La sala Golden de la Gran Vía de Madrid representa con sorprendente certeza el universo estético de Abracadabra, la nueva película de Pablo BergerAbracadabra. En una sala se alternan grabados de la Virgen del Rocío con carteles de toros. Abajo, luces de discoteca alumbran una pista de baile que no parece haber cambiado ni una baldosa desde finales de los setenta. No en vano es uno de los escenarios del último filme del director de Blancanieves, que llega a los cines el 4 de agosto. Y ahí, bajo la luz azulada —es mediodía, pero aquí dentro parece medianoche— está Maribel Verdú, que ha repetido con Berger y cambia la pérfida madrastra por una mujer de barrio despierta y tierna llamada Carmen.
"España está llena de Cármenes", dice la actriz mientras apura un aperitivo en la enésima jornada de promoción, "es una radiografía fiel y veraz de una parte de la sociedad española. Todas las conocemos". Su Carmen soporta con estoicismo, laca y algo de miedo a Carlos, el marido futbolero y desconsiderado que es mucho más —mucho menos— que un tipo desagradable. Carlos es Antonio de la Torre, especializado a estas alturas, después de Caníbal y de Tarde para la ira, en tipos que bordean o caen en el sadismo. Y ahí está Verdú, manteniendo su personaje "desde la verdad más absoluta" en la comedia descabellada que ha montado Berger. No queda nada del esteticismo medido de Blancanieves: aquí todo es exceso y colores chillones.
Lo dice él mismo. Después de que su melodrama mudo y españolísimo arrasara en 2012 el Festival de San Sebastián y los premios Goya, se embarcó en una gira que le tuvo más de dos años de padre de la criatura. "Después de ese periplo, me encerré en la productora y tuve una depresión postparto. '¿Y ahora qué?'. Desempolvé varios guiones que tenía, unos inacabados y otros no, mi cuaderno de ideas… y decidí hacer el proyecto menos parecido a Blancanieves que encontré". Lo hizo, eso sí, con el mismo equipo, aunque del elenco solo repitan Verdú y Josep Maria Pou en el papel de un excéntrico maestro de la hipnosis. Porque hay mucho de paranormal. Para no hacer spoilers innecesarios, diremos solo que tras una sesión de hipnosis fallida —responsabilidad de un sorprendente José Mota—, Carmen descubre que su Carlos es súbitamente otra persona. Para bien o para mal. Y por ahí anda Quim Gutiérrez... pero no diremos por qué.
La actriz habla de su director con fidelidad e irreverencia: "Pablo Berger va a pasar a la historia del cine español. Son películas que tienen un sello y un universo propio. No sabes lo que es rodar con él. Pablo puede rodar 60 planos al día. Desde aquí, desde aquí, desde aquí, subjetivo del culo del vaso del refresco, en escorzo… ¡El montador de Pablo debe de estar tratado!". Tras un mes de ensayo partiendo del guión, el director no dudaba en repetir hasta la decena de tomas en sesiones de rodaje muy exigentes. Quizá sabiendo la dureza de su ritmo de trabajo, Berger trató de conquistar a la intérprete para que se embarcara en el proyecto. Lo cuenta Verdú entre risas: "Llevábamos un tiempo sin vernos, y me cita en un sitio precioso y charlamos y charlamos. Y me saca una caja, la abro y está el guión encuadernado. Abro la primera página y pone 'Carmen', una flechita y 'Maribel'. Me morí. Esa noche le llamé: 'No sé lo que he leído, pero quiero estar ahí".
El asombro de la actriz es comprensible. Berger, que ya unió porno casero y comedia española en Torremolinos 73 y cine mudo, cuentos tradicionales e imaginario torero en Blancanieves, da aquí otra vuelta de tuerca. "Es una tragicomedia, pero he añadido más géneros que nunca", confiesa, "he metido thriller, terror, cine social, musicalthriller…". Sí, musical. Hay una escena de baile digna de Fiebre del sábado noche entre Verdú y De la Torre que se ha convertido en la favorita de la actriz. También hubo ensayos, que la intérprete recuerda con alegría.
Pero no es todo comedia —o comedia bien negra—. Hay un trasfondo bien serio en la relación entre Carmen y Carlos. "Tengo atracción por los arquetipos, llámales estereotipos o llámales iconos", explica Berger. "Soy como un músico de jazz que coge un estándar e improvisa. Pero me gusta que al espectador le suene la melodía". Y el personaje de Antonio de la Torre resulta demasiado familiar. Frente a eso, está el arrojo de Carmen, para Maribel Verdú el punto clave del filme. Lo dice sin dudar: "Hablamos de la liberación de una mujer, que es lo que realmente cuenta. El voy a ser valiente, voy a dejar todo esto atrás y voy a buscar mi libertad. Fíjate que no te hablo ya de felicidad. Es la libertad. Carmen es una heroína".
Une heroína que le quita el descanso veraniego. Maribel Verdú empalma la larga promoción del filme con el rodaje de Superlópez, la adaptación del personaje de Jan protagonizada por Dani Rovira. Su viaje a Barcelona para sumarse al equipo es el único que se podrá permitir en estos meses. Pero siempre quedará el invierno.
La sala Golden de la Gran Vía de Madrid representa con sorprendente certeza el universo estético de Abracadabra, la nueva película de Pablo BergerAbracadabra. En una sala se alternan grabados de la Virgen del Rocío con carteles de toros. Abajo, luces de discoteca alumbran una pista de baile que no parece haber cambiado ni una baldosa desde finales de los setenta. No en vano es uno de los escenarios del último filme del director de Blancanieves, que llega a los cines el 4 de agosto. Y ahí, bajo la luz azulada —es mediodía, pero aquí dentro parece medianoche— está Maribel Verdú, que ha repetido con Berger y cambia la pérfida madrastra por una mujer de barrio despierta y tierna llamada Carmen.