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Heike Freire, creadora de la Pedagogía Verde: "Hay un exceso de 'pantallitis' en los primeros años de vida"

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A Diego, alumno del Miguel Hernández de Getafe, se le ilumina la cara cuando entra al huerto de su colegio. Apenas levanta unos palmos del suelo, pero ya sabe cómo se cultivan los rabanitos, cuáles son las frutas de temporada, y de qué color son todos los insectos que se pasean por allí. Bajo la atenta mirada del espantapájaros, ha plantado lechugas, ha dado de beber a los pájaros y ha alimentado a los gusanos de seda con hojas de morera, junto a sus compañeros de clase. “Sabemos que los niños y niñas cuando están al aire libre aprenden mucho más rápido. Relacionarse con la naturaleza favorece el lenguaje, la empatía, la gestión de las emociones y la capacidad de resiliencia, sobre todo en aquellos que se encuentran en un entorno más desfavorecido social y culturalmente”, explica Heike Freire, creadora de la Pedagogía Verde.

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A esta experta en innovación educativa, su abuela María la conectó a la naturaleza desde muy pequeña gracias a las excursiones interminables que hacían por el monte asturiano en las que llegaban a pasar la noche en cabañas de pastores. Por eso, antes de mudarse a Francia con dieciocho años para estudiar Filosofía y Psicología en la Universidad París X, Heike fue una niña tímida, la más pequeña de su clase, que pasaba muchas horas sola en el patio del colegio. Era un jardín de un caserón apenas sin intervenir entre castaños, robles, rosas y un pequeño riachuelo. “Allí me hice amiga de los mirlos y de los caracoles. Relacionarme con esos seres era maravilloso, fueron quienes me ayudaron a vencer mi timidez”, reconoce hoy sin un ápice de duda. Es una de las referentes internacionales en la educación en contacto con la naturaleza desde que publicó hace diez años su libro Educar en verde, uno de los textos fundamentales sobre esta Pedagogía.

Desde los noventa, Heike ha viajado por el mundo impartiendo cursos, talleres y conferencias y asesorando a todo tipo de docentes para transmitirles los beneficios que tiene el contacto estrecho con la naturaleza durante los primeros años de vida. “Sabemos que en los entornos naturales tienen menos conflictos y que el juego que desarrollan es mucho más colaborativo, menos competitivo y más imaginativo”. Por eso, siempre ha sido una ferviente defensora del juego espontáneo de los niños en el medio natural, hoy en peligro por el sobreuso de las pantallas, los videojuegos y las tecnologías en edades muy tempranas. “En algunas consultas está empezando aparecer el llamado ‘Autismo virtual’. No es Autismo, pero presenta síntomas parecidos: los niños tienen dificultades para mirar a los ojos, responden repitiendo las mismas palabras, les cuesta interaccionar, empatizar… Todo por culpa de un exceso de ‘pantallitis’. Los bebés pasan más tiempo mirando a una pantalla que a los ojos de su madre”.

Cuando un grupo abandona el colegio para empezar una nueva etapa en el instituto planta un árbol en el huerto del Miguel Hernández que es cuidado cada día por el abuelo de uno de los alumnos. Allí van a cuidar las plantas, a hacer actividades de Plástica y a aprender Ciencias Naturales: “Es un lugar para aprender del contacto con la naturaleza, y también un lugar de encuentro, de expresión, de comunicación, de compartir”, explica Heike. Desde hace varios años, ella es también una de las impulsoras de un movimiento de renaturalización de las escuelas que fomenta la relación triangular entre el educador, el niño y el entorno. “Queda mucho por hacer, pero hay miles de escuelas ahora mismo en España que están haciendo cosas para renaturalizar sus espacios. Hay algunas que han levantado literalmente el hormigón y han vuelto a poner tierra en los patios. Parece que el mundo se mueve por lo material nada más, pero yo creo que las ideas marcan el rumbo de muchas cosas. Más de lo que pensamos”.

A Diego, alumno del Miguel Hernández de Getafe, se le ilumina la cara cuando entra al huerto de su colegio. Apenas levanta unos palmos del suelo, pero ya sabe cómo se cultivan los rabanitos, cuáles son las frutas de temporada, y de qué color son todos los insectos que se pasean por allí. Bajo la atenta mirada del espantapájaros, ha plantado lechugas, ha dado de beber a los pájaros y ha alimentado a los gusanos de seda con hojas de morera, junto a sus compañeros de clase. “Sabemos que los niños y niñas cuando están al aire libre aprenden mucho más rápido. Relacionarse con la naturaleza favorece el lenguaje, la empatía, la gestión de las emociones y la capacidad de resiliencia, sobre todo en aquellos que se encuentran en un entorno más desfavorecido social y culturalmente”, explica Heike Freire, creadora de la Pedagogía Verde.

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