El ajedrez es un juego de prestigio. Los que lo practican a nivel profesional dedican gran parte de sus vidas a mejorar sus habilidades, aprender nuevas jugadas y penetrar en todos los recovecos de las 64 casillas y 32 piezas que componen una partida. Sin embargo, una nueva variante ha llegado para complicar todavía más el ya de por sí complejo deporte.
En 2010, Selim Akl, director del Queen’s School of Computing de la Universidad de Queen’s (Canadá), inventó lo que se iba terminar conociendo como el ajedrez cuántico. En pocas palabras, se trata de una ramificación del ajedrez tradicional, en la que las normas convencionales se combinan con varios principios de la mecánica cuántica, como el de la superposición o el entrelazamiento. Cuatro años después del artículo científico que publicó Alk, Chris Cantwell, un estudiante de doctorado en el Instituto de Tecnología de California, simplificó las normas, aunque mantuvo la superposición como base principal del juego. Pero, ¿qué es la superposición? ¿Cómo es posible que se pueda aplicar la física cuántica al ajedrez? Y, sobre todo, ¿cómo se desarrolla una partida de ajedrez cuántico?
Daniel Alsina es doctor en información cuántica y Gran Maestro Internacional de ajedrez. “Yo he jugado un poco”, asegura, “pero hay que decir que todavía no existen unas normas unánimemente aceptadas”. Por eso es más útil explicar la lógica que sigue esta variante del ajedrez, que enumerar una por una todas las posibles reglas que puedan llegar a regirla. “Todavía hay varias propuestas encima de la mesa. Yo mismo inventé unas pocas reglas en mi tesis doctoral”, bromea. Lo que sí que está claro, no obstante, es que todas esas propuestas tienen como base principios como la superposición, el colapso y el entrelazamiento. En cuanto al primero de los tres, la superposición, ya la definió en este medio el profesor Germán Sierra con motivo de un artículo acerca de los ordenadores cuánticos. “Imaginemos que tenemos un electrón”, explicaba. “Ese electrón tiene dos estados: el cero y el uno”. Hasta ahí, todo es como en la física clásica, pero existe una nueva posibilidad que es la que lo cambia todo y lo convierte en física cuántica, la superposición. “Si superponemos el cero y el uno, eso sería un nuevo estado cuántico”. Ahora bien, “cuando volvamos a observar ese electrón, existirá un 50% de posibilidades de encontrar un cero y un 50% de encontrar un uno”. Pero, ¿cómo se aplica eso al ajedrez?
Lo concreta el doctor Daniel Alsina. “En un momento dado”, apunta, “puedes realizar un movimiento cuántico y mover una pieza a dos casillas distintas simultáneamente”. ¿Qué pasa? Que, como señala el principio de la superposición, “cada una de las dos piezas en las que se ha desdoblado, por ejemplo, una dama, tiene el 50% de posibilidades de ser una dama real”. Dicho de otra forma, cuando una dama se desplaza mediante un movimiento cuántico, cada una de las dos casillas a las que se desplaza la dama solo tiene un 50% de probabilidad de contenerla de verdad. En la otra casilla, en cambio, no hay nada. Si, más adelante en la partida, esas dos damas volvieran a dividirse, cada una de las cuatro casillas en las que habría una dama solo tendrían un 25% de posibilidades de contener la dama real. Y, precisamente por este principio, tiene el azar un papel tan importante en el ajedrez cuántico. En el momento en que tratemos de matar a una ficha rival con alguna de esas cuatro damas cuánticas, es posible que lo hagamos con una que sea una dama fantasma. En ese punto, una aplicación móvil realizará lo que se denomina, también en física cuántica, una medición: mediante una probabilidad, establecerá si la dama con la que queremos matar una ficha rival es real o ficticia.
“Ese cálculo es lo que se correspondería al colapso, otro principio”, resuelve Alsina. “En física, es el momento en que observamos una partícula y queremos comprobar si realmente está allí”. En ajedrez cuántico, se produce cuando queremos interactuar con una ficha del rival. Queremos saber si nuestra ficha está realmente ahí y, por tanto, podemos capturar a la otra. “Para eso”, especifica Alsina, “es necesario un ordenador que lo determine al azar”.
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No es posible el jaque mate
Esa superposición de la que habla el doctor Alsina hace imposible, entre otras cosas, que pueda llegar a existir el jaque mate. “Piensa que no podemos tener la certeza de que el rey al que hemos acorralado sea el real”, argumenta. Puede ser, en caso de que nuestro rival hubiera llevado a cabo un movimiento cuántico, un ‘rey fantasma’, por lo que la única forma de ganar la partida es arriesgarse, matar al rey y esperar que el cálculo azaroso declare que era real y que, por tanto, está muerto. Ahora bien, en caso de que fuera un ‘rey fantasma’, el rey de verdad permanecería vivo y la partida continuaría. En cuanto a otros principios, como el del entrelazamiento, el doctor advierte que son más difíciles de explicar, tanto en física cuántica, como en ajedrez cuántico. Tanto es así, que el propio Albert Einstein definió dicho principio como “una espeluznante acción a distancia”. En palabras llanas y aplicándolo al ajedrez, significaría que el estado de una pieza está estrechamente vinculado al de otra y que los cambios en una, comportan cambios automáticos en la otra. “En física”, advierte el doctor, “es uno de los principios con más potencial. Podría tener implicaciones, incluso, en la teletransportación”.
A efectos prácticos, hoy por hoy la única plataforma que ofrece opciones reales de practicar el ajedrez cuántico es Steam, aunque, como avisa Alsina, hay muchas versiones distintas con normas distintas. “Hace unos meses”, recuerda, “hubo una competición entre empleados de distintas empresas punteras en el sector”. A pesar del incipiente estado en el que se encuentra el juego, el ajedrez cuántico ya despierta el interés de Google, Microsoft o IBM.
El ajedrez es un juego de prestigio. Los que lo practican a nivel profesional dedican gran parte de sus vidas a mejorar sus habilidades, aprender nuevas jugadas y penetrar en todos los recovecos de las 64 casillas y 32 piezas que componen una partida. Sin embargo, una nueva variante ha llegado para complicar todavía más el ya de por sí complejo deporte.