De Nirvana a Bad Bunny con parada en Karol G: la ruta musical sin complejos de Diego Arroyo (Veintiuno)
Diego Arroyo es vocalista, compositor y guitarrista de Veintiuno, el grupo de música que fundó hace ya más de diez años y que integra junto a sus amigos Pepe Narváez, Yago Banet y Rafa Pachon. La banda toledana publicó su primer álbum Nada Parecido en 2015, pero fue en 2018 cuando saltó a la fama con su disco Gourmet.
Actualmente suman más de cuarenta millones de reproducciones en Spotify y han colaborado con artistas del nivel de Love of Lesbian o Zahara. Su estilo pop, funk y R&B, con letras complejas, que huyen del tradicional amor romántico, se está dejando ver en las carteleras de los principales festivales del verano. Después de esta temporada estival, continuarán con su gira por salas que cuenta ya con una fecha especial para el 11 de enero de 2024 en La Riviera madrileña.
Todas las canciones tienen algo y, si son exitosas, es interesante preguntarse qué valores las han hecho llegar hasta ahí antes de pensar que millones de personas son más tontas que tú
“Me temo que ya no tengo placeres culpables. En el colegio, de hecho, una de las mejores excusas que tenían los bullies para reírse de mí eran las cosas que me gustaban”, explica Arroyo en conversación con infoLibre. Esta experiencia le hizo dar vueltas desde muy pequeño a la idea de que sus gustos son lo que le definen: “No quiero renunciar a nada que me haga feliz a cambio de aceptación social. Si me gusta algo, lo exploro y no me juzgo por ello, ya sean los cómics, la ciencia ficción, las comedias románticas, Drag Races, Dylan Thomas o el difunto Sálvame”.
El cantante nos confiesa divertido, “por poner un ejemplo y no fastidiar la entrevista en la primera pregunta”, que lo más parecido a un placer culpable que tiene es lo muchísimo que le gusta una artista en particular: “Karol G anula mi sentido crítico”. Explica que, durante la gira de Veintiuno, Pepe y Yago empezaron a poner su hit reggaetonero en la ‘furgo’ en la que viajaban y que, a partir de ahí, “casi cada canción nueva que publica es una celebración”. “No tuve que decidir escucharla, me avasalló como producto mainstream”, reconoce jocoso.
Siguiendo con el estilo de algunas de sus letras, que hablan del desamor sin endulzantes, Arroyo conecta más con los reggeatones tristes. Es consciente del amor-odio que genera la música latina en la sociedad, con grandes seguidores y detractores "que odian sus letras a morir". Lo achaca a una brecha generacional y también observa un componente local: “Esto no sucede en absoluto con la parte más joven de nuestro público. Además, en España, por ejemplo, la corriente musical hegemónica siempre ha sido terriblemente anglófila, celebrando todo lo que viniera de la cultura británica y americana y dejando de lado los géneros latinos”. Cree, en cualquier caso, que en los últimos cuatro años esto ha empezado a cambiar y la polaridad se está invirtiendo.
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El artista admite que es difícil diferenciar entre "buena" y "mala" cultura, porque es una cuestión que tiene "mil matices", por lo que se sorprende cuando ve a un músico o artista delimitando con firmeza esas fronteras. Teniendo en cuenta su experiencia, cree que detrás de todos estos prejuicios suele esconderse "desconocimiento", "falta de contexto" y "el miedo al juicio de los demás": "Todos necesitamos sentirnos diferentes y especiales definiendo quiénes somos con nuestros gustos".
"Todas las canciones tienen algo y, si son exitosas, es interesante preguntarse qué valores las han hecho llegar hasta ahí antes de pensar que millones de personas son más tontas que tú", defiende. Su recomendación es tratar de disfrutar de todas las canciones que lleguen a nosotros "de cualquiera de las maneras posibles".
A los más tradicionales y fieles a su género, el toledano les da unos consejos para "hacer una inmersión progresiva y por afinidades" a otros ritmos musicales. Advierte de los riesgos de saltar de golpe a la piscina y sufrir un corte de digestión. Mejor, poco a poco: "Es más fácil llegar de Nirvana a Bad Bunny si disfrutas de los vasos comunicantes", que sí, existen, y nos pone una buena ruta musical de ejemplo: Pasamos de Nirvana a Sonic Youth, de ahí a los Stooges y a Bowie, de Bowie a los Beatles, de los Beatles a Bob Dylan, de Bob Dylan a Rubén Blades, de Blades a Lavoe, de Lavoe a Frankie Ruíz, la salsa romántica, nueva bachata, el reggaetón dominicano... Desde ahí a Daddy Yankee y, finalmente, del "rey del reggaeton" a Bad Bunny.