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Fuera de foco

¿De qué huye Luisgé Martín en verano? "De mí mismo"

Todos los personajes de una historia tienen algo de su autor. En el caso de la última obra de Luisgé Martín (Madrid, 1962), El amor del revés (Anagrama, 2016), el protagonista de su obra es él mismo, pero en otro tiempo. "Aquel muchacho ya no soy yo, aunque a mí me hayan quedado todas sus taras y sus cicatrices", decía en una entrevista en infoLibre.

Tras publicar catorce novelas, entre las más recientes La vida equivocada (Anagrama, 2015), Toda una vida (La Pereza Ediciones, 2014) o La misma ciudad (Anagrama, 2013), así como varias colecciones de relatos, como Todos los crímenes se cometen por amor (Salto de Página, 2013). El escritor se alejó de la ficción, sin embargo, al publicar parte de sus memorias el pasado año. La autobiografía de juventud está marcada por su homosexualidad y la homofobia —también la internalizada—, que le hizo pasar por un doloroso proceso de salida del armario. El amor del revés no es solo una colección de anécdotas de inseguridad, autoprotección y discriminación durante la movida madrileña, sino un ejercicio para convertir su propio yo en un personaje de ficción de una manera autocrítica, dura y honesta.

Después de tanto ocuparse del yo, Luisgé Martín lo tiene claro: en verano huye de sí mismo. No se refugia, eso sí, en "libros ligeros" ni en la desconexión total: "No soporto no enterarme de lo que pasa en el mundo".

Pregunta. ¿De qué huye estas vacaciones?

Respuesta. De mí mismo, seguramente. De la persistencia del estrés y la autoexplotación.

P. ¿Viaja de vuelta a casa, o a algún destino desconocido?

R. A Berlín, una ciudad que conozco bastante bien y que me permite vivir en ella sin la tentación de turistear, actividad que roba muchas energías.

P. ¿Qué libros, películas o discos huelen más a tiempo libre?

R. Cada vez me gusta más, en el tiempo libre (que es un concepto en desuso), la falta de rumbo, la improvisación. Ir decidiendo sobre la marcha. Todo puede oler bien en el tiempo libre.

P. ¿Y qué lectura le acompaña en la bolsa de playa?

R. No leo novelas policíacas y libros ligeros, sino más bien lo contrario, aquello que exige una concentración o disposición especiales que en el barullo diario no tengo.

P. ¿El peor vecino de piscina que se pueda imaginar?

R. Uno ruidoso, lo que ofrece muchas variantes posibles: niños menores, adolescentes expansivos, domingueros charlatanes, y amantes de la música latina con radiocasete.

P. ¿Aprovecha estos meses para adelantar trabajo, o el descanso es sagrado?

R. Definamos primero trabajo. Voy a intentar aprovechar para volver a escribir, antes de que se me olvide cómo se hace. Y trataré de abandonar el resto de actividades productivas de mi vida diaria. Pero la inacción probablemente no está ya entre mis posibilidades. Leer más, dormir más y pasear más, eso sí.

P. ¿De qué asunto o personaje estará pendiente aun estando de vacaciones?

R. De todo lo que vaya surgiendo, eso no me consume energías, sino que me estimula. No soporto no enterarme de lo que pasa en el mundo. Y este verano tiene pinta de seguir siendo muy catalán y bastante corrupto.

P. Si le digo “verano de infancia”, ¿qué imagen se le viene a la cabeza?

R. El sol, la luz interminable, los días larguísimos. Eran una vida dentro de la vida. Parece imposible que el tiempo tuviera aquellas dimensiones y aquellos colores.

 

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