'Summer nights': la historia de eterno amor veraniego de Sandy Olsson y Danny Zuko
Ah, los amores de verano. Dan calores de solo pensarlo. Porque no hace falta recordarlos, pues parecen siempre estar ahí aposentados en algún lugar accesible de la memoria, merodeando. Tan intensos como libres y fugaces y, por ello, inolvidables, son nostalgia melancólica del presente, un idilio imposible con el futuro, la romantización del pasado sublimado.
Porque lo que pasa en verano se queda donde sea que haya pasado. Salvo, claro está, que reaparezca inesperadamente en tu trabajo o en tu instituto, lugares donde todos jugamos roles diferentes rutinariamente establecidos. Cambia el contexto y entonces la cosa se complica y puede acabar en tragedia griega, melodrama intensito o, a poder ser, en una historia de eterno amor pop como la de Sandy Olsson y Danny Zuko en Grease (1978). Porque, en contra de la creencia generalizada, los flechazos veraniegos pueden durar para siempre.
Decimos los nombres de los personajes porque nos parecen reales. Casi medio siglo después descubrimos que son reales. Y más eternos que Olivia Newton-John y John Travolta, como desgraciadamente ya hemos constatado tras el fallecimiento de la actriz esta semana a los 73 años por culpa del p*to cáncer. Su romance fílmico le sobrevive ya a ella, le sobrevivirá a él y nos sobrevivirá a todos nosotros. Así sea.
Todo esto de lo que hablamos se resume impecablemente en Summer nights, una de las canciones más populares de una de las bandas sonoras más populares (más de 28 millones de copias vendió, ¡que ya es vender!) de una de las películas más populares de la cultura pop(ular) del siglo XX. Sandy y Danny somos todos.
Así lo cantan en pareja, tan mutuamente prendados, protagonistas del chismorreo del momento: "Amor de verano, lo pasé genial. Amor de verano, ocurrió tan rápido. Conocí una chica que estaba loca por mí. Conocí a un chico que no podía ser más guapo. Los días de verano yendo a la deriva, oh, oh, esas noches de verano".
Las chicas con las chicas, los chicos con los chicos. Cada cual por su lado canta su propia versión de la historia, como debe ser, con esas coreografías a lo West Side Story: "La llevé a jugar a los bolos a la sala de juegos. Fuimos a dar un paseo, bebimos limonada. Nos enrollamos bajo el muelle. Estuvimos fuera hasta las diez de la noche. Las aventuras amorosas de verano no significan nada pero, oh, todas aquellas noches de verano..."
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Para que un amor de verano pueda ser declarado oficialmente como tal tiene que ser rapidito y al lío. De lo contrario, pasa a ser otra cosa. Así que el desenlace se precipita: "Llegó el frío, es cuando termina. Así que yo dije que seguiríamos siendo amigos. Entonces hicimos nuestro juramento de amor verdadero. Me pregunto qué estará haciendo ahora. Sueños de verano, desgarrados por las costuras, Pero oh, aquellas noches de verano..."
Chimpún. O no. De hecho, no. Ya sabemos de sobra que lo de Sandy y Danny no acabó entonces y no acabará nunca. Es la suya una adorable anomalía, la excepción que confirma la regla y que nos invita a seguir sintiendo la incertidumbre de los más improbables enamoramientos estivales a primera vista. Esa brujería. No en vano, son una suerte de magia en la que creer con los ojos vendados pues, de lo contrario, descubriríamos el truco y perdería su gracia. La vida, digo.
Confiemos pues. No hay nada más verano que el puente de agosto, punto de inflexión para empezar a rodar hacia el otoño. Ya hay este año más despedidas que encuentros, más recuerdos que expectativas. Summer nights, escrita por Jim Jacobs y Warren Casey para el musical de Grease (la película vino después), fue un gran éxito en el verano de 1978 y sigue siendo la perfecta banda sonora para quien sea que a cada cual le pueda estar acalorando ahora mismo. La vida, reitero, digo.