La preguerra de Tusk contra la moderación de Sánchez: el duelo de discursos en pleno rearme de la UE

El presidente del Consejo, Charles Michel, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez y el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, durante una cumbre europea en Varsovia.

“Estamos en un escenario de preguerra”, “no hay que excluir el envío de soldados a Ucrania”, “cualquier escenario es posible” o “la UE debería pasar a un régimen de economía de guerra”. Son algunas de las frases que han ido dejando en los últimos meses, a cuentagotas, algunos de los líderes más importantes de la Unión Europea. Desde el presidente francés, Emmanuel Macron, que días después tuvo que matizar sus declaraciones sobre el envío de soldados ante la oleada de críticas que recibió, al primer ministro polaco, Donald Tusk, uno de los líderes europeos más contundentes en lo relativo a la guerra de Ucrania y que ya habla literalmente de una época de "preguerra", los 27 han endurecido considerablemente su discurso sobre la invasión rusa durante estas últimas semanas. 

Y esa subida de tono no ha llegado solo de los Ejecutivos de los países miembros, sino que también líderes comunitarios como el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, o la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, han expuesto a las claras el riesgo de una situación de guerra total con Rusia. El Consejo llegó a avisar, incluso, durante su última reunión, que la sociedad civil debía estar preparada para “todos los peligros”. Algo reseñable porque, hasta ahora, la UE había evitado hablar de un conflicto total donde los ciudadanos europeos se pudieran ver afectados directamente.

Pero la escalada dialéctica no se ha quedado tan solo en palabras, muchos países, sobre todo aquellos ubicados en el este de Europa, han pasado a los hechos llevando a cabo un verdadero cambio de paradigma en cuanto a su política sobre defensa. Finlandia, uno de los países fronterizos con Rusia y que, por tanto, más temen un ataque del régimen de Putin, lleva años preparándose a todos los niveles para resistir en el caso de que se produzca una invasión. Construcción masiva de búnkeres, formación de la sociedad civil o la implementación de sistemas de alarma son algunas de las muchas medidas llevadas a cabo en el país que gobierna el político de centroderecha Petteri Orpo.

Sin embargo, no solo los países fronterizos con Rusia están tomando cartas en el asunto. Otros, como Dinamarca, también viven una nueva era en cuanto a la seguridad. Tanto es así que el Parlamento del país eliminó un día festivo (el Gran Día de Oraciones, cuarto viernes después de Pascua de Resurrección) para destinar todo el dinero generado ese día a la inversión militar y a la modernización de su ejército. La iniciativa suscitó críticas por parte de los partidos más a la izquierda, pero fue aprobada por la cámara por una amplia mayoría, algo impensable hace unos años.

A las subidas presupuestarias se suma la intención de la primera ministra, la socialdemócrata Mette Friederiksen, de obligar a las mujeres a realizar el servicio militar y aumentar la duración del mismo de los cuatro meses actuales a los once. Además, en otros países como Alemania ya trabajan para que la mili vuelva a ser obligatoria. En el caso de los germanos, el servicio militar fue suprimido en 2011 por Angela Merkel, pero ahora la amenaza rusa parece hacer que el Ejecutivo de Scholz se replantee su retorno. A las voces que piden un regreso de la mili se suma la primera ministra estonia, la liberal Kaja Kallas, una de las políticas más duras contra Putin de toda la Unión Europea. "Por supuesto, cada país decide por sí mismo, todos somos democracias, pero recomiendo el servicio militar en muchos aspectos", señaló la líder báltica recientemente.

No son ni mucho menos países gobernados por la extrema derecha. De hecho, tanto Dinamarca como Alemania están regidos por la izquierda. Además, estas medidas tampoco son cosa de un Estado concreto, sino de muchos. Por ello, nos tenemos que plantear que verdaderamente las circunstancias de seguridad y las percepciones que estos países tienen son muy diferentes a las que tenemos nosotros”, explica Mercedes Guinea, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid y experta en política exterior y de seguridad de la Unión Europea 

Guinea recuerda que muchos de estos países han cambiado, en los últimos tiempos, su posición estratégica con respecto a su postura tradicional. Suecia o Finlandia, por ejemplo, que se habían mostrado históricamente como países neutrales y no alineados, han tomado partido no solo aumentando sus capacidades de defensa sino también entrando en la OTAN. Otros Estados, aunque no neutrales, igualmente han dado un giro de 180º a sus culturas, cambiando de ser potencias civiles a tener un peso mayor en lo militar. “Todo esto llama mucho la atención, porque nos hace ver que ellos perciben la amenaza de una guerra como muy real. En el norte de Europa, el tema del conflicto es mucho más que retórica”, zanja Guinea.

Uno de los mayores puntos de inflexión en esta retórica, considera la experta, es la filtración de unos supuestos planes de paz para Ucrania de Donald Trump, publicados por el diario The Washington Post. En el caso de llegar el republicano a la presidencia, según afirman fuentes anónimas, la guerra se acabaría “en 24 horas”. ¿Cómo? Básicamente, adoptando la llamada paz por territorios, es decir, entregar a Rusia los lugares de Ucrania actualmente ocupados y garantizar la no entrada de Ucrania en la OTAN, a cambio de que Putin asegure la paz y se aleje de China. Una estrategia que, temen desde los países del este, acabe produciendo que Rusia no se quede solo en Ucrania y, al ver que puede ampliar sus territorios mediante anexiones ilegales, también les invada a ellos.

¿Realismo o electoralismo?

Por todo ello, esta subida de tono puede tener una explicación en esa percepción de riesgo creciente, pero para Víctor Burguete, profesor e investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), el alarmismo de ciertos líderes de la UE obedece a otra variable: el electoralismo. La proximidad de los comicios europeos del 9 de junio ha hecho, en su opinión, que muchos de los actuales mandatarios suban el tono para ganar votos de los ciudadanos. “Si vemos de dónde vienen las declaraciones más alarmistas, observamos que en su mayoría llegan de líderes políticos conservadores y liberales, como puede ser Donald Tusk, Von der Leyen, Kaja Kallas, Charles Michel o el propio Emmanuel Macron. El tema de la defensa es algo que beneficia más a la derecha”, explica Burguete.

La hoja de ruta de estos políticos responde, para el investigador, a una estrategia electoral frente a la extrema derecha, la cual, según las encuestas, parece que subirá sobremanera su representación en la Eurocámara. Por ejemplo, en el caso del presidente francés, su posición más firme en cuanto a la guerra de Ucrania trataría de erosionar a Agrupación Nacional, partido de Marine Le Pen y que ha sido acusado en repetidas ocasiones de tener vínculos con Vladímir Putin. Además, el experto recuerda que, paradójicamente, los partidos que más están hablando de una solución no militar a la invasión y de una paz son precisamente esos partidos de extrema derecha más próximos a no seguir luchando contra Rusia.

Otro de los puntos a considerar para entender la subida de tono es el aumento en gasto en defensa y el impulso que la UE quiere dar a su política de defensa. “Una vez revisado el presupuesto de la UE, la ayuda a Ucrania depende cada vez más del apoyo individual de los países o de iniciativas concretas por parte de varios Estados, pero desde lo comunitario, poco más se puede hacer. Así que, si quieres incrementar el gasto en defensa como país para ayudar a Ucrania, hay que explicarlo a los ciudadanos. Puedes hacerlo de forma más didáctica o aumentar la percepción de una amenaza para que la población acepte estos incrementos de presupuesto de forma más sencilla”, explica Burguete.

El papel de España 

En este contexto, España ha optado por no seguir la senda más alarmista de los otros Estados miembros de la Unión Europea. “No se puede hablar alegremente de terceras guerras mundiales ni trasladar unos mensajes que, evidentemente, preocupan a la ciudadanía. Los ciudadanos quieren que sigamos apoyando a Ucrania, pero tenemos que utilizar otro lenguaje. No me siento reconocido cuando se habla de convertir a Europa en una economía de guerra ni con expresiones como tercera guerra mundial”, decía Sánchez al término del último Consejo, desmarcándose de los líderes más alarmistas. 

Una línea que siguió tras el ataque de este domingo de Irán a Israel, donde puso el foco en la "contención" y en la "responsabilidad". "Debemos aprender de la historia y hallar una forma de resolver los conflictos por la vía diplomática, evitando a toda costa una escalada aún mayor", escribía en su cuenta de X, antes Twitter.

Esta posición del Gobierno se puede explicar, sobre todo, por la vía social. En nuestro país, tradicionalmente, los aumentos en defensa son mal recibidos por parte de la sociedad y, en particular, por los potenciales votantes de las fuerzas de izquierda. A todo ello se añade que Sumar, el principal socio en el Gobierno de Sánchez, ya ha mostrado en más de una ocasión su deseo de apostar por el pacifismo y por vías diplomáticas para solucionar el conflicto y su incomodidad por el envío de tanques Leopard a Ucrania. Si añadimos que España es uno de los países más alejados de Rusia y con una de las sociedades de Europa menos militaristas, tenemos el cóctel perfecto para entender los mensajes de Sánchez.

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Sin embargo, Guinea advierte de que en el contexto de guerras híbridas que estamos viviendo, la situación de España es también de riesgo. Y Putin es un experto en este tipo de ataques, que no se dan en el campo de batalla ni se llevan a cabo con tanques y munición, sino con ataques informáticos a infraestructuras estratégicas o con fuertes campañas de desinformación. España, recuerda la experta, ya sufrió un ciberataque al SEPE hace unos años, lo cual demuestra que la lejanía no es una garantía de seguridad.

Sin embargo, España parece ser, pese a esa retórica, muy consciente de los riesgos de la situación global. Recientemente, nuestro país fue uno de los principales impulsores del escudo anti-hackers de la Unión Europea, el cual protegerá las infraestructuras estratégicas comunitarias frente a los ciberataques y, además, España es uno de los Estados, junto a Francia e Italia, que más participa en misiones de defensa en toda la UE.

La propia ministra de Defensa, Margarita Robles, ha advertido en repetidas ocasiones sobre el peligro de un conflicto a gran escala, con posiciones cercanas a algunos de los líderes europeos más al este: “La amenaza de guerra es absoluta y la sociedad no es del todo consciente", decía en una entrevista reciente en La Vanguardia. “Aquí la cuestión no debe ser generar alarma por generar alarma, sino prepararnos para lo que pueda suceder”, zanja Guinea.

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