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‘The Beatles: Get back’: más que un documental, una máquina del tiempo

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El cineasta Peter Jackson es un médium. No por devolver a The Beatles a la vida, sino por transportarnos a nosotros a 1969, a un momento estelar de la humanidad, como diría Stefan Zweig. Por dejarnos respirar, absorber, sentir que lo estamos descubriendo por nosotros mismos en el documental The Beatles: Get back. No hay nada más que ellos trabajando. Siete deslumbrantes horas de duración divididas en tres partes que pueden verse en Disney +.

El neozelandés, director de las películas de El señor de los anillos, se hizo con las ciento cincuenta horas de audio y sesenta de metraje filmado entonces por Michael Lindsay-Hogg. Este contó con autorización de la banda para hacer una película, que efectivamente vio la luz en 1970 bajo el título de Let it be.

No hay intermediarios, la historia como sucedió

La sensación de que estamos viendo el material en bruto como primeros espectadores esconde en realidad varias decisiones inteligentes. Jackson habló recientemente con el presentador americano Stephen Colbert, otro beatlemaniaco que le había visitado en Nueva Zelanda en pleno proceso de estudio de las cintas originales. Le contó su reflexión sobre el concepto del documental: “Podía haber combinado el material que tenía con entrevistas con Paul (McCartney) y Ringo (Starr), Lindsay-Hogg… Pero tenemos una máquina del tiempo y los propios Beatles nos contarán la historia”.

La historia es que la banda más famosa de todos los tiempos lleva dos años sin actuar ante el público y cada vez trabajan más desunidos. Parece que por iniciativa de Paul McCartney quieren hacer un disco, una película documental y un concierto. Todas las canciones de este proyecto serán nuevas. Hay que empezar de cero. La grabación de la película, que contendrá el proceso de trabajo del grupo recae en Michael Lindsay-Hogg.

Este cineasta, hoy octogenario, ya había rodado videos para The Beatles y The Rolling Stones cuando recibió el encargo. En esta ocasión optó por la técnica documental denominada “mosca en la pared”, consistente en colocar las cámaras de la manera menos visible posible para que los protagonistas se olviden de ellas. Este estilo, popularizado y sobreexplotado por los programas tipo Gran hermano, busca captar la mayor autenticidad posible de los protagonistas.

Una lucha entre The Beatles y las cámaras que les filman

John, Paul, George, y Ringo no se olvidan de las cámaras, pero Peter Jackson describe lo que ocurrió en el rodaje como una lucha de voluntades. Tan pronto como aceptaron la propuesta, los músicos comenzaron a dudar que fuera buena idea, pero no pararon la producción ni le decían abiertamente al director: “Por favor, apaga la cámara”. Se escondían para tener las conversaciones más intensas, pero Lindsay-Hogg había ocultado numerosos micrófonos, incluso en jarrones en las mesas de la cafetería del estudio, para captar al menos el audio. También tapaba los pilotos rojos que indicaban que la cámara estaba encendida y el operador se alejaba ostensiblemente a tomar un té, por ejemplo, tratando de bajar la guardia de los miembros del grupo.

Los músicos, mientras, también desarrollaban sus propios trucos. George y John tapaban los micrófonos del equipo documental con la mano y tocaban la guitarra con fuerza ante ellos mientras hablaban para que se perdiera la conversación. Peter Jackson explica que, desde su estudio de Nueva Zelanda, han utilizado inteligencia artificial. Han enseñado al ordenador todo lo que hace una guitarra para que lo elimine del audio de esos fragmentos: “Es una locura de ciencia ficción, pero funciona. Hemos pillado los trucos que colaron hace cincuenta años. Chicos, os oímos” se regocija el director.

Presenciamos el esplendor y la muerte de la banda

Jackson ha sabido entender hasta qué punto el material ya contenía una gran historia, no necesitaba mucha intervención: “Tienen planes y salen mal. Está guionizado solo. Es la realidad”. Hay música, ensayos, canciones, música, letras, bromas, música, pero mientras tanto fluye un argumento, una relación histórica entre cuatro personas que está brillando en todo su esplendor y muriendo a la vez. Conversaciones que en palabras de Jackson “son crudas, apasionadas, honestas y reales y que en aquellos entonces ellos no querían que fueran conocidas”. Ni Ringo ni Paul han quitado un segundo del montaje final.

En otra entrevista promocional de la obra, Peter Jackson explica que la intención inicial era la de hacer un documental de algo más de una hora, y empezó a cortar, cortar y cortar hasta el límite en el que “si cortas más estás cometiendo un crimen contra la historia del rock and roll”. Lo justifica en que estas horas de filmación han tardado cincuenta años en ser revisitadas y pueden tardar otros cincuenta en volver a serlo. No quiere ser responsable de que se pierda parte de su esencia.

Una experiencia absorbente e inmersiva

Las críticas a este tratamiento están siendo muy buenas, excelentes, pero hay algunas que le reprochan la larga duración, la repetición. La película Let it be ya fue breve y resumida. Este documental logra su propósito de resultar absorbente, inmersivo. Provoca la sensación de participar sin intermediarios en una tormenta de ideas del grupo de personas más brillante de la música popular. No sobra nada, porque a veces un mirar a las musarañas, un aburrirse, un hacer un chiste malo son el paso previo y necesario a una idea genial. Después se desencadena una improvisación creadora de tres de The Beatles, de dos, de los cuatro, con una concentración y un disfrute absolutos.

La música es un lenguaje complejo, difícil de dominar como emisor, pero muy fácil de disfrutar como oyente. Presenciar como crean desde un acorde, un riff de guitarra o unas pocas frases algunos de los mayores éxitos de la historia del pop, es impagable. Interpretan canciones propias y ajenas. Uno inicia una melodía, otro la completa, intercambian instrumentos, y en esos momentos la comunión entre ellos es real a pesar de que sus problemas también lo son.

Jackson explica que si el material hubiera sido deprimente hubiese rechazado el proyecto. Se lo hubiese pasado a otra persona. Se refiere a que los meses filmados contienen mucho de la desintegración de la banda, de las dificultades de comunicación entre ellos, “mucho drama”, como señala. En su momento, Let it be, la película realizada con este material se asoció a la disolución de los Beatles. El film se estrenó en mayo de 1970 y muy pocos meses después la banda se desintegró.

Amor y odio entre John, Paul, George y Ringo

Aunque todavía hay quien no ha superado el trauma de la separación de The Beatles, ya es más fácil acercarse al estado anímico del grupo. Y Get back podría ser objeto de estudio en las facultades de psicología. La mezcla entre complicidad, resentimiento, admiración, incomprensión o rencor de unos miembros hacia otros del grupo es apasionante.

Todo el proyecto comienza en los estudios de televisión Twickenham de Londres, en un enorme espacio vacío en el que el grupo aparece perdido y desangelado. Lennon está en todo segundo acompañado por una Yoko Ono que se mantiene pegada a él como unida por un campo magnético. La "artista" no se relaciona con ningún otro beatle. McCartney tira del carro en este comienzo en todos los sentidos. Él sugiere un proyecto visual, compone Get Back ante nuestros ojos, busca incansablemente arreglos y nuevas canciones, animar a un grupo que se resiste a dejarse liderar por él.

En este comienzo, Lennon aparece muy pasivo en las conversaciones, aunque el entendimiento musical de los cuatro sigue siendo emocionante y constante. Harrison está frustrado por el ninguneo de los dos líderes de la banda, especialmente el de McCartney. Hay abandonos de miembros de la banda, discusiones, se habla de la hipotética desaparición futura del grupo de forma desgarradora. Solo Ringo Starr mantiene una actitud tranquila y profesional durante toda la grabación.

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La composición y ensayos se trasladan después a los estudios de Saville Row, sede de la compañía de The Beatles, Apple. Son más pequeños, cálidos, abigarrados, y el grupo se siente mucho mejor. Lennon resucita y saca un registro de payaso, bromista, creador de imágenes visuales con muy pocas palabras. El grupo siente que les falta una figura externa que les dé paz y llega en forma del teclista Billy Preston, que pasó de visita y se quedó aportando felicidad y disfrute. Aparecen más parejas, hijas. Se despeja algo el aire entre ellos, aunque no desaparecen los momentos incómodos.

El último concierto, la azotea de Saville Row

El documental culmina con el famoso concierto en la azotea de Saville Row, la última actuación de una banda que había ofrecido unas mil cuatrocientas. Una de las líneas argumentales más divertidas es ver las ideas alternativas que se descartan con el objetivo de hacer un directo nuevo y diferente.

Y aún hay más. Disney + ofrece otro magnífico especial de seis episodios de media hora sobre un miembro de la banda, el compositor más exitoso de la historia según el récord Guinness, sir Paul McCartney. McCartney 3,2,1 recoge las conversaciones del músico con el mítico productor Rick Rubin. Más música y más historia de la música.

El cineasta Peter Jackson es un médium. No por devolver a The Beatles a la vida, sino por transportarnos a nosotros a 1969, a un momento estelar de la humanidad, como diría Stefan Zweig. Por dejarnos respirar, absorber, sentir que lo estamos descubriendo por nosotros mismos en el documental The Beatles: Get back. No hay nada más que ellos trabajando. Siete deslumbrantes horas de duración divididas en tres partes que pueden verse en Disney +.

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