El verano en el que un cine de Ceuta me descubrió el bikini de Ursula Andress

Antigua estación de Atocha.

José Enrique Centén Martín

Estaba deseando ir, ese día era todo nervios. Mi madre me llevaba a la Estación de Atocha y como viajaba solo desde que tenía nueve años, me encomendaba a la Guardia Civil durante el viaje. Ellos pasaban para comprobar que allí estaba, era así para los menores. Un viaje en vagones de tercera con asientos de madera y cabinas de 10 personas. Más de 16 horas de viaje, paraba casi en todas las estaciones, en un vagón lleno y todos con bocadillos.

En Ronda sobre las seis de la mañana estaba mi tío Antonio esperándome (era tío de mi madre), siempre con un paquete de Tortas de Aceite Inés Rosales, que aún se venden. Tengo 72 años y le recuerdo, era un hombre menudo como su madre. Paraba el tren 5 minutos, bajaba, nos besábamos y vuelta al tren. El trayecto terminaba en Algeciras, pero en el puerto muy cerca del barco con destino a Ceuta, cambio de custodia de Guardia Civil tras hora y media de viaje oliendo a Ceuta desde la popa y viendo delfines. Llegaba. Me esperaba la tía Concha (otra tía de mi madre), y andando hasta el Patio Castillo, detrás de Correos, calle Amargura, 6 (aunque casi siempre entrabamos por la tienda "Casa Bravo" de Manolo y Paquirri). Ese era mi mundo. Allí estaban todos mis primos y casi primos: los Luque, los Pérez, mis tíos Rafa, Curro, Concha, Eudolia (tíos de mi madre) con su prole. Había muchos Pepes y Rafas en el patio, también los vecinos de siempre: los Borregos, Antonia la del Rincón, Magdalena con 8 niños y su padre en Alemania y otros que no recuerdo los nombres. Serían como 20 familias. Con la abuela del patio "María la chica", mi bisabuela y centro de mi cariño.

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Días de juego y playa, íbamos solos a la playa del Recinto con una pendiente por camino de tierra. Siempre decía mi tía: "a las tres a comer". Nadie tenía reloj, pero a las tres llegábamos. Siesta, merienda de pan con chocolate o con aceite y azúcar. A veces limpiábamos el cine de verano con suelo de piedras, recogíamos colillas, papeles y algunos días entrábamos gratis si era para menores. Cuando no, la veíamos desde una tapia detrás del cine, incluso la de mayores. Allí vimos el primer bikini, con Ursula Andress saliendo del mar en la película Agente 007 contra el Dr. NO. Toda la chiquillería aplaudiendo, incluso los adultos del cine. Un aplauso estruendoso y no sólo el primer día. Así transcurrían los días hasta la vuelta a Madrid y añorar hasta hoy. 

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