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El cambio de estrategia de la Casa Real para popularizar la monarquía tensa el equilibrio institucional con el Gobierno

Macron ya no es el caballero blanco de la UE y el liderazgo de Francia se difumina

La Oda a la Alegría sonaba jubilosa en la explanada del Louvre, donde estaba instalado un escenario de grandes pantallas y banderas de Francia y la Unión Europea. Un joven Emmanuel Macron celebraba su rotundo triunfo electoral frente a Marine Le Pen. El cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, himno oficial de la UE desde 1985, portaba un implícito mensaje: el nuevo ocupante de El Elíseo era el caballero blanco del proyecto comunitario.

Macron tenía 39 años y se convertía en el primer presidente electo que no pertenecía a una de las dos grandes formaciones de la V República. Venía de las filas socialistas pero era un outsider, un exbanquero convertido en ministro de Finanzas que mató a su padre político, Francois Hollande, para abandonar su Gobierno y posicionarse en el centro francés como liberal y alternativa al sempiterno turnismo galo.

El líder del nuevo movimiento En Marche desembarcó en París con el objetivo de evitar que la segunda potencia de la UE cayese en manos de la ultraderecha soberanista, al tiempo que buscaba en Bruselas revitalizar el motor francoalemán del proyecto comunitario, como contrapeso a los recelos de Angela Merkel sobre una mayor integración. Con la canciller en su último mandato, era el momento de que los dos grandes países liderasen de nuevo sin la rivalidad norte versus sur, austeros frente a países endeudados.

Siete años después y con una conservadora alemana al frente de la Comisión Europea, Macron es un pato cojo, como los presidentes estadounidenses sin poder político real en su segundo mandato. Sin mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional, en sus niveles más bajos de popularidad, a menos de tres años de su retirada política y con escasos socios en Bruselas, el caballero blanco ya no lidera la UE.

La italiana Giorgia Meloni es hoy la política más influyente en Europa para el medio Politico, en una clasificación que lidera por delante de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, y de Vladimir Putin. La española Nadia Calviño ocupa el quinto puesto como responsable del Banco Europeo de Inversiones, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, el 27 y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el 28.

Emmanuel Macron no aparece en ese ranking ni tampoco en otros secundarios elaborados por ese diario digital, como los de los perturbadores o los soñadores. Su rival Marine Le Pen ocupa la posición decimocuarta en el principal y la número cuatro en el de perturbadores, bajo el epíteto de La Espada de Damocles. La reciente caída del gobierno tecnocrático de Michel Barnier diseñado por Macron muestra cuán elocuente es ese apodo. Este viernes, François Bayrou, líder del partido Movimiento Democrático, fue nombrado primer ministro.

La caída en desgracia

Para el economista e investigador francés Victor Warhem “estamos un momento en el que el presidente parece más débil que nunca”. Warhem cree que “la caótica situación política francesa genera considerables dudas” sobre la habilidad de Macron para influenciar en la política europea. La caída en desgracia del antaño caballero blanco europeo se precipitó cuando en junio decidió adelantar las elecciones legislativas francesas. Su partido sufrió una severa derrota y fue relegado a mera comparsa del Nuevo Frente Popular de izquierdas para evitar in extremis la victoria de la extrema derecha de Rassemblement National.

Sin un gobierno del mismo color, el Centres for European Policy Network explicó que “Emmanuel Macron debería continuar siendo activo en el Consejo Europeo, quizás más que antes, ya que la política exterior sería una de las pocas áreas en las que seguirá ejerciendo plenos poderes”. El think tank reconocía que “la influencia de Francia se mantendrá posiblemente fuerte en Bruselas para los próximos años” pero el escenario podría cambiar “si el presidente Macron es forzado a dimitir”.

Igual que Francois Mitterrand y Jacques Chirac en sus años de cohabitación, defensa y política exterior son las anclas a las que los expertos esperan que se agarre. “Es una apuesta segura que intentará influenciar en las políticas europeas lo máximo posible lanzando nuevas iniciativas, con repercusiones, empezando por las decisiones del Consejo Europeo”. Pero este esfuerzo comunitario se verá ensombrecido por un ejecutivo de distinto color. Es el escenario que observa Eric Maurice, antaño corresponsal en Bruselas y ahora analista político del European Policy Centre. “Él puede estar en una posición menor para imponer su agenda a los socios europeos, para dirigir el rumbo de la UE”, señala Maurice, quien recuerda al respecto los ambiciosos discursos pasados del presidente francés.

París pierde peso en la UE

En el momento de mayor estrellato comunitario, Macron consiguió para Francia la presidencia del Banco Central Europeo, donde colocó a la conservadora liberal Christine Lagarde, directa desde el FMI, a cambio de apoyar a Von der Leyen para la Comisión. En los comicios europeos del 2019, sus eurodiputados de Renaissance impulsaron en un 50% los escaños del tradicional grupo liberal para situarlo como tercera formación de la cámara, forzando un cambio del nombre, que pasó a llamarse Renew Europe.

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Llegó la pandemia, y el presidente galo trabajó con Merkel para sacar adelante los fondos de recuperación, recogiendo diferentes propuestas de los Gobiernos español, italiano y portugués ofreciendo a Von der Leyen el necesario respaldo político. En esos años, tres liberales dirigían el Benelux: Mark Rutte en Países Bajos, Charles Michel en Bélgica y Xavier Bettel en Luxemburgo. Macron acostumbraba a tomar con ellos una cerveza en selectas brasseries de Bruselas cuando terminaba el segundo día de las cumbres europeas. Poco después, situó a Michel como presidente del Consejo Europeo. Ninguno de eses tres políticos está ya en el poder, apartados por formaciones de derechas o extrema derecha.

Hoy, Renew es la cuarta fuerza del Parlamento Europeo y los legisladores macronistas han pasado de 21 a sólo cinco. A Francia aún le queda Lagarde en el BCE y, como segunda potencia de la UE, situó al exministro de Exteriores de Macron, Stéphane Sejourné, en una vicepresidencia de la Comisión, la de la Política Industrial y el Mercado Interior. Pero hay otros cinco vicepresidentes más, la española Teresa Ribera es la primera y mano derecha de Von der Leyen, responsable de Competencia y toda la transición verde, y una popular finlandesa ocupa la segunda vicepresidenta.

“La influencia de Francia en Europa se mantiene pero es frágil”, concluye Victor Warhem. Aunque Macron “busque formar un nuevo gobierno que minimice el daño infligido por las políticas que ha llevado a cabo en los últimos siete años”, el investigador duda que consiga su objetivo. Sólo un 22% de los franceses confían en él. Y en Bruselas Von der Leyen se apoya ya sin disimulo en los ultraconservadores de Meloni, mientras mantiene cerca a los socialdemócratas por sus escaños en la Eurocámara y su relación con Pedro Sánchez.

La Oda a la Alegría sonaba jubilosa en la explanada del Louvre, donde estaba instalado un escenario de grandes pantallas y banderas de Francia y la Unión Europea. Un joven Emmanuel Macron celebraba su rotundo triunfo electoral frente a Marine Le Pen. El cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, himno oficial de la UE desde 1985, portaba un implícito mensaje: el nuevo ocupante de El Elíseo era el caballero blanco del proyecto comunitario.

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