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—Son las cinco y veinte. Llevamos casi tres horas comiendo. Y ya sabes que los domingos por la tarde prefiero estar en casa. No me gusta llegar tarde.
–Nos vamos enseguida. Creo que ya está pidiendo la cuenta, así que pagará y nos levantamos. ¿No te quejarás de haber comido mal?
—¡Joder, Luis! No es eso. He comido de la hostia. Pero tu padre es denso. Siempre es lo mismo. En los entrantes nos cuenta con pelos y señales su último juicio, la pasta que ha ganado y que por eso nos invita a comer. Luego en el entremés nos pregunta por nuestras cosas, así como de paso. Y con los segundos y los postres se tira una hora contando su filosofía de vida, sus idas y venidas… Buff, es muy plasta.
—Bueno, déjalo Delia. Tienes muy poca paciencia. ¿Qué va a hacer? No tiene otra cosa en que entretenerse un domingo. Calla, que ya vuelve…
Un hombre de media estatura, con camisa a cuadros, se acerca a la mesa donde le espera su hijo Luis y la mujer de éste, Delia. Mientras se limpia un resto de comida junto al ojal desabrochado del botón que destaca en su barriga, observa cómo Delia interrumpe súbitamente su conversación. “Ya me estará poniendo a parir, esta gilipollas”.
—Bueno, queridos. Pagado, podemos irnos. ¿Tenéis prisa? ¿Queréis tomar algo más? Aún no son las cinco y media. Y la verdad que con lo que gané en la última liquidación de concurso ciego, me da para invitaros a unas copas antes de rematar el día.
—No, papá. Nos tenemos que ir. Mañana es lunes y ya sabes, empieza una semana bastante ajetreada.
Un camarero se acerca a la mesa. Con una bandejita en la mano que contiene dos papeles y una tarjeta de crédito.
Luis “Padre” deposita diez euros en la bandeja.
—Muchas gracias, don Luis. —El camarero se reclina cortésmente—. Su cuenta, su copia y su tarjeta. Como siempre, con la factura a su nombre: Luis Pellicer Alonso.
—Luis Pellicer Alonso, conforme al artículo 198.2 de la Ley Concursal le hago copia de la sentencia depositada en registro público, en referencia al Expediente CBJ-0410, que resuelve el pago íntegro de los créditos reconocidos en el concurso ciego objeto de dicho expediente. El mismo trámite se ha llevado a cabo con los diversos acreedores, algunos de los cuales usted representa en este procedimiento.
Pellicer, con el documento que le ha entregado la secretaria judicial en la mano, atraviesa el pasillo que separa el juzgado número dos de lo mercantil del hall principal del palacio de justicia y se encamina a la calle.
En el hall le espera una mujer vestida con traje chaqueta azul marino y que se incorpora a andar a su lado. Le acompaña apenas los cincuenta metros que separa el centro del hall de la puerta, con la claraboya cenital que permite un torrente de luz natural cuando el día es despejado.
—Creo que es la primera vez que en un inventario se valora de una manera tan generosa el lucro cesante por inutilización temporal de un espacio de negocio. Y el juez ha descartado cualquier incidente concursal al respecto. Esto hay que explorarlo porque nos abre una línea de negocio fácil si rastreamos bien. Nos ha salido de cojones, Lydia.
—Bueno, Luis. Esa fue la idea cuando lo metimos como enmienda en la actualización de la Ley Concursal. Pero es verdad que este pastón por un coche ocupando un espacio… no me lo esperaba yo, joder, nos lo pone a huevo.
Lydia, la mujer del traje azul, se retira antes de llegar a la puerta y deja que Luis salga solo a la calle. No quiere que el cliente, que espera fuera, les vea juntos.
–Hola, don Luis. –Un hombre se dirige apresuradamente a su abogado–.
–Lo prometido es deuda. —Luis le extiende los papeles—. Este es el documento que le posibilita cobrar por la reparación del coche lo que no le pagaron, así como de forma prioritaria frente a otros acreedores, por lo que supuso para su negocio tener aparcado en su taller ese coche durante veintisiete días. Este es el total. —Enseña el documento al cliente, que casi se lleva las manos a la cabeza.
—Gracias, don Luis. Desde luego, con lo mal que me va el taller, este dinero me viene de maravilla. ¿Tengo que firmar algo?
—Como convenimos. Este es el contrato de representación y el importe de mi minuta. Si quiere lo hacemos esta tarde. Tenía cita con usted por videoconferencia a las 18:00 horas.
—…Vale, bueno. Está bien. Ya sabe que no me arreglo muy bien aún con estas cosas de las videoconferencias, pero lo haré. Quizás le diga a mi hijo que me ayude. Por cierto, don Luis. Yo le voté cuando se presentó a diputado.
Luis Pellicer Alonso da por finiquitada la conversación y se despide con un leve gesto. Deja en la puerta del palacio de justicia a un hombre vestido con una chaquetilla azul, que lleva bordado en letras rojas “Taller Arsenio”. Arsenio ojea los papeles que le acaba de dejar su representante en las manos. Avanza lentamente con un ojo puesto en unos documentos que apenas sabe interpretar y el otro pendiente de evitar golpearse entre los zigzagueantes andares de las decenas de personas que entran y salen del edificio, hormigueando a toda velocidad.
Unos honorarios del 20%. Joder con el abogado. Pero cuando lee el importe que él mismo se lleva, se da por satisfecho. En todo caso, ya no tendría vuelta atrás. Lo deja claro el conforme firmado por él mismo. Arsenio Lorente Huertas.
Arsenio Lorente Huertas mira el Opel Vectra verde, 2.0 DTI. Matrícula 0410-CBJ. Lleva desde finales de febrero en el taller y nadie lo reclama. Está reparado desde primeros del mes de marzo, es decir, prácticamente hace un mes y estamos a un tris de que llegue la Semana Santa. Por más que intenta ponerse en contacto con el propietario, no consigue localizarle.
Vuelve a mirar la ficha y el albarán. En efecto, se solicitó la reparación del coche a través de una aplicación Noche y Día, con carácter de urgencia. Tuvo que ajustar el precio. A fin de cuentas la subasta digital se resolvió en apenas 37 minutos y 25 segundos, y en ella concurrieron seis talleres. Los tres que quedan abiertos en el barrio y otros tres del resto de la ciudad. Ganó su oferta. El mejor presupuesto, es decir, el peor presupuesto.
Reparar un coche a ese precio ni merece la pena. El negocio está hecho una ruina, así no vamos a ningún sitio. O me jubilo ya, o con estas cotizaciones de los últimos años no voy a tener pensión ni para sobrevivir. Y vender el taller… ¿a quién le vendo yo este local a estas alturas de la vida, cuando nadie sostiene un negocio?
El coche había aparecido en el taller conducido por un messengermessenger. Un recadero de puesta a disposición para tareas menores y que, en numerosas ocasiones, son el único contacto que tenía con los propietarios de los vehículos. Traen el coche y lo vuelven a recoger cuando está reparado para devolvérselo al dueño.
Arsenio deja la tablet donde tiene recogidos los datos del pedido. Mira la tarjeta que le han dejado sobre la desvencijada mesa del taller. En letras negras de tipografía clásica, aparece el nombre de Lydia Arana, una seeker o buscador, que apareció unos días después de que le trajeran al taller el Opel Vectra verde, interesándose por los problemas del negocio y ofreciendo información sobre un ramillete de leyes que pueden explorarse para mejorar sus márgenes de beneficio en un momento “de legislación cambiante para impulsar el dinamismo empresarial”.
Con la mano manchada de aceite de motor, Arsenio lee las notas que ha tomado mientras la tal Lydia le daba una explicación sobre la nueva Ley Concursal. “Concurso ciego. Lucro cesante”. Recuerda la explicación de aquella mujer, demasiado bien vestida para dejarse caer por un taller de mala muerte y que da sus estertores, como casi todos los negocios del barrio.
“El coche le está ocupando un espacio que no puede utilizar con otro coche, con lo que usted deja de recibir unos ingresos potenciales que le puede demandar al propietario que no ha venido a reclamar su coche. Se llama lucro cesante y se puede reclamar a través de un concurso ciego, una figura jurídica creada para reclamar responsabilidades a clientes o a otras empresas, con las que usted nunca ha tenido un contacto directo, y por tanto nunca ha visto, ya que el intermediario es un messenger. Por eso es ciego. No sea tonto, la ley le ampara. Si me llama, yo le pongo en contacto con un abogado”.
Cuando se queda solo, Arsenio baja a media altura el portón del taller. Se acerca al Opel Vectra. Entra en él por la puerta del copiloto y recoge la funda en la que el propietario guarda los papeles del coche. Ahí están el permiso de circulación, pagos de los últimos años del recibo del seguro, los datos del conductor y dueño del vehículo… Rubén Artiga Lendoiro.
Rubén Artiga Lendoiro apareció muerto en su casa el 24 de marzo. Su cadáver estaba en avanzado estado de descomposición. Sus vecinos no sospechaban nada. Tras las últimas reformas en el edificio financiadas con fondos de reconstrucción europeos las viviendas se convirtieron en auténticos búnkeres.
“Mejoras en la estructura con criterios de eficiencia energética y con aislamiento térmico que aíslan mejor del frío en invierno y protegen del exceso de calor en verano. Pero por un poco más se pueden completar reformas para el aislamiento acústico y de olores. Y si emprenden toda la obra con nosotros, y en unas condiciones muy ventajosas de financiación, instalaremos equipos de domótica para que sepan en todo momento cuándo las zonas comunes están vacías. También para que sus proveedores estén controlados en todo momento. Con nuestro programa NOBODY IN SIGHT cualquier servicio que usted solicite —de compra, reparación, mantenimiento, sexual o de compañía— solo transitará por el edificio cuando nadie de sus convecinos utilice una zona común. Mientras el servicio permanece en el portal o se mueve por las escaleras, es decir, mientras no ha llegado a entrar en sus viviendas o una vez que sale de la misma y en el intervalo hasta que sale de su portal, las cerraduras se bloquean temporalmente. Con un tope, eso sí, de dos minutos. El tiempo necesario calculado para que se pueda transitar —andando o en ascensor— desde la puerta del portal hasta el último piso. O viceversa.
Sus viviendas quedarán completamente aisladas. Ni se oirán, ni se olerán, ni se verán, ni se relacionarán. Vivirán con las ventajas en ahorro de costes de los edificios de muchas viviendas, y con las ventajas de la privacidad total de su vida que le proporciona un adosado o un chalet NOBODY IN SIGHT. Aislados y aislantes”. La obra completa fue aprobada por 23 propietarios a favor y 2 en contra.
“Artiga Lendoiro tenía ciertos problemas de movilidad, señor agente. Yo no le recuerdo en la calle ni en los espacios comunes desde hacía meses. Quizás años. Supongo que funcionaba con aplicaciones. No era muy estricto con la domótica y tuvimos varias broncas con él por eso. Te cruzabas con sus proveedores en el portal ¡y alguna vez hasta en el ascensor! Con el servicio médico y el de atención domiciliaria y las compras, eso lo recuerdo seguro. He visto traerle bolsas de todo tipo muchas veces. ¿El ocio? Ni idea. ¿Aplicaciones de contactos? Tampoco. No lo sé. Ahí igual era más cuidadoso…”.
El departamento de la policía local especializado en levantar cadáveres que aparecían en sus casas tras periodos de descomposición alargados efectuó las indagaciones de rigor. No reparó en nada extraño al analizar los discos duros de sus aparatos electrónicos. Típico caso de persona aislada. Las relaciones personales llevaban años produciéndose a través de páginas de contactos. Diversos perfiles. Anónimos unos. Falsos todos. Heterosexuales, homosexuales. De todo tipo. Mucha afición a los juegos de rol.
El agente recopiló la información sanitaria y la económica que se desprendía de sus aplicaciones informáticas, para ultimar el informe. Como en tantos casos, se abriría un proceso concursal ciego para distribuir los créditos preferentes de sus acreedores tras valorar su patrimonio.
El agente se apartó discretamente a la entrada del piso y, en un momento de descuido de su compañero de patrulla, tecleó en Telegram: “Papá, te paso datos. Artiga Lendoiro, Rubén. Varias deudas. Una, con un tal Taller de Arsenio. Un Opel Vectra verde que lleva allí veintitantos días… Calle Romanones, 7. Habla con Lydia y date vida, que me apetece ir de jamada”.
Enviar. “Papá trabajo. Luis Pellicer”.
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(Próxima entrega: #Patito).
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Unai Sordo (Barakaldo, 1972) es secretario general de Comisiones Obreras.
—Son las cinco y veinte. Llevamos casi tres horas comiendo. Y ya sabes que los domingos por la tarde prefiero estar en casa. No me gusta llegar tarde.
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