‘Sherwood’, crímenes que reabren la herida de la huelga minera contra Thatcher de 1984

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Sherwood, la serie de seis episodios disponible en Filmin, demuestra como se puede hacer una obra de género respetándolo y a la vez convirtiéndose en otra cosa. Otra cosa mejor y más interesante.

Tenemos crimen en pequeña localidad, tenemos policías y lugareños, víctimas y sospechosos, lugares de encuentro de la comunidad y secretos viejos que la investigación va descubriendo.

Rencores entre mineros

Hasta ahí el género puro. Pero en Sherwood el contexto añade una capa de análisis social que la hace sobresaliente. Los rencores latentes en North Nottinghamshire provienen de la huelga de mineros de 1984. Una lucha sindical mítica, librada en Reino Unido contra el gobierno de Margaret Thatcher.

Aquel pulso llevó a buena parte de los mineros a pasar un año sin sueldo y sin trabajo para terminar perdiendo ante el Gobierno y afrontando el cierre de la mayoría de minas de carbón del país.

Una ciudad que no fue a la huelga

En cambio, las galerías de Nottinghamshire no secundaron mayoritariamente la huelga, como se hizo en el conjunto del país. Las razones parecen ser varias, algunas con raíces históricas y demográficas complejas.

Lo cierto es que, ante unos trabajadores considerados esquiroles por sus compañeros huelguistas, la conflictividad fue elevada. Autocares de empleados se dirigían al trabajo mientras los piquetes ejercían una dura presión.

Agentes de policía espías

Durante el conflicto, la policía local se reforzó con agentes metropolitanos que vivieron como desplazados en medio de un ambiente enrarecido, con órdenes de emplearse con contundencia y recabar información sobre las posturas políticas de los implicados.

Se trataba de un espionaje ilegal. El resultado fue que unos ciudadanos se vieron enfrentados a otros, obreros contra obreros, mientras quienes tomaban las decisiones importantes se mantenían lejos de las calles afectadas.

James Graham creció en esa ciudad y ha escrito esta serie basada en un detonante real que ha mantenido en su ficción. En 2004 un minero huelguista fue asesinado por otro que no había secundado el paro en su día. El arma homicida fue un arco y su flecha, nada menos que en el bosque de Sherwood, en el que se ubica la leyenda de Robin Hood.

Los conflictos enterrados salen a la luz

El criminal se escondió en el bosque y al tener éste un enorme perímetro, para su búsqueda se tuvo que recurrir a policías metropolitanos una vez más. Volvían así veinte años después varios de los elementos que habían sido determinantes en aquella huelga que dejó partida y herida a la población.

Sin embargo, el autor del guion prefirió no ceñirse a los hechos ni personajes reales por respeto a los vecinos con los que ha crecido y para ganar libertad creativa. Emplea esta emancipación para subrayar antagonismos entre las personas más cercanas, entre hermanos, entre miembros de una pareja o entre padres e hijos.

El destrozo de la polarización

“Estamos representado un crimen dramático, pero son las narrativas sociales y políticas las que creo que me han interesado más”, declaró Graham a The Washington Post. Entre ellas, esa división en frentes irreconciliables de familias o amigos.

Esas rupturas desgarradoras potencian el drama y lo actualizan recordando a otra serie de elecciones binarias y polarizadoras más actuales, como la que los propios británicos vivieron con el referéndum del Brexit.

Personajes que son algo más que el bando que eligen

En esta miniserie se pretende matizar y recordar que los motivos por los que alguien termina tomando partido no son tan simples y reduccionistas como la esquina en la que terminamos militando. Se muestran los dilemas a los que cada personaje se tuvo que enfrentar y sus motivos y caracteres.

Cuando la huelga empezó había que elegir bando. Quienes hacían el paro ya sabían que iba para largo, pero sin sueldo, sin expectativas, sin nada que hacer durante el día, con hermanos o amigos trabajando, el resentimiento se iba haciendo cada vez mayor.

Todos contra todos, todos solos

Aún hay gente que no se habla en mi comunidad porque tomaron una elección diferente en el 84. Aún se sientan en zonas diferentes del pub, cambian de acera si van a cruzarse” explica Graham. Y a estos dos grupos se añade el conflicto entre una parte de la ciudadanía y la policía que intervino diariamente entre piquetes y trabajadores.

Graham explica que la épica del huelguista ha tenido mejor literatura. Se sacrificaron de manera dolorosísima por un bien mayor que sus propias vidas. Pero él creció entre esquiroles, personas que también tenían una motivación respetable en muchos casos.

Una huelga que estimuló la creatividad

La huelga del 84 ha inspirado a numerosos creadores de diferentes disciplinas. Existen novelas, numerosas canciones y varias series y películas. Ken Loach dedicó tres de sus filmes al trasfondo del conflicto. Hayao Miyazaki, el Disney japonés, conoció la lucha obrera minera en una visita a Gales y la integró en su largo de animación El castillo en el cielo.

Pride aborda en una deliciosa película la complicada unión de las reivindicaciones mineras con las del colectivo LGBT. Y por supuesto permanece en el recuerdo la emblemática Billy Elliot, largometraje del año 2000, posteriormente convertido musical para teatro con partitura de Elton John.

Cómo encauzar un luto mal llevado

Estas dos últimas cintas analizan también la masculinidad de un colectivo laboral sin mujeres, rudo, sacrificado, a menudo sin cualificación para reconvertirse tras la mina, que también ha interesado a James Graham.

Sherwood combina un policiaco procedimental correcto como tantos con la tristeza crónica de una incapacidad para la reconciliación. Ha conseguido analizar aquella huelga con nuevos ojos tras el paso del tiempo, como un luto viejo mal llevado.

Un dolor que sus actores representan a la perfección, con sus edades maduras y sus aspectos dignos y cargados de culpa. David Morrissey, Lesley Manville, Robert Glenister, o Philip Jackson, entre otros, encabezan un amplio reparto.

Habrá segunda temporada

La serie termina su conflicto policiaco en sus seis episodios, pero ha sido renovada para una segunda temporada. Si la primera entrega se situó en 2014, diez años después de los crímenes que la inspiraron, la siguiente reflejará la actualidad.

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Para nosotros es una ficción disponible en plataforma desde mayo, pero en su emisión original pasó por la televisión en abierto el año pasado como una oferta de la BBC que reunió una audiencia de entre cinco y seis millones de personas por episodio.

La falta de expectativas genera monstruos

Algunos actores repetirán en sus personajes, varios ya están confirmados, y nuevos crímenes presentarán el abandono institucional a las regiones que han sufrido una potente desindustrialización, como fueron estas regiones mineras.

La falta de expectativas vitales como sustrato podrido que genera crimen volverá a componer de algún modo el objeto de análisis de una nueva temporada de Sherwood que comienza a rodarse este verano.  

Sherwood, la serie de seis episodios disponible en Filmin, demuestra como se puede hacer una obra de género respetándolo y a la vez convirtiéndose en otra cosa. Otra cosa mejor y más interesante.

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