LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Julio, 1997: Elvira Navarro conoce a Raskólnikov

2

Al igual que Aureliano frente al pelotón de fusilamiento, hay una escritora andaluza que siempre habrá de recordar aquel día en que su hambre de exploración le llevó a conocer Crimen y castigo. Se trata de Elvira Navarro Ponferrada (Huelva, 1978), que con 19 años coincidió con el protagonista de la novela, el joven Raskólnikov, durante una calurosa tarde de julio de 1997. Desde entonces son inseparables.

"Leí Crimen y castigo a toda velocidad, como si yo fuera Raskólnikov y me fueran a meter en la trena de por vida", cuenta la autora de Los últimos días de Adelaida García Morales (Random House, 2016). Así, Navarro hace un ejercicio de memoria y se remonta a aquel verano de 1997 en el que, durante un tiempo, tuvo la oportunidad de vivir en la Rusia de los zares junto al "retorcido y atormentado" joven, como ella misma lo describe. Lo hace durante esta sección veraniega de infoLibre, en la que distintos autores recomiendan un clásico al que (re)visitar durante las largas tardes estivales.

Aunque han pasado ya más de 150 años desde que el novelista Fiódor Dostoievski imaginara a uno de los personajes más referenciados de la literatura, Navarro todavía se siente parte de aquel San Petersburgo del siglo XIX cuando va acompañada de Raskólnikov, o quizás sea él quien se haya transportado a nuestro tiempo. Porque esta es la tesis que defienden los fans del ruso, aquellos que creen que su relato y enseñanzas permanecen inalterables ante el paso de los años.

 

¿Pero qué tiene esta obra para mantenerse tan vigente? La autora de La trabajadora (Random House, 2014) da en la clave: "Es un libro que va bien para esta época donde a veces se proponen soluciones aún más atroces que los problemas", pues Raskólnikov llega a la conclusión de que cualquier ser humano, en una situación desesperada, puede cometer un acto demente y no ser juzgado como malo (aunque su acto sí lo sea y deba pagar por ello). "¡Cuán feliz habría sido pudiendo acusarse a sí mismo! Lo que le humillaba era el verse estúpidamente perdido sin remedio por una sentencia del ciego destino", escribía Dostoievski en el epílogo de la obra, el final de un crimen y el inicio de su castigo, porque nuestro protagonista –asegura la escritora– "cree en la redención y el perdón".

Hernán Zin: de la guerra al absurdo de 'Trampa 22'

Ver más

Porque Crimen y castigo es una historia sobre la redención ("hoy hablaríamos de reinserción", señala la novelista): la vida de Raskólnikov es un viaje gradual de renovación, el paso del mundo de lo profano a lo sagrado. "Era incapaz de pensar demasiado, de resolver una cuestión con conocimiento de causa; no experimentaba más que sensaciones. La vida había sustituido al razonamiento", que reflexionaba el protagonista.

Pero no todas las respuestas se encuentran entre las páginas de Dostoievski. De hecho, la escritora y editora se ruboriza cuando recuerda sus clásicos aún por leer: "Guerra y paz de Tolstói está pendiente, y también El hombre sin atributos de Robert Musil, que me mira acusador años ha desde mi estantería", confiesa. En cuanto a recomendaciones para sus lectores, Navarro aconseja visitar el universo de Ordesa, de Manuel Vilas (entrevistado en esta misma sección), el cual define como "un duelo llamado España a través de un duelo particular".

 

Al igual que Aureliano frente al pelotón de fusilamiento, hay una escritora andaluza que siempre habrá de recordar aquel día en que su hambre de exploración le llevó a conocer Crimen y castigo. Se trata de Elvira Navarro Ponferrada (Huelva, 1978), que con 19 años coincidió con el protagonista de la novela, el joven Raskólnikov, durante una calurosa tarde de julio de 1997. Desde entonces son inseparables.

Más sobre este tema
>