Si entras en la actual temporada de Los Bridgerton, de Netflix, y miras unos minutos para curiosear la serie que se ha convertido en un fenómeno, puedes quedarte en shock. Primero por una estética recargada, que eleva la regencia británica en la que se inspira a la altura de un delirio de época.
La explosión de colores es tal que parece que diseñadores de las marcas de ropa Desigual o Ágata Ruiz de la Prada se hubieran tele transportado al universo de la serie. Los miembros de la familia que le dan título son los únicos que ofrecen cierto descanso visual. El resto de personajes parecen no saber parar nunca a la hora de añadir accesorios y colores a un atuendo.
De baile en baile
La sucesión de bailes de salón desafía cualquier consejo prudente sobre dosificar estos eventos en pantalla. Se convocan y celebran casi en un continuo, con sus decoraciones de fantasía, más carnavalescas que elegantes.
Bailes en los que no se escatiman coreografías sin el menor interés. Todo lo que se libera la serie del peso histórico no llega a los danzarines, que se ciñen a los pasitos y giros previstos y poco más, eso sí, incluyendo versiones de temas pop con mucho violín.
Una narrativa que atrapa
Esa puede ser una primera impresión. Pero cuando se entra en la trama, Los Bridgerton combina la producción de una serie de lujo estadounidense con muchos de los recursos que han hecho de las telenovelas éxitos espectaculares.
En primer lugar, tiene una trama principal clara con un conflicto potente. En este caso, el enamoramiento de uno de los personajes favoritos de la serie, Penelope Featherington, de un caballero por encima de sus posibilidades, Colin Bridgerton.
Una heroína con todo en contra
Penélope es una dama a la que sobran kilos, bajita y que en los libros se describe ya como solterona. Además, su frustración y su talento le llevaron a editar una revista de sociedad firmada bajo el seudónimo de Lady Whistledown en la que publica cotilleos de la clase alta.
Su publicación es leída vorazmente, pero despreciada por muchos, entre ellos por la mejor amiga de Penélope, Eloise Bridgerton, y por el objeto de su amor, su hermano Colin.
Demorar el premio para aumentar el placer
La protagonista de la temporada se enfrenta pues a grandes obstáculos que solo su química con Colin y su perseverancia permitirían superar. Esta trama principal sabe demorarse, quedar suspendida entre miradas apasionadas, como hace en las telenovelas, pero comprimido en los 8 episodios en los que Netflix despacha la temporada.
La dilación de la recompensa con la que simpatiza toda la audiencia, propia del culebrón, ha logrado un extraordinario vínculo con el título. El libro en el que se basa esta temporada, Seduciendo a Mr. Bridgerton, tiene una reseña en Amazon, firmada por Nana, que resume a la perfección el espíritu de la serie y especialmente de esta entrega: “Penélope es una de nosotras… Si gana una, ganamos todas”, dice.
El rotundo triunfo de los subestimados
Esta apuesta por el triunfo de los diferentes, de los que no son entendidos a la primera, se continúa en la trama secundaria. Otra hermana Bridgerton, Francesca, es obligada a presentarse en sociedad y buscar pareja. Guapa y talentosa, todo el mundo espera de ella que elija a un pretendiente rico y llamativo.
Francesca se decanta por un hombre de pocas palabras y sin grandes logros conocidos. La pareja, que parece insulsa y sin gracia, va revelándose como la de dos introvertidos que necesitan su espacio y no disfrutan de la exhibición constante ante los demás.
Mujeres desafiando a la sociedad
Mientras, la madre del clan protagonista se abre por primera vez a una posible relación sentimental tras su viudedad. Y también se cuenta la historia de otra viuda que decide vivir su sexualidad libremente y sin compromisos.
Se ofrece así un abanico de romances que deben superar obstáculos, en los que el punto de vista es el de mujeres obligadas a vencer una resistencia al corsé del qué dirán.
Esta temporada delirante en lo estético y audaz en lo argumental ha corrido a cargo de Jess Brownell, guionista que ya había trabajado con la productora Shonda Rhimes durante quince años. Toma el relevo del creador de la serie, ChrisVan Dusen y supera sus audiencias logrando de momento la más vista de las tres entregas.
Basada en una colección de ocho novelas
Los Bridgerton se basa en una serie de libros de la escritora Julia Quinn, que dedicó ocho volúmenes a la saga familiar, cada uno a un hijo o hija de la familia y situó la acción en Reino Unido entre los años 1813 y 1827.
El periodo histórico real en el cual transcurren los hechos fue la regencia de Jorge ante la porfiria incapacitante que sufría su padre, el rey Jorge III. A su muerte, en 1820, el regente se convertiría en Jorge IV.
Un mundo sin racismo
La serie adapta libremente lo referente al trono y se queda con algunas tradiciones de la época como el competitivo mercado matrimonial y la moral imperante. Una de las fantasías más estimulantes de la serie es la absoluta ausencia de racismo y la abundancia de personajes de pieles oscuras, empezando por la reina.
Shonda Rhimes, productora del proyecto, es junto a Oprah Winfrey, una de las mayores figuras afroamericanas de la industria audiovisual estadounidense. Entre sus títulos más conocidos se encuentra Anatomía de Grey, que comenzó en 2005 y aún sigue activa.
Los éxitos en la televisión tradicional en abierto le llevaron a firmar entre su compañía, Shondaland, y Netflix un acuerdo de cien millones de dólares que se expandió en 2021 a cifras que no se han desvelado pero que incluyen publicidades, venta de productos y derechos de inteligencia artificial. Se ha vendido de todo con el sello Bridgerton, incluso vestidos de novia.
El contrato también deja por escrito el compromiso por la diversidad y la inclusión detrás de la pantalla, en la producción, de miembros de colectivos infrarrepresentados.
Historias femeninas y diversas
En esta y sus demás producciones, Scandal, ¿Quién es Ana? y tantas otras, Rhimes ha encontrado una cantera abundante de guionistas que han creado un estilo de relaciones intensas y personajes femeninos poderosos por los que muchas espectadoras se sienten atraídas.
Rhimes abandera los repartos que representan la diversidad racial y de tipos de cuerpos. Su política es la de hacer los castings sin requisitos físicos y encontrar en ellos a sus actrices y actores por la esencia de los personajes y no por rasgos predeterminados.
Historia paralela, estética paralela
Precisamente parte de la riqueza de tonos de piel de la serie frente a la realidad de la Regencia británica animó a Brownell, la guionista al cargo de esta edición al juego estético.
Entrevistada por Royal televisión society, la responsable de la temporada ha declarado: “La serie es una fantasía, una historia alternativa. Y en nuestro mundo alternativo, en el que la gente de color tiene mayor presencia puede que el vestuario hubiera tomado también otra dirección”.
La comedia de la incomodidad
Otras de las claves de estos ocho episodios ha sido la de incidir en la comedia. Toda la trama se basa en situaciones apuradas para Penélope, que ve como su alter ego, Lady Whistledown, se interpone en sus relaciones.
Verla sentir una constante incomodidad lleva a la serie a “un nuevo nivel de comedia”, aprecia Brownell. Con esa clave busca emparentar con la comedia romántica más que con el romance histórico.
Ese tono juguetón de la trama le ha llevado a experimentar con lo que describe como “exageración y teatralización”. Algo que no cree que deba recuperarse necesariamente en siguientes entregas, sino que ha sido diseñado específicamente para ésta.
Hasta las ocho temporadas y más allá
Así será seguramente porque ella es de las pocas que conoce el contenido de la siguiente entrega, a cuya escritura está dedicada actualmente. La intención de Rhimes es desarrollar los ocho libros en la serie y quién sabe cuantas series derivadas.
De momento ya se ha entregado una, dedicada a la adolescencia de la reina Carlota, que se quedará en la temporada ya hecha. La historia cuenta ese pasado paralelo en el que se introdujeron en la corte las parejas interraciales. Pero según Brownell, todos los personajes podrían tener sus propias series propias.
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Shonda Rhimes y su socia Betsy Beers prevén hacerse viejas explorando el universo de los libros. La novelista Julia Quinn no muestra menos entusiasmo viendo como sus novelas se han convertido en un fenómeno internacional. La reina Charlotte nació primero en pantalla y la escritora la deconstruyó en una nueva novela.
Rhimes y Quinn han creado su propia pareja interracial de éxito y lo más probable es que esta franquicia se consolide y ofrezca muchas más horas de televisión y de conversación global.
Una producción de evasión llena de optimismo y ánimo para la autorealización personal y la búsqueda de la felicidad. Con la estética de un merengue y mucha mejor digestión que un pastel.
Si entras en la actual temporada de Los Bridgerton, de Netflix, y miras unos minutos para curiosear la serie que se ha convertido en un fenómeno, puedes quedarte en shock. Primero por una estética recargada, que eleva la regencia británica en la que se inspira a la altura de un delirio de época.