvieron representación, pero a causa del sistema mayoritario inglés, donde el ganador se lleva el escaño del distrito sin ningún premio para la segunda o tercera fuerza, no pudieron rentabilizarlo.
Pero el auge del UKIP en Europa no sólo tiene una explicación en la circunscripción única. También la tiene en la forma de votar de los electores, que cambia en las elecciones comunitarias. “La gente piensa que en las europeas se juega menos, algo que es totalmente mentira. Es decir, el cálculo de los votantes a la hora de ir al colegio es diversísimo, pero tiene un componente sobre la percepción que tiene de las elecciones. En las europeas, como se perciben como unos comicios más alejados y que tienen menos incidencia, la gente está más dispuesta a hacer experimentos con su voto y a probar cosas nuevas”, describe Verónica Fumanal, politóloga y experta en comunicación política.
Este voto menos estratégico beneficia a las formaciones más pequeñas que, como describe Simón, suelen estar en posiciones más extremas y tener unos liderazgos más personalistas que las ya establecidas. Además, la percepción de los votantes de que las europeas son elecciones menos importantes también favorece un voto de castigo o descontento que igualmente beneficia a estos partidos. Todo ello hace, por tanto, que las elecciones europeas sean un momento perfecto para que las formaciones pequeñas o de nueva creación ganen relevancia a nivel mediático o incluso institucional, y que todo ello les sirva de trampolín para hacerse fuertes en las sucesivas elecciones nacionales.
Pero el beneficio de entrar en el Parlamento Europeo no es solo político. Sumado a esa mayor presencia institucional y mediática, las europeas dan un elemento clave para crecer: el dinero. El beneficio económico de las formaciones que consiguen representación en este tipo de comicios es mucho mayor que en otros como los autonómicos, municipales e incluso generales. “En europeas, la dotación presupuestaria es por diputado. Es decir, que cada uno tiene, además de un sueldo, un presupuesto que se supone que es para que en sus países de origen hagan proselitismo y puedan tener una oficina de eurodiputado. Sin embargo, a la postre eso no pasa y la mayoría de ellos lo utiliza para engrosar las arcas del partido”, asegura Fumanal. En nuestro país, el Estado pagará a los partidos un total de 32.500 euros por cada escaño conseguido en estas elecciones (más de 10.000 euros por encima de lo que pagan por elecciones), además de 1 euro por cada voto que logren las formaciones el 9J. Un bote muy apetitoso que se suma al sueldo de eurodiputado, unos 9.000 euros limpios y unos 26.000 euros en concepto de contratación de asistentes.
En España, quizás, el partido que mejor ha sabido combinar esa fusión de financiación y de presencia institucional y mediática derivada de las europeas ha sido Podemos. La formación de Pablo Iglesias irrumpió en el Parlamento Europeo en 2014 con más de un millón de votos y 5 escaños, un resultado que supieron capitalizar hasta llegar a los 5 millones de votos en 2015 en las elecciones generales y a entrar en el Gobierno en el año 2020.
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Sin embargo, no todos los partidos tienen ese éxito tras una repentina irrupción en la Eurocámara: “Hay que distinguir dos tipos. Hay elecciones europeas que anticipan un cambio profundo que comienza ahí y que luego tendrá lugar a nivel nacional. Esto lo vivimos en Italia en 2019 con la mejora de La Liga o con la propia experiencia de Podemos en España. Pero luego, hay otros casos donde pequeñas formaciones consiguen representación porque, en un contexto determinado, saben capitalizar un voto protesta que luego no va más allá de ese determinado momento. Sería el ejemplo de la lista de Ruiz Mateos en España, o en otros países con el Partido de la Cerveza o el Partido Pirata. Todas ellas son formaciones más pegadas a un fenómeno concreto que a un cambio estructural”, explica Simón.
En cualquiera de los casos, los partidos de este tipo no suelen tener demasiado peso, una vez dentro, ni en las decisiones del Parlamento Europeo ni en las instituciones de la UE. Muchos de ellos tienen un enfoque centrado en la política nacional, y otros, como también comenta el politólogo, suelen acabar en el grupo de los no inscritos, es decir, fuera de los grandes grupos ideológicos que vertebran la Eurocámara. “Dentro de los no inscritos no sueles poder estar en los comités más representativos ni tampoco presidir comisiones. Así que, al final, lo importante para estos partidos es más el dinero que la influencia dentro del Parlamento Europeo. De hecho, muchos se quedan haciendo política solo a nivel nacional sin casi pasar por Estrasburgo”, describe Simón.
Sin embargo, pese a que su influencia sea menor, su peso en una Eurocámara tan dividida como la que se prevé que salga del 9J puede dar a estos partidos una mayor presencia. “En unas elecciones tan polarizadas como estas, donde va a haber tanta diversidad política, 3, 4 o 20 eurodiputados pueden ser fundamentales. La Europa de las grandes mayorías ya no existe, de hecho, este año la gran coalición ya no era suficiente. Sí es cierto que estos partidos más ajenos al sistema pueden ser inocuos en un contexto de gran mayoría en la UE, pero depende de cómo quede el parlamento después del 9J pueden ser claves”, concluye Fumanal.