"He sangrado, pero todas mis espinas han evolucionado a rosa. Y ahora mi vida huele a flor". Así termina Mi vida huele a flor, uno de los poemas más famosos de Elvira Sastre (Segovia, 1992). En él nos habla de la evolución, de la superación y de la forma de aprender de los errores. En esencia, de salir de la oscuridad para conseguir ver un rayo de luz al final del túnel y encontrar la esperanza en el futuro. Para conseguirlo, la autora cree que “es importante encontrar el equilibrio, buscar pequeños espacios en el día a día que nos hagan sentir felices sin culpa y ser capaces de disfrutarlos sin pensar en otra cosa”.
Sastre logra encontrar esos lugares en asuntos muy sencillos y cotidianos como la hora de cenar: “Me gusta mucho comer y ese momento de llegar a casa, sentarme en el sofá, ver un capítulo mientras ceno algo rico me da la vida”. Desde pasear a sus perros hasta leer durante el desayuno le sirven a la autora para conseguir esa “desconexión feliz”. De hecho, reivindica las pequeñas cosas ante los grandes problemas del mundo: “Cuanto más grande es aquello que nos abruma, más pequeño debe ser el espacio en el que nos refugiamos. Así evitamos que haya fisuras y grietas por las que el desasosiego pueda entrar”.
Otros de los motivos para que sigamos siendo optimistas son, en su opinión, los grandes avances médicos y sociales que se están consiguiendo. La escritora apunta a infoLibre que “hay muchísimos adelantos: sólo hay que saber verlos” y pone como ejemplos la Ley de Libertad Sexual, la Ley Trans, la Ley de la Salud Sexual y la Ley de Protección Animal, las cuales le parecen grandes avances muy “necesarios” y de los que estar muy “orgullosas”. En materia científica, Sastre destaca que se han conseguido adelantos en el tratamiento de algunos cánceres y de la diabetes. Además, la sociedad ha logrado poner sobre la mesa un asunto como la salud mental que, “aunque nos lleve a hablar de cosas dolorosas, creo firmemente que es la única manera de crear conciencia y pedir medidas”. Por último, también le alegra la visibilidad del deporte femenino, el cual ha “dado un giro espectacular” y cada vez “ocupa más portadas”.
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En una parte más negativa, la autora habla de su relación con las noticias y la actualidad, a la cual califica como “tóxica” en ocasiones. Cree que su abundancia nos hace estar sobreexpuestos “tanto a la información recibida como a generar opiniones todo el rato sobre todo”. De hecho, opina que uno de los problemas es que, muchas veces, la sociedad da el mismo valor a la opinión de un experto que a la de una persona que “está en su casa echando humo por el teléfono en redes sociales”.
Sastre se muestra muy pesimista con los medios de comunicación, ya que cree que hay algunos diarios y periodistas que “son máquinas de generar noticias falsas y la sensación que da es que no pasa absolutamente nada”. Por ello, pone el foco en el deber moral de los periódicos de “mantenerse independientes” y “no manipular al espectador”, pero también del ciudadano para “informarse de una manera correcta y contrastar siempre todas las informaciones”.
En relación a esto, Sastre admite haber tenido que focalizar su interés en ciertos temas y no obsesionarse demasiado con ellos, ya que se considera una persona muy sensible y a la cual le afectan bastante algunos temas como el maltrato animal o la guerra de Ucrania. En ambos afirma estar concienciada, pero evita ver imágenes "para no sufrir". “Sobre otros temas lo hablo con amigas y amigos para desahogarme y juntas llegar a una solución, aunque sea algo utópica. Es cierto eso de que con amigos sientes que puedes cambiar el mundo”.
"He sangrado, pero todas mis espinas han evolucionado a rosa. Y ahora mi vida huele a flor". Así termina Mi vida huele a flor, uno de los poemas más famosos de Elvira Sastre (Segovia, 1992). En él nos habla de la evolución, de la superación y de la forma de aprender de los errores. En esencia, de salir de la oscuridad para conseguir ver un rayo de luz al final del túnel y encontrar la esperanza en el futuro. Para conseguirlo, la autora cree que “es importante encontrar el equilibrio, buscar pequeños espacios en el día a día que nos hagan sentir felices sin culpa y ser capaces de disfrutarlos sin pensar en otra cosa”.