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Iban Zaldua: “El autor es siempre, junto al librero, el eslabón más débil de la cadena”

Iban Zaldua lleva escribiendo cinco décadas. Ha publicado más de una docena de libros en español y en euskera, su lengua nativa. Patios, relato con el que ganó el premio Ciudad de Vitoria en 1987 o Historias de la ciudad de la niña que soñaba caballos, de 1988, son algunas de las primeras obras que auguraron su extensa carrera como escritor de cuentos. Además del relato ha cultivado la novela y el ensayo. Como donostiarra, ha tratado el conflicto vasco en La patria de todos los vascos o Como si todo hubiera pasado (Galaxia Gutemberg, 2018). Como uno de los autores vascos de cuentos más importantes de nuestro siglo, publicó esta primavera Panfletario: Manifiesto, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura para desentrañar el oficio de las letras. 

Contar con la visión de Zaldua para comprender los efectos de la pandemia es una doble suerte: el escritor se licenció en Historia en la Universidad del País Vasco y es actualmente profesor de Historia Económica. Son  muchos los pronósticos que nos deja. El sector literario parece recuperarse poco a poco, pero él advierte sobre los que se benefician de esta mejoría. En la cadena trófica de las letras, "el autor es siempre, junto al librero, el eslabón más débil, si exceptuamos algunos superventas". Conocedor de los males económicos que aún nos persiguen, sabe que la irrupción del coronavirus perpetúa el síndrome de los últimos días al que se enfrentan algunos autores: "La crisis del covid ha sido un clavo más en el ataúd de la 'clase media literaria', una tendencia que viene arrastrándose cuando lo menos desde la crisis económica de 2008-14". La agonía que el historiador vaticina no atiende solo a los escritores. Para él, el coronavirus es un síntoma más del colapso, "un episodio más de la larga crisis terminal en la que se halla inmerso el capitalismo global". 

Preguntar a un experto en los tiempos pasados sobre los hechos futuros es un ejercicio atrevido. En esta conversación una de las cuestiones pide al entrevistado que imagine las librerías en 2031. Con la pregunta podría sobrentenderse que la respuesta debería encaminarse a un mundo utópico. Zaldua, en cambio, parte de lo conocido para darnos un juicio realista. Él ve "una lenta decadencia del mundo que conocimos. Tal y como la vieron las anteriores generaciones, y la verán, supongo, las siguientes". No trata de asustarnos con ello, se trata del ciclo natural de la historia: "No tiene por qué ser malo, en principio. Lo que ocurre es que ya no será nuestro mundo, y por eso nos parecerá decadencia".

PREGUNTA. Dígame un destino de verano al que soñara con ir durante confinamiento, para sobrellevarlo, y uno al que irá este año. ¿Coinciden?

R. La verdad es que, de por sí, soy bastante casero: ese aspecto del confinamiento no lo sobrellevé demasiado mal, no he echado de menos viajar; mientras tenga libros a mi disposición, no me importa quedarme encerrado en casita. En cualquier caso, aunque no me parezcan necesariamente destinos de verano, porque suele hacer un calor insano, siempre querría volver a Nueva York o a Roma, antes, durante o después del confinamiento. Si no lo hago es porque es muy caro, sobre todo el primero.

P. Ahora que se supone que encaramos (por fin) la salida de la pandemia... ¿tiene miedo de lo que viene? En caso afirmativo, ¿se lo ha infundido de alguna manera el coronavirus?

R. No veo tan claro que estemos encarando el fin de la pandemia, aún… Me da que nos va a costar ponerle fecha de salida, del mismo modo que tampoco le vamos a poder poner fecha al colapso civilizatorio, porque ya está ocurriendo, y lo hará durante un período largo. Por otra parte, siempre he sido muy miedica, de manera que, no, no creo que este episodio haya aumentado mi miedo. O, si lo ha hecho, es un miedo que se ha confundido con el que infunde el ver que te vas acercando a la vejez, que sí es algo que acojona bastante.

P. ¿Y cómo ve el futuro cercano? ¿Cree que nos esperan los brindis de los felices veinte o más bien las lágrimas de una larga crisis?felices veinte

R. Creo que he respondido, en parte, en la anterior pregunta: el del coronavirus me parece uno más de los episodios de la larga crisis terminal en la que se halla inmerso el capitalismo global. Algo que hay que encarar de alguna manera, pero desde luego, creo yo, no llorando: no me parece demasiado productivo. Dicho esto, la comparación con la década de 1920 me parece pertinente, hay muchas cosas que recuerdan a esos años, que de felices tuvieron bastante poco, a menos que confundamos con felicidad un crecimiento económico más bien inestable, desigual y que acabó dando lugar a una de las peores crisis económicas que se recuerdan … Por no recordar que fue la década en que se gestaron los peores totalitarismos del siglo XX…

P. ¿Cómo le ha cambiado la pandemia? ¿Ha cambiado de alguna manera lo que considera importante en su día a día o vuelve a ser el de antes? ¿Es usted más solidario? ¿Es usted más solitario?

R. No sé, creo que es pronto para decirlo: como historiador, desconfío mucho, para todo, del corto plazo: pregúntame dentro de diez o veinte años. Provisionalmente, diría que soy igual de solidario o insolidario que antes, y que soy, seguramente, más solitario, pero la tendencia a la misantropía me venía de antes, así que no sé hasta qué punto esto ha influido. Aunque hay que reconocer que como excusa ha podido venirme muy bien, a veces.

P. En el confinamiento parecía haber un consenso en el sector del libro: el ritmo de publicación era insostenible. Cuando abrieron las librerías, ese consenso desapareció. ¿Qué pasó? ¿Cree que la industria ha renunciado a aprender algo de la pandemia?

R. Lo que pasó, me da la impresión, es que algunos autores que tenían lanzamientos previstos para 2020, los atrasaron esperando tiempos mejores, aunque estos aún no hayan llegado del todo, y ahora hay un poco de atasco en la “cola de impresora”… En todo caso, es natural, es decir, todo lo natural que pueda ser una economía que se rige por las leyes del mercado: hay una necesaria tendencia hacia la sobreproducción, y huir hacia delante es algo que a la industria editorial se le ha dado muy bien, históricamente. En todo caso, últimamente algunas campañas de lanzamiento se han vuelto tan hiperbólicas que resulta difícil pensar que vayan a poder superarse, a corto o medio plazo…

P. En abril de este año publicó Panfletario: Manifiesto, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura. Su carrera acumula ya más de una docena de publicaciones como escritor de relato. En este último libro, como experto en literatura, desglosa el género para analizarlo a través de una recopilación de sus textos sobre la escritura. Si hubiera confeccionado el libro con la situación pandémica en mente, ¿veríamos con alguno de sus decálogos, cuentos y panfletos el reflejo del coronavirus en las letras? Panfletario:Manifiesto, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura.

R. Como he dicho antes, no confío mucho en los análisis a corto plazo, ni en gente que como, yo qué sé, Zizek o Paolo Giordano, es como si hubieran viajado unos meses hacia el pasado para tener listo el opúsculo sobre la pandemia nada más estallase. Yo todavía estoy por escribir sobre cosas que me ocurrieron o se me ocurrieron hace un cuarto de siglo, pero sobre las que siento que no he reflexionado lo suficiente, así que… La ventaja que yo tuve con Panfletario es que la columna vertebral del libro era otro que, sobre el hecho literario en general, había publicado en euskera hace unos cuantos años. Y aún y todo me temo que algo del ambiente y las preocupaciones de la pandemia se filtró en la adaptación de los textos al castellano, de manera que ni yo estoy libre de ese pecado…

P. El libro se ha recuperado mucho mejor que otros sectores de la cultura. ¿Lo ha notado usted en su cartera, con la publicación de su último libro y sus próximos proyectos? ¿La recuperación está llegando a los autores o se está quedando en otros bolsillos?

R. El autor es siempre, junto al librero, el eslabón más débil de la cadena, si exceptuamos a algunos superventas. De manera que la recuperación, si la hubiera, no creo que esté llegando tanto a los autores y las autoras. De hecho, creo que la crisis de la covid ha sido un clavo más en el ataúd de la “clase media literaria”, una tendencia que viene arrastrándose cuando lo menos desde la crisis económica de 2008-14. En todo caso, ya veremos en qué queda la cosa…

P. Imagínese en 2031: ¿cómo son las librerías, qué tipo de títulos hay en los catálogos de las editoriales, de qué viven los autores? ¿Ve una revolución o un día de la marmota?

R. Veo una lenta decadencia del mundo que conocimos. Tal y como la vieron las anteriores generaciones, y la verán, supongo, las siguientes. Algo que no tiene por qué ser malo, en principio. Lo que ocurre es que ya no será nuestro mundo, y por eso nos parecerá decadencia. No me atrevo a hacer vaticinios más precisos, porque, como buen escritor de ciencia-ficción, siempre meto la pata en cuanto me pongo en plan augur.

P. Además de ser escritor, realizó la carrera de Historia en la Universidad del País Vasco y actualmente ejerce como profesor de Historia Económica en la misma. Como conocedor de los comportamientos humanos a lo largo de la historia, si piensa en los actos que ha visto en la sociedad de los últimos meses, ¿de qué se enorgullece y de qué se avergüenza? ¿Qué cree usted que podría haber hecho de manera distinta?

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R. Nada de lo que es humano me es ajeno y, por lo tanto, procuro no enorgullecerme demasiado de nada, y tampoco avergonzarme: siempre hemos sido capaces de lo mejor y de lo peor, a veces al mismo tiempo. Hay más bien cosas que me han sorprendido bastante, y otras que no lo han hecho en absoluto. Por ejemplo, no me ha sorprendido que todo tipo de gobiernos se hayan escudado en la pandemia para intentar aumentar el control social que ejercían sobre los ciudadanos. O que, en la alternativa “salud versus economía”, sea la segunda opción la que esté saliendo ganando, al fin y al cabo. O que, en la cuestión de la vacunación, el egoísmo del mundo rico vuelva a imponerse sobre el interés global. Sí que no me esperaba, en cambio, el auge de la conspiranoia entre algunas personas que se consideran a sí mismas progresistas. O el avance de la ultraderecha en Europa y en España. Bueno, eso me lo podía esperar, en parte. Pero no que fuera tan rápido, tan descarado y, sobre todo, tan burdo.

P. Si pudiera enviarle un mensaje desde el futuro a su yo de marzo de 2020, ¿qué le diría?

R. Ten compradas más novelas de George Eliot. Middlemarch fue una de las mejores cosas que me pasaron durante el confinamiento, y hubiera seguido leyendo a esa autora, si hubiera tenido más libros a mano…

Iban Zaldua lleva escribiendo cinco décadas. Ha publicado más de una docena de libros en español y en euskera, su lengua nativa. Patios, relato con el que ganó el premio Ciudad de Vitoria en 1987 o Historias de la ciudad de la niña que soñaba caballos, de 1988, son algunas de las primeras obras que auguraron su extensa carrera como escritor de cuentos. Además del relato ha cultivado la novela y el ensayo. Como donostiarra, ha tratado el conflicto vasco en La patria de todos los vascos o Como si todo hubiera pasado (Galaxia Gutemberg, 2018). Como uno de los autores vascos de cuentos más importantes de nuestro siglo, publicó esta primavera Panfletario: Manifiesto, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura para desentrañar el oficio de las letras. 

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