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100 años del fin de la Guerra Civil rusa, el sangriento conflicto que dio paso a la Unión Soviética
25 de octubre de 1917. La Revolución Bolchevique había triunfado con Vladimir Lenin y León Trotski al frente del poder. En menos de un año los tres siglos de la dinastía de los Romanov dejaban de formar parte de la historia de Rusia y un nuevo ciclo político se abría paso. La revolución de febrero de 1917 había generado el clima proclive para que Nicolás II, último zar de Rusia, renunciara a su trono desde un tren atrapado en la localidad de Dno (gobernación Pskov). De aquel estallido social surgió un nuevo Gobierno provisional encabezado por Alejandro Kérenski, un socialista moderado, que había sido incapaz de sacar al país de la Primera Guerra Mundial.
La continuación del Ejército ruso en el conflicto bélico y la política de espera del Ejecutivo —con medidas que no llegaban como la reforma agraria—, dilapidaron la paciencia de los bolcheviques (ala más radical del Partido Socialista Obrero de Rusia) que tomaron rápidamente el poder de Petrogrado (actual San Petersburgo) a través de una insurrección militar, conocida como la Segunda Revolución rusa o la Revolución de Octubre. Paradójicamente fue una revuelta más bien pacífica y prácticamente sin bajas, una constante que cambió con el inicio de la Guerra Civil. Aquellos primeros pasos que condujeron al triunfo por primera vez en la historia de una revolución obrera quedaron plasmados en las páginas que el periodista norteamericano John Reed escribió en su libro Diez días que estremecieron al mundo (1919).
El nuevo gobierno encarnado en el Consejo de Comisarios del Pueblo y presidido por Lenin dictó las primeras medidas, entre ellas: la disolución de la Asamblea Constituyente el 6 de enero y la firma del Tratado de Brest-Litovsk, que en marzo de 1918 dio por acabada la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial. La adopción de estos primeros decretos provocó la reacción de los sectores nacionalistas, pro-monárquicos y conservadores, que, organizados militarmente, se enfrentaron a las fuerzas del nuevo poder soviético, derivando en una cruel guerra civil entre finales de 1917 y 1921 que dejó más de siete millones de muertos.
Los primeros pasos hacia la guerra
A finales de 1917 y principios de 1918 el nuevo régimen gozaba de una serie estabilidad. No obstante, el Partido Bolchevique era una facción minoritaria en los soviets —consejos de trabajadores que funcionaban como organismos de democracia directa llegando existir más de 900— y sólo controlaban el centro del país, donde se encontraban las principales regiones industriales. Mientras, en el sur se gestaba una pequeña fuerza militar, aproximadamente de unos tres mil hombres, llamada ejército de voluntarios. Aquel pelotón fue articulado por los antiguos generales zaristas Mijaíl Alexéyev y Lavr Kornílov y se convirtió en el embrión del Ejército Blanco, la principal fuerza de combate contra los bolcheviques. Por su parte, estos últimos en enero de 1918, bajo las órdenes de Trotski, que había sido designado comisario de guerra, reagruparon aquella milicia de voluntarios conocida como Guardia Roja en una fuerza militar profesional que pasó a llamarse el Ejército Rojo.
Con la guerra civil ya en marcha, el comunismo de guerra empezaba a ser una realidad en la nueva Rusia. Este nuevo sistema político y económico, decretado por el Consejo Superior de Economía, conocido como Vesenjá (VSNJ), adoptó una serie de medidas que incrementaron la tensión en el campo derivando en una auténtica guerrilla campesina (julio-agosto). El objetivo de esta política económica era mantener al Ejército Rojo y abastecer a las ciudades de armas, alimentos y otros suministros. Miles de campesinos armados que habían rechazado su reclutamiento forzoso en ambos ejércitos y la colectivización agrícola se nutrieron de los desertores de los dos bandos y formaron un tercer ejército conocido como Verde, llegando a ocupar vastos territorios de Siberia Oriental.
“Solo obtendremos los cereales utilizando los fusiles. Nuestro partido está a favor de la guerra civil. La guerra civil es la lucha por el pan... ¡Viva la guerra civil!”, vitoreó Trotsky en unos de sus mítines, mientras anunciaba el programa electoral del nuevo régimen. Entre las principales disposiciones se ordenó la abolición de la propiedad privada de la tierra, la nacionalización de bancos e industrias y la planificación de la producción agrícola en manos del Gobierno. En el mes de junio se instauraron los comités de campesinos pobres, encargados de colaborar estrechamente con las oficiales bolcheviques denunciando quienes ocultaran productos agrícolas. En el plano militar se exigió máxima disciplina en el ejército y el obligatorio reclutamiento de miles de antiguos ex oficiales y suboficiales del Ejército Imperial Ruso, que bajo la amenaza de cárcel o de muerte se unieron.
El asesinato de los Romanov
La noche del 17 de julio de 1918, los bolcheviques encabezados por YákovYurovsky levantaron de la cama la una y media de la madrugada a la familia Romanov y a tres sirvientes y los bajaron al sótano de la casa. "La Dirección General del Soviet Regional, satisfaciendo la voluntad de la revolución, ha decretado que el antiguo zar Nicolás Romanov, culpable de incontables crímenes sangrientos contra el pueblo, debe ser fusilado". Fueron las últimas palabras que escucharon los miembros de la familia real antes de que fueran ejecutados. Los once cuerpos serían trasladados en un camión. Las muertes no se confirmaron oficialmente hasta 1926.
Aunque no hay un consenso claro sobre cuándo empezó la guerra, en unos casos se ha señalado la formación del triunvirato Alexéyev, Kornílov, Kaledin (Ejército Blanco) y su ofensiva sobre la Rostov revolucionaria (diciembre de 1917), en otros el levantamiento checoslovaco (mayo de 1918). Algunas fuentes historiográficas ven en la firma de Brest-Litovsk (marzo de 1918) el origen de la contienda, otras el levantamiento eserita de izquierdas en Moscú (julio de 1918). No obstante, para el historiador y profesor de la universidad de Glasgow, Evan Mawdsley, no hay duda de que la guerra civil rusa comenzó con la propia Revolución de Octubre. Así lo reflejó en su libro Blancos contra rojos: La Guerra Civil rusa. En esta línea, para Mawdsley la revolución no podía considerarse “triunfante” hasta que el Ejército Ruso venciera en la Guerra Civil.
Las primeras insurrecciones internas
Tras la Revolución de Octubre el Gobierno bolchevique controlaba gran parte del centro del país, donde se encontraban las principales ciudades, entre ellas Petrogrado, Moscú, Vólogda, Yaroslav o Tula. Sin embargo, una cosa era tomar el poder y otra era gobernar en un vasto territorio como era el ruso. Las principales áreas que quedaron al margen del dominio soviético fueron Transcaucasia, Finlandia, cuatro provincias ucranianas y las regiones del Don, del Kubán y de los cosacos de Oremburgo. Pero el sector de la contrarrevolución más conservadora dominado por los oficiales del Ejército imperial, de ahí el nombre de “blancos” (por el color del uniforme militar de la época de los zares), no tardaron en producir alzamientos anti soviéticos en varias ciudades del país, que llegaron a conformar un Gobierno provisional en septiembre de 1918 con sede en Omsk. No obstante, la llegada del almirante Aleksandr Kolchak, con el respaldo de británicos y franceses, —se había comprometido a pagar la enorme deuda exterior rusa que había sido rechazado por el Gobierno bolchevique— dio un golpe de estado en noviembre de 1918 declarándose gobernante supremo de Rusia y el primer paso fue reemplazar el gobierno provisional de los blancos por una dictadura militar. A pesar de que bajo su liderazgo las tropas blancas lograron algunos logros militares, en el invierno de 1919 los bolcheviques tomaron Omsk y en enero de 1920 Kolchak fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento rojo.
Un frente de 8.000 kilómetros
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Al mismo tiempo que sucedía la guerra civil rusa, Europa vivía las últimas batallas de la Primera Guerra Mundial. Con la firma del Tratado de Brest-Litovsk Rusia había devuelto al Imperio austrohúngaro y Alemania, los territorios ocupados de Polonia y los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania). La cesión de estas regiones a los imperios centrales acrecentó la preocupación de los aliados por el hundimiento del frente del Este y por las grandes cantidades de suministros en los puertos rusos (Arcángel, Múrmansk, Vladivostok) que podrían ser requisados por alemanes y bolcheviques. El deseo de resucitar el frente oriental y frenar el avance del comunismo provocó la entrada en el conflicto ruso de catorce potencias internacionales, entre ellas Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña o Francia. Desde los bosques del lejano norte a las montañas del Cáucaso y los desiertos de la Asia Central, las fuerzas antibolcheviques apoyadas por los países occidentales atacaron el centro del país, en un frente que llegó a extenderse hasta 8.000 kilómetros. Tropas francesas e inglesas desembarcaron en la Rusia meridional y septentrional, mientras que en Siberia intervinieron contingentes estadounidenses y japoneses.
A pesar de la cantidad de frentes que se abrieron paso por toda Rusia —las tropas blancas llegaron a controlar Kiev, y estuvieron muy cerca de Moscú (400 kilómetros) y de Petrogrado— el Ejército Rojo acabó con todas las ofensivas de los contrarrevolucionarios que se dirigían a las principales capitales rusas. El triunfo de los bolcheviques ya era una realidad en 1921. Desde 1920 la resistencia había sido mucho menor y los grandes combates habían cesado. Sin embargo, algunos historiadores señalan que la Guerra Civil finalizó el 25 de octubre de 1922, momento en el que las tropas blancas fueron derrotadas en los puertos de Vladivostok y Ayán, últimos focos de resistencia contrarrevolucionarios. Pero, aún con la caída de Vladivostok el ejército blanco opuso resistencia hasta el 17 de junio de 1923.
La Nueva Política Económica conocida por las siglas NEP, marcaría el final de la guerra civil y el futuro de la Unión Soviética. Con una Rusia arrasada por el casos de la Gran Guerra, la Guerra Civil y la dura intervención militar extranjera, el nuevo ciclo económico duró hasta 1928. La reconstrucción de la pequeña y mediana empresa y las facilidades del Gobierno de Lenin de la llegada de inversiones externas, implicó cierta recuperación económica.