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Dani Mateo: "Cada día estoy más convencido de que el humor no es para todos los públicos"

El presentador, Dani Mateo, en la fiesta de celebración de 2.000 programas de 'El Intermedio'.

Plaza Mayor de Madrid. En una esquina, el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. En la otra, el dirigente del Partido Popular y líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. "De los creadores de 'cuando le conocí era contrabandista, no narcotraficante', llega la original teoría del 'no soy presidente porque no quiero'", abre el intercambio de pullas Sánchez. "Se han juntado el hambre de poder de un perdedor con las ganas de comer del separatismo", replica Feijóo. Esta es la irónica propuesta del presentador y humorista Dani Mateo para que el humor tenga verdadera cabida en la vida política. "Sería muy terapéutico terminar las manifestaciones y debates con una roast battle. Personas de un bando y de otro enfrentándose en un escenario para ver quién hace el chiste más dañino sobre el rival", continúa bromeando en conversación con infoLibre.

Ya más serio, el cómico catalán advierte de que, en realidad, combinar humor y política "se puede, pero es difícil". La política no es un ambiente especialmente propicio para la risa. En general, despierta sobre todo pasiones negativas: indignación, enfado, rechazo... "Solemos salir a gritar consignas contra el otro bando. Es raro ver a alguien en una manifestación sonriendo", observa Mateo. "Bueno, los políticos, pero para salir guapos en la foto", se ríe. Tampoco hay demasiados políticos dotados para el humor. Aun así, hay algunos que, para el presentador, en ocasiones "han estado finos". Rufián, Rajoy, Aitor Esteban o Esperanza Aguirre. "Cuando las tira con esa cara de villana de cómic me hace reír. Me recuerda un poco al Grinch".

Lo cierto es que, en contra de lo que se suele creer, los políticos no son una excepción. Para Mateo, la falta de sentido del humor está más extendida de lo que parece. "Cada día estoy más convencido de que el humor no es para todos los públicos. Hay gente que es mejor que no lo consuma, por su bien y por el del humorista". Y es que el humor en sí mismo no tiene límites. Es el público el que delimita las famosas líneas rojas. "Se puede bromear de todo, pero no todo el mundo está capacitado para hacerlo", concluye.

Esperanza Aguirre me hace reír cuando las tira con esa cara de villana de cómic. Me recuerda un poco al Grinch

Al humorista de Granollers le divierte precisamente la comedia rock and roll, que juega a bordear las líneas rojas. "Me gusta que la gente que viene a mis shows esté un poco angustiadilla. El 'ay, ay, ay' mientras empiezas un chiste sobre pederastia, por ponerte un ejemplo salvaje, potencia el 'JAJAJA' si el remate está a la altura". Pero reconoce que cuando escribe sobre enfermedades, perversiones, la muerte, religión o política –temas merecedores de respeto que le apasionan por su aparente seriedad– "tira más chistes de los que usa".

Ni por esas deja de recibir constantes críticas y de generar polémica. "Hay una delgada línea entre el chiste más sublime y el insulto más abyecto y, como humorista, esa es precisamente la línea por la que debes andar", reflexiona. No es tarea fácil: a veces se producen accidentes y te haces daño. "Lo ideal es ser capaz de que un devoto religioso se ría hasta que le duela de un chiste sobre la virgen o que un skinhead lo haga de uno de Hitler. Aunque espero que el skin nunca venga a verme…"

Con todo, el humor, bien entendido, puede ayudar a fomentar la convivencia y a aliviar la crispación, cumpliendo una función social. Ahora bien, "también puede convertirse en gasolina para avivar el odio y el enfrentamiento". En este punto, el presentador se acuerda de la historia de un cómico que hacía chistes sobre el nazismo en plena época de Hitler, escondido en un local clandestino. "Cuando cumplió 90 años, le hicieron un homenaje. En la rueda de prensa, un periodista le preguntó: '¿Cree usted que, con su comedia, contribuyó a la caída del régimen nazi?'. A lo que el cómico respondió: 'Sí. Realmente les enseñé lo que vale un peine'", relata, dejándolo a nuestra libre interpretación.

En un terreno más personal, Mateo confiesa que el humor le sirve para tomar perspectiva y relativizar las cosas. Vamos, para calmar los ánimos. "Nada es tan importante cuando vas al médico y te dicen que te han encontrado un bultito y te quedan tres meses de vida". Citando a Woody Allen, las dos palabras más bonitas del mundo no son "te quiero", sino "es benigno". "Como los análisis clínicos, la comedia puede ser una gran maestra", sentencia.

Uniendo comedia y aprendizaje vital, el humorista nos ofrece una recomendación literaria "divertida" poco convencional: La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi. "Es la mejor y más graciosa reflexión sobre el sentido de la vida que he visto jamás. Lo de los escritores rusos es otra liga..." También Extras, la serie de Ricky Gervais. "El capítulo en el que David Bowie le canta una canción al piano en la zona VIP de un local hace que me duela la barriga cada vez que lo veo", explica entre risas.

Como los análisis clínicos, la comedia puede ser una gran maestra

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Más relajado tras estas sugerencias y aprovechando que todavía estamos en periodo vacacional, Mateo rememora las que fueron sus primeras vacaciones como adulto y, quizá por ello, las más divertidas. "Tenía 18 años y me fui con dos amigos a Italia en un coche destartalado. No teníamos un duro, comíamos lo más barato que encontrábamos y bebíamos de los charcos, pero nunca he sido más feliz. Moraleja: el dinero no da la felicidad, la da el beber de los charcos".

Continuando con las anécdotas, recuerda también cómo le dio por reírse en una primera cita. "Estaba tan nervioso que no podía parar. Le hacía bromas incorrectas sobre su aspecto, sobre su familia, hice pedorretas con el sobaco… Una pena. Me decía que se le había muerto el perro y yo le soltaba: '¡Pues se acabó la rabia!'. Cosas así. Todo por los nervios. Fui al baño y, al salir, la chica ya no estaba…" Un fracaso sin paliativos. "Pero me hice muy amigo del camarero. Ahora es mi pareja. El camarero", bromea.

Mantiene el tono bromista cuando le preguntamos si alguna vez fuerza la risa por compromiso: "Siempre. A veces me duele la nuca de tanto forzarla. No sé si te ha pasado… Es como un dolor agudo. Como tu cuerpo diciéndote: 'Deja de reírte, faaaaaaalsooooo'". Lo que sí evita es pronunciarse sobre sus preferencias geográficas para el humor. "Todos son maravillosos, no pongo a ninguno por encima de los demás. ¿Cómo me preguntas eso? ¿Qué buscas? ¡¿Quién te envía?!" Y como broche, un último chiste. "Me encanta el de: 'Perdone… ¿Está usted empadronado?' 'No, es mi carácter'".

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