‘Querer’, una serie sobre el terror de los abusos en el matrimonio
En vísperas del día de todos los muertos, de Halloween, las plataformas estrenan sus propuestas de terror fantástico o sangriento. Pero para algunos espectadores y espectadoras no hay nada tan espeluznante, que encoja el estómago y deje una sensación de alerta en el espinazo como un drama sobrecogedor y creíble. Algo que podría pasar y que sabemos que pasa.
Movistar+ ha estrenado la serie española de cuatro episodios Querer. Están disponibles los dos primeros. Mañana y el próximo jueves podrán verse el tercero y cuarto.
Denuncia a un esposo violador
La historia arranca con la denuncia de una mujer casada durante treinta años a su esposo por violencia sexual continuada. Ya desde el principio sentimos su terror. Cuando tiene la maleta preparada para salir a solas de su casa su marido llega antes de tiempo y ella ha de cocinar un filete aparentando normalidad.
Ese esposo ignorante de que su vida va a cambiar, esa mujer cuyo corazón sale del pecho, pero no puede permitirse despertar sospechas y ese filete humeante en la sartén resultan aterradores.
Un reparto impecable
La serie presenta después los cuatro puntos de vista principales. Los del matrimonio y los de sus dos hijos, varones y ya adultos. Cada secuencia se centra en el punto de vista de uno de ellos.
Ruiz de Azúa hizo a todos los intérpretes pasar por pruebas a pesar de su valía probada, para ensamblarlos como familia. Están impecables. Nagore Aramburu (Loreak) como Miren ha afirmado haber necesitado fisioterapia algunos días tras el rodaje dada la tensión acumulada y reprimida de su personaje. Consigue que toda esa angustia traspase la pantalla y se contagie.
Intérpretes que dejan con ganas de más
Pedro Casablanc añade a su tremendo talento una presencia física que va a favor del hombre dominante al que encarna. Miguel Bernardeau vuelve a entregar un personaje duro, que no necesita verbalizar mucho para resultar temible. Iván Pellicer interpreta a otro de los hijos llenándolo de luz y de dudas.
Secundarias que han dejado con muchas ganas de ver sus papeles engrandecidos son Loreto Mauleón y una Natalia Huarte a la que el guion y su destreza permiten hablar con los ojos.
De brillar en el cine a hacer una serie
Al frente de la serie está la directora y guionista vasca Alauda Ruiz de Azúa, que debutó y deslumbró hace dos años como directora de cine con la multi premiada Cinco Lobitos. Ruiz de Azúa prepara su siguiente película, Los domingos, en la que volverá a ser también guionista además de dirigir.
Firma el guion de la serie con Júlia de Paz y Eduard Solá. Solá ha escrito recientemente el guion de la estupenda película de Netflix Casa en llamas. Sin dejar el fuego, fue uno de los guionistas de la serie también notable, El cuerpo en llamas. De paz es directora de sus propios filmes además de guionista.
Meses de investigación sobre la violencia sexual en la pareja
El equipo dispuso de meses para documentarse sobre la violencia sexual dentro de la pareja estable. Según la propia Alauda Ruiz de Azúa pudieron entrevistarse con abogadas y abogados especialistas, psicólogos, asociaciones, víctimas y asistir a juicios.
Este trabajo previo supone un lujo que se traduce en seguridad y puntería a la hora de contar la historia. También dispusieron de meses para escribir los cuatro episodios, que muestran cuatro momentos esenciales del proceso que inicia la denuncia.
Alauda Ruiz de Azúa ha manifestado a Los Lunes seriéfilos que busca que los espectadores nos convirtamos en jueces de esta historia pero que ha querido lo contrario de sus actores. De ellos esperaba que encarnasen a los personajes entendiéndolos desde las vísceras más aún incluso que en un plano intelectual.
Queda mucho por hablar del consentimiento sexual
La autora afirma buscar una conversación incómoda pero necesaria entre la audiencia. Y la conversación ha estallado como una bomba racimo desde que conocimos la retirada de la política de Íñigo Errejón y las denuncias a su comportamiento como abusador sexual.
El caso no es el primero de los últimos tiempos, pero ha desencadenado un #MeToo, de momento en la política y ya se verá hasta dónde llega. Uno de los temas que trata esta serie y que vimos en el caso Rubiales, en el de Nevenka y ya estamos viendo en el caso Errejón es el descrédito a la denunciante.
Desterrar el mito de la víctima perfecta
La serie es demoledora a este respecto, porque ni siquiera la protagonista, que tiene bastantes rasgos de la víctima perfecta, como su escasa sexualización, o su dedicación a los hijos, logra un estatus de perfecta denunciante.
Las ficciones sobre el abuso del consentimiento sexual ayudan a representar a nuevas víctimas, a hacer que la damnificada ideal se amplíe en el imaginario a mujeres más variadas y reales, incluso a hombres.
La pareja estable no es un cheque en blanco sexual
Prepara el camino para cuando aparecen en las noticias o en nuestro entorno. El machismo seguirá, sin duda, pero al menos el feminismo estará dotado de mejores armas para luchar contra él.
Precisamente, Ruiz de Azúa, manifestaba que “hay que atreverse a ir a algunos sitios un poco incómodos. Las líneas que creíamos claras ya no lo son tanto”. El consentimiento dentro de la pareja estable se había contado siempre de una manera y ese es uno de esos relatos inamovibles que se está tambaleando.
Un juicio español contado tal como son
Dentro de la serie, el tercer episodio recrea un juicio de manera lineal, y reflejando de manera exacta el proceso penal en España. En él vemos a abogados y abogadas de ambas partes, y declarantes. La serie escamotea la figura del juez dejando ese papel a cada persona que ve el juicio.
El episodio nos lleva por la desolación en forma de pasillo que la denunciante debe recorrer sola antes de dar testimonio y revivir su calvario. Y nos acerca a otro de los muchos aspectos que la directora ha querido tratar. El “silencio colaborativo con agresores y violadores y como el prestigio de los agresores ha colaborado en que no se supieran y se taparan” estas situaciones, según sus palabras.
Minimalismo, contundencia
A pesar de su dureza, esta tercera entrega es un drama judicial realista, potente, clásico. Son los demás episodios en los que el peculiar estilo de Querer se impone. Un estilo minimalista y contundente. Nagore Aramburu ha contado a Nocheamericana que los ensayos sirvieron para “quitar histrionismos, adornos”. Como señala: “Muchas veces la tristeza en la vida es cruda”.
Pedro Casablanc explica como no suele entrar en la historia cuando ve sus propias actuaciones pero que en este caso: “ha habido momentos en que me he llegado a emocionar y a sentir angustia como si estuviera viendo una película de terror”, a lo que asiente Iván Pellicer, su hijo en la ficción.
Personajes aterrados
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Y la creadora de la serie también aclara: “La serie habla mucho de miedo”. Ruiz de Azúa desvela la capa subterránea del guion, bajo la violencia sexual se habla de miedo y de cómo se construye. “Todos los personajes tienen miedo y el miedo es muchas veces el motor de las decisiones que tomamos” añade.
Lo que le lleva a reflexionar una vez más sobre la incomprensión que reciben las víctimas. Se les reprocha que se hayan quedado paralizadas “cuando en nuestra vida todos nos movemos por miedo a muchas cosas” señala.
Su serie nos contagia ese miedo de los personajes, lo concentra y lo destila, pero la información periodística o en redes sobre abusos abona el pánico y cada vez más el hartazgo y la rabia de las víctimas y de todas las personas que las creen y se ponen en su lugar.