Más de diez años son los que han pasado entre la publicación de los dos últimos libros de poesía de Juan José Téllez (Algeciras, 1968). Entre ellos han ocurrido mil acontecimientos, el mundo ha mutado a nivel político y social, e incluso muchos pensarán en alguien que estaba con nosotros hace diez años y ahora ya no. En definitiva, una década es una vida. Sin embargo, si miramos detenidamente cómo era el mundo en 2010, año de la publicación de Las grandes superficies, no dista tanto de nuestro tiempo. El pesimismo por la crisis económica, la desesperanza en el futuro, el hartazgo de los jóvenes y la sensación de oscuridad constante eran también una realidad entonces. Sí es cierto que los motivos son distintos (la inflación, el desgaste de la pandemia o la guerra), pero siempre parecemos caer en lo mismo.
Ante eso, la poesía es un buen recurso para volar y para escapar de todo ese pesimismo. Nos conduce a lugares distintos, a nuestro interior y a sentimientos como el amor. Un sentimiento que aborda Téllez en su último libro, Los amores sucios, ese que tardó 11 años en publicar pero que nos enseña que el amor está en los lugares más comunes y poco grandilocuentes y que la poesía sigue siendo un buen refugio ante el mal.
En esa vida cotidiana narrada en su libro, alejada de los palacios y las mansiones, es donde busca el poeta las buenas noticias: “una mirada cómplice, un beso o un verso, una legión de abrazos, un chupito de ron, esas maravillosas tonterías que me hacen mantener mi querida sonrisa de imbécil”. Aunque también se lamenta porque en esa cotidianidad existan las situaciones más complicadas y que más nos afectan como “el cáncer de un amigo, el virus persistente de la estupidez y la muerte de lo que quisimos y que, a veces, ya ni siquiera habita la memoria”.
En ese contexto, es esencial resistir, y luchar. Téllez nos comenta que le “divierte combatir a los bots y a los haters profesionales”, pero ciertamente, tiene una tendencia a caer en el pesimismo: “cada vez que veo un vaso de hielo me recuerda que los polos se están derritiendo y que está haciendo un terrible calor de injusticia”.
La resistencia y la lucha fueron unos de los mantras de la vida y de las novelas de la añorada Almudena Grandes, a la cual cita el poeta para recordarnos que “ser feliz también es una forma de resistencia”. Esa frase se la ha aplicado Téllez en verano, donde su forma de resistir es esa felicidad que encuentra “trabajando en teatros y tinglados, bolos en pueblos tórridos e impronunciables, en charlas nocturnas aprovechando que ni el calor ni la edad ya me permiten dormir demasiado, en el olor a dama de noche, en el sexo sudoroso, conciertos desconcertados y playas de lejos. En fin, la vida”.
La información es poder. Y conviene que sea democrática para que el poder lo ostente el pueblo y no lo detenten los omnipotentes
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Entre todo ello, sin embargo, le resulta complicado al autor de Los amores sucios encontrar una buena noticia a la que aferrarse, ya que todo parece tener un reverso negativo: “el Gobierno decreta el ingreso mínimo vital y la inflación parece la huelga de transportistas contra Allende. El Gobierno regula el derecho a morir dignamente y más de treinta sudaneses se les murieron indignamente junto a la valla de Melilla. Un presidente honrado va a ir a la cárcel porque otros no lo fueron y un rey emérito se va de rositas, como los hermanísimos y los duques de las mascarillas. El paro baja a mínimos históricos, pero el optimismo también. Tenemos una fotografía del universo aunque, en ella, podemos distinguir perfectamente como se desmenuzan los meteoritos de izquierdas”. Pero, pese a todo, el autor también termina con un mensaje muy esperanzador y en la misma línea de resistencia: “Mientras haya vida, hay partido. Mientras haya historia, hay esperanza”.
En este contexto de malas noticias, Tellez opina que “vivir suele ser la mejor noticia que tenemos. La realidad suele ser la peor, sin embargo”. Precisamente esta realidad es la que deberían contar los periódicos, pero el autor duda sobre su importancia: “Ya se sabe que los periódicos de antaño envolvían el pescado del día siguiente. Ya ni eso: un cuarto kilo de jureles no cabe en un diario digital, en un telediario o en un informativo radiofónico”.
Por ello, Téllez cree importante diferenciar entre las noticias y la información y opina: “Nunca ha existido la verdad, porque está tan repartida como el primer premio del Sorteo del Niño. Nadie tiene la razón todo el tiempo”. Sin embargo, es en esa buena información en donde debemos tener nuestro refugio de las fake news porque “permite desbrozar las noticias, contrastar razones y sinrazones, compartir verdades y desfacer mentiras”. Para el poeta “la información es poder. Y conviene que sea democrática para que el poder lo ostente el pueblo y no lo detenten los omnipotentes”.
Más de diez años son los que han pasado entre la publicación de los dos últimos libros de poesía de Juan José Téllez (Algeciras, 1968). Entre ellos han ocurrido mil acontecimientos, el mundo ha mutado a nivel político y social, e incluso muchos pensarán en alguien que estaba con nosotros hace diez años y ahora ya no. En definitiva, una década es una vida. Sin embargo, si miramos detenidamente cómo era el mundo en 2010, año de la publicación de Las grandes superficies, no dista tanto de nuestro tiempo. El pesimismo por la crisis económica, la desesperanza en el futuro, el hartazgo de los jóvenes y la sensación de oscuridad constante eran también una realidad entonces. Sí es cierto que los motivos son distintos (la inflación, el desgaste de la pandemia o la guerra), pero siempre parecemos caer en lo mismo.