Irene Otero: "Me motivaba ver a mi abuela, que solo pudo ir a la escuela hasta los 14 años, devorando libros"

Un día de playa en una cala cristalina entre acantilados bajo el sol deslumbrante del verano. No es otro lugar que un rincón del parque natural de Calblanque, en Murcia. El entorno perfecto para sumergirse de lleno, entre chapuzones, en uno de esos estimulantes y distendidos ratos de lectura veraniega. A este paraje nos conduce, en un viaje a sus años de juventud, la escritora, publicista e investigadora feminista madrileña Irene Otero.

"Si hay una novela que ha marcado en especial uno de mis veranos, ha sido Tres sombras, de Cyril Pedrosa, una fábula delicada y llena de simbolismo sobre unos padres que pierden a su hijo. Paradójicamente, es un canto a la vida", nos descubre con emoción la escritora. "Tendría 23 o 24 años. Lo leí entero en un día de playa en Calblanque. Creo que la espectacularidad del entorno me sugestionó bastante en el momento de catarsis", continúa recordando en una charla con infoLibre.

En los años previos a esta lectura, Otero había perdido a un amigo cercano en un accidente. Además, ella misma había estado hospitalizada por una enfermedad que apareció de la noche a la mañana y que casi no cuenta. "Todo aquello me había dejado tocada y llena de preguntas siendo muy joven. Sentí una pena infinita con el relato de Tres sombras, pero me conmovió su oda a la vida, su llamada a aceptar la impermanencia y que, a veces, las cosas pasan porque sí, de repente, sin lógica ni sentido", reflexiona. Para Otero, la historia de la novela nos invita a seguir adelante con nuestro camino propio, recordando pero sin olvidarnos de vivir. En definitiva, viviendo sin temer: "Es una enseñanza que puede aplicarse a otro tipo de pérdidas, no solo a la física".

Aunque en aquella época el libro se convirtió en una suerte de refugio, al que la escritora volvió en repetidas ocasiones, nunca más se ha decidido a releerlo siendo mayor. "Me da miedo que no me produzca la misma emoción. Es un recuerdo de mucho valor como para arriesgarlo", nos desvela. Asimismo, si bien, a lo largo de los años, ha leído otras obras de Pedrosa que no le han disgustado, ninguna ha llegado a adquirir el significado emocional de este primer descubrimiento literario. "Entre la juventud y la revelación, confieso que acabé tatuándome la última frase del libro: 'Quedarse en el lado de los vivos'. Ahora me parece una anécdota muy tierna, no me arrepiento", nos confía con nostalgia.

Me conmovió su oda a la vida, su llamada a aceptar que, a veces, las cosas pasan porque sí

El interés por los libros le viene dado de casa: su familia al completo es aficionada a la lectura. "Recuerdo ver a mis padres siempre con libros en la mano, pero me motivaba especialmente ver a mi abuela y a mi tía abuela, que solo pudieron ir a la escuela del pueblo hasta los 13 o 14 años, devorando un libro tras otro. Mientras pudieron leer, fueron las usuarias más activas del bibliobús rural", presume. Ella misma ha sido usuaria habitual de las bibliotecas públicas: "Era una estudiante con trabajos muy precarios, así que lo sacaba todo de la biblioteca, incluido el libro de Pedrosa". "De hecho, ahora que lo pienso, lo sacó mi pareja de aquel momento, yo no lo tenía en el radar", rectifica.

Otero sitúa el nacimiento de su vocación por el mundo de la escritura en torno a los 7 u 8 años. "Empecé a obsesionarme bastante con un libro de Barco de Vapor, Pesadilla en Vancouver. Aunque pronunciaba 'Vácumber' en vez de Vancouver, quería llegar a escribir algo tan trepidante de leer cuando fuera mayor", rememora.

Y es que muchos de los recuerdos estivales de su infancia y adolescencia están salpicados de tardes de asueto y lectura: "Cuando era pequeña, aprovechaba las tardes de río en mi pueblo y los viajes a la playa para leerme todas las novelas gráficas que había en la biblioteca del barrio". De cualquier manera, para la escritora, todos las épocas del año son buenas para leer. Cada una ofrece sus ventajas propias. "El invierno con mantita también da mucho juego y más silencio".

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Entre sus lecturas de juventud, recuerda con un cariño particular la saga Odio, de Peter Bagge, Persépolis y Bordados, de Marjane Satrapi, y los relatos de viajes de Guy Delisle, títulos que nos sugiere como recomendaciones para este verano. "Siguiendo con la novela gráfica, aprovecharía para proponer a las autoras que han llegado con fuerza al género, muy masculino hasta hace unos años, como toda la literatura. Marjane Satrapi, que ya es una referente, Maggie OFarrell o Cassandra Darke". Entre las autoras españolas, subraya su devoción por la obra sobre el amor y las relaciones de la viñetista Flavita Banana. Para estas vacaciones, tiene aún pendiente en la mesilla Cosas nuestras, de la ilustradora Ilu Ros.

Leer es una manera de construir pensamiento crítico y de conocer otras realidades: una verdadera forma de subversión

Sus recomendaciones no terminan aquí. No deja escapar la oportunidad para proponer la lectura de obras sobre feminismo, en verano o en invierno, en forma de ensayo o ficción. "Es importante conocer la historia y las reivindicaciones del movimiento para no caer en derivados despolitizados. Hay autoras muy potentes en la actualidad: en ficción o diarios, Sarai Walker, Barbijaputa o Laura Freixas; en ensayo, Ana de Miguel, Kajsa Ekis Eckman, Mónica Alario y Ana Pollán", entre muchas otras.

Aunque los libros han sido una constante fundamental en su vida, Otero es consciente de que la dinámica neoliberal de consumo rápido no fomenta precisamente la afición y el interés por la lectura, sobre todo entre los más jóvenes. "Me da tristeza la gente que no lee, pero lo cierto es que el modelo social neoliberal cada vez invita más a lo inmediato, al contenido simplificado de blanco o negro que se promueve en redes sociales y con el que, a menudo, 'vales' por el dinero que tienes o por lo guapa que te pones", critica tajante. Para la escritora, la lectura es una herramienta insustituible a la hora de construir pensamiento crítico y la manera perfecta de acercarse y conocer otras realidades, "algo que no va a incentivarse desde la lógica del mercado". "Que se animen a probarlo, es adictivo y una verdadera forma de subversión", concluye con convicción.

Un día de playa en una cala cristalina entre acantilados bajo el sol deslumbrante del verano. No es otro lugar que un rincón del parque natural de Calblanque, en Murcia. El entorno perfecto para sumergirse de lleno, entre chapuzones, en uno de esos estimulantes y distendidos ratos de lectura veraniega. A este paraje nos conduce, en un viaje a sus años de juventud, la escritora, publicista e investigadora feminista madrileña Irene Otero.

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