"250 miligramos de risas cada 8 horas", la saludable prescripción de Mónica García para este verano

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En el ámbito laboral, se exige constantemente a las mujeres que demuestren su profesionalidad y valía, sobre todo en entornos masculinizados como sigue siendo la política. Al mismo tiempo, y cada vez más, el discurso político abandona la solemnidad tradicional por un tono más desenfadado y cercano, que recurre habitualmente al humor. La combinación de humor y política no tiene, sin embargo, la misma acogida cuando la practican mujeres. Un ejemplo: la primera estrategia de Trump contra Kamala Harris —laughing Kamala— ha consistido en burlarse de su risa, tachándola de loca.

"Soy omnívora del humor, me hace gracia casi todo", confiesa entre risas la ministra de Sanidad, Mónica García, en una conversación con infoLibre en la que rompe con el tópico de la política seria y formal. Y es que la madrileña se describe como una persona risueña, capaz de poner en práctica el sentido del humor en cualquier situación cotidiana. "Me ha entrado la risa en la Asamblea de Madrid, en clase, en el Congreso, en el parto de mi sobrina...", enumera. "Cuanto menos apropiado es un ataque de risa, menos lo puedo contener. Y si sólo me hace gracia a mí, ya es incorregible".

El humor es el mejor antídoto contra la estupidez y el odio y la mejor tabla de salvación ante la adversidad

A la ministra el humor le viene de familia. En su casa siempre han sido capaces de reírse en momentos que para otros serían verdaderamente inoportunos. "Nos entró un ataque de risa familiar hasta en el funeral de mi abuelo", rememora. Su madre era especialmente aficionada a los chistes malos. "Empezaba a contarlos y no podía seguir de la risa". Después de pensarlo por un momento, García se acuerda de uno de Eugenio que le gusta usar especialmente como analogía con los negacionistas climáticos: "Está un hombre en el campo y empieza a contar 94, 95, 96, 97, 98, 99... Anda, ¡si es un ciempiés!"

La ministra reconoce que también le hacen gracia lo que llama "las tontás": una caída, un tropezón, un lapsus... "Sobre todo si son míos, que no son pocos", bromea. Presume además de ser buen público. "Suelo ser muy agradecida, me río incluso cuando lo entiendo y es malísimo".

Más allá de su fachada lógicamente solemne, la política se considera afortunada, su trabajo le ofrece a menudo momentos de diversión: "Tengo un maravilloso equipo que, además de talentoso y virtuoso, tiene un gran sentido del humor". En realidad, suceden muchas anécdotas divertidas en el Congreso, que demuestran que humor y política no son incompatibles. La ministra nos remite a la confusión del diputado socialista Herminio Sancho durante la sesión de investidura de Feijóo. "Me hizo especial gracia la explicación que dio a continuación: 'Sancho, sí, no'. Todavía hoy me río recordándolo con miembros de mi equipo", admite con una sonrisa. ¿Algún político particularmente ingenioso? García se decanta por el defensor del pueblo, el socialista Ángel Gabilondo. "Detrás de su apariencia seria y fría hay un hombre divertidísimo con el que te puedes partir de risa", asegura.

El valor político del humor es, de hecho, incuestionable para la ministra. "El humor es un motor político de primer orden, capaz de denunciar injusticias y movilizar los anhelos de la gente frente a la desesperanza. Es el mejor antídoto contra la estupidez y el odio y la mejor tabla de salvación ante la adversidad", afirma con vehemencia. Haciendo gala de deformación profesional, García nos receta "250 miligramos de risas cada 8 horas" para pasar el verano y, según nos vaya, seguir igual con la misma dosis hasta por lo menos final de año.

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Sin embargo, en el humor no todo vale. A pesar de declararse firme defensora de la libertad de expresión, la ministra establece una frontera clara entre lo que es una broma y lo que es una agresión disfrazada de humor: "Los límites del humor los tejen el contexto, el emisor y el público al que va dirigido". Eso sí, hay límites directamente infranqueables: "Nunca bromearía con el genocidio de Palestina, con la violencia machista o con los derechos y libertades de las personas LGTBI". Lo que está claro para García es que no existe una dictadura de lo políticamente correcto: debemos revisarnos siempre. "Hay quien dice que 'ya no hay quien haga bromas'. No, mira, si tu humor es cavernícola el problema no es de los demás porque se ofendan, es tuyo que eres un cavernícola y debes hacértelo mirar".

Hay muchos tipos y formas diferentes de hacer humor. Para todos los gustos, de todos los colores, arraigados en diferentes historias, tradiciones y culturas. "Igual que somos un país plurinacional también lo somos plurihumorístico. Hay humores más implícitos, que parecen serios pero esconden una ironía subliminal maravillosa, y los hay más explícitos, con su chiste clásico y su carcajada", razona García, que se reconoce admiradora de todos ellos.

Si tu humor es cavernícola el problema no es de los demás porque se ofendan, es tuyo que eres un cavernícola y debes hacértelo mirar

Para la ministra, el verano y las vacaciones son siempre sinónimo de diversión. "Recuerdo con especial cariño los viajes veraniegos con mis amigos de 'la alegre pandilla'", nos relata con nostalgia. También es la época perfecta para aventurarse a probar cosas nuevas con las que pasar un buen rato. Para ello, nos ofrece algunas recomendaciones. Como libro, Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza. "He llegado a carcajearme sola en el metro leyéndolo". Le cuesta más decantarse solo por una película y nos termina revelando tres de sus debilidades: "El jovencito Frankenstein y Amanece que no es poco tienen varias escenas que repito con mis hermanos. También disfruto mucho con Steve Martin en La pantera rosa". De esta última, nos confiesa que, en el marco de reuniones internacionales con sus homólogos europeos, suele recurrir a alguna de sus escenas "para relajar después del trabajo". Como última sugerencia, García nos insiste en la importancia de aprovechar para desconectar, dentro de lo posible, durante estos meses estivales, prescribiéndonos pequeñas dosis diarias y saludables de humor.

En el ámbito laboral, se exige constantemente a las mujeres que demuestren su profesionalidad y valía, sobre todo en entornos masculinizados como sigue siendo la política. Al mismo tiempo, y cada vez más, el discurso político abandona la solemnidad tradicional por un tono más desenfadado y cercano, que recurre habitualmente al humor. La combinación de humor y política no tiene, sin embargo, la misma acogida cuando la practican mujeres. Un ejemplo: la primera estrategia de Trump contra Kamala Harris —laughing Kamala— ha consistido en burlarse de su risa, tachándola de loca.

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