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La poesía escondida que Begoña M. Rueda advierte en 'Cuarto Milenio': "Veo incluso las reposiciones"

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La vida se construye sobre lugares escondidos. Rincones que apartamos de nuestra vista, olores que no queremos oler, palabras que no queremos pronunciar y miedos que no queremos vivir. Alejar lo más posible de nuestra vida cotidiana, el dolor, la muerte, ha hecho parecer que esos sentimientos y lugares no existen, aunque, por desgracia, tan solo les estamos dando la espalda y fingiendo que no están. Sin embargo, en algún momento, tarde o temprano, debemos darnos la vuelta y enfrentarnos a ellos. 

Begoña M. Rueda (Jaén, 1992) ha conseguido con su poesía abrirnos la puerta de uno de esos lugares y obligarnos a mirar a los ojos a todo el dolor que hay en la lavandería de un hospital. En su libro Servicio de lavandería, galardonado en el año 2021 con el Premio Hiperión, uno de los más prestigiosos en cuanto a lírica joven, la poeta nos muestra cómo la enfermedad se limpia con dos lavadoras industriales, cómo la muerte se apila en cajas de cartón o cómo la ropa que planchaba ayer, hoy ya no tiene dueño. De este modo, el libro es el desgarrador testimonio del trabajo de la autora en una de esas lavanderías hospitalarias durante los peores momentos de la pandemia del covid-19 y que tiene mucho de clase, de cuidados y de miedo. 

Un clasismo que la poeta todavía sufre cuando, como ella misma relata, otros escritores la miran por encima del hombro por su trabajo. Sin embargo, y por mucho dolor de cuello que puedan tener otros poetas, Rueda se ha convertido en los últimos años en una de las escritoras jóvenes más galardonadas e importantes de nuestro país. Además del Premio Hiperión, la andaluza ha sido premiada con el Premio Luis Cernuda, el Premio de Poesía Dionisia García de la Universidad de Murcia o el Premio de poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina. Hoy, la joven poeta ha dejado a un lado sus versos y nos viene a relatar su placer culpable.

La poeta confiesa que le apasiona el programa de televisión Cuarto Milenio. Después de casi 20 años en antena, el programa dirigido por Iker Jiménez y emitido en Cuatro, se ha convertido en una auténtica referencia en la parrilla televisiva, trascendiendo al público tradicional de los programas de misterio para convertirse en parte de la cultura popular de nuestro país. Y a una de esas personas a las que cautivó desde el principio fue a Rueda, que lleva subida a la nave del misterio desde su despegue allá por 2005. “Lo sigo desde la primera temporada y me veo hasta las reposiciones”, admite. 

Una afición que en ningún momento ha llevado en secreto pese a ser, de alguna forma, un placer culpable para ella. “En realidad lo confieso y para nada me escondo”, cuenta la escritora andaluza. De hecho, Rueda considera Cuarto Milenioun programa para mentes curiosas que se cuestionan lo posible y lo imposible, que va más allá y que también saca a la luz historias de nuestra gente y de nuestro patrimonio más bien desconocidas”.

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Precisamente, esa curiosidad es la que le impulsó a ver el programa y, confiesa, desde entonces no ha parado. “Desde niña considero tener una mente inquieta que se cuestiona cuanto le rodea”, comenta la poeta. Por ello, la poeta dice canalizar ese afán por poner en tela de juicio el mundo en el que vive a través del lenguaje poético, pero otras veces también a través de ver su programa de televisión favorito. Así, en su opinión, todo producto cultural con la capacidad de despertar un “afán de conocer y de cuestionar cualquier asunto, desde lo más básico hasta lo más descabellado”, puede ser considerado buena cultura.

Para seguir, la poeta tiene dos recomendaciones para nosotros, la primera ver Cuarto Milenio, y la segunda, leer muchos libros para abrir la mente y, como consecuencia, ir perdiendo los complejos. “¡Pues anda que no encuentro yo poesía tanto en un libro de Idea Vilariño como los domingos en la Nave del Misterio! Cuando los aliens vengan a por mí (que vendrán y yo encantada), me llevarán con un poemario debajo del brazo y una enorme sonrisa”, comenta la escritora. 

Por último, Rueda nos cuenta cuál es el placer culpable que más le sorprende de otros creadores, y es la “afición de un puñado concreto de poetas a la envidia y al insulto de los que somos sus compañeros”. “Pobreticas criaturas del señor”, dice la poeta de ellos. Sin embargo, Rueda también celebra y reconoce a gente que “mola” dentro del mundillo, como la poeta Bárbara Grande, con la cual comparte “placeres peor vistos en este país que ser un envidioso, como el del tarot o la música hortera (a más hortera mejor)”.

La vida se construye sobre lugares escondidos. Rincones que apartamos de nuestra vista, olores que no queremos oler, palabras que no queremos pronunciar y miedos que no queremos vivir. Alejar lo más posible de nuestra vida cotidiana, el dolor, la muerte, ha hecho parecer que esos sentimientos y lugares no existen, aunque, por desgracia, tan solo les estamos dando la espalda y fingiendo que no están. Sin embargo, en algún momento, tarde o temprano, debemos darnos la vuelta y enfrentarnos a ellos. 

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