El Gobierno de los platos chinos Cristina Monge
Patético Gorbachov
Noam Chomsky, que tiene información y memoria, lleva meses recordando el acuerdo de caballeros que Mijaíl Gorbachov alcanzó con Estados Unidos en la fase final de la descomposición de la Unión Soviética: la OTAN podría incluir en su seno a una Alemania reunificada, pero no expandirse cual metástasis por el resto de la Europa del Este, no desplegar sus armas en regiones y países que habían formado parte históricamente del espacio de influencia geopolítica ruso. El lingüista y pensador estadounidense lo ha hecho en las entrevistas repletas de sabiduría que ha acordado este año con motivo de la actual crisis de Ucrania, varias de las cuales están recogidas en el muy oportuno libro Por qué Ucrania, que publica en septiembre la editorial Altamarea.
Tal acuerdo fue verbal, pero no lo discuten estadistas norteamericanos con información y memoria como Henry Kissinger, que lleva años recomendando que no se intente incorporar a Ucrania a la Alianza Atlántica. Pues bien, ahora, con la que está cayendo, bien puede decirse que el hecho de no materializar aquel pacto sobre un documento en papel fue otro de los muchos errores que cometió el recién fallecido último líder de la Unión Soviética.
La versión hagiográfica de la vida y obra de Gorbachov ya la conocen ustedes: es la que repiten los medios y políticos occidentales desde la noche del martes, cuando se supo que había fallecido a los 91 años. Gorbi era encantador, Gorbi era bonachón, Gorbi estaba muy enamorado de Raisa, Gorbi quería reformar la Unión Soviética, Gorbi deseaba terminar con la Guerra Fría, Gorbi retiró sus tropas de Afganistán, Gorbi no reprimió los movimientos de emancipación de la Alemania oriental, Checoslovaquia, Polonia, los países bálticos… Todo ello es indiscutible, pero solo da cuenta de un aspecto del personaje, el favorable a los triunfadores de la Guerra Fría. La historia, ya lo saben ustedes, la escriben los vencedores, y, desde los primeros pasos de Gorbachov en el Kremlin, los vencedores le aplicaron la vieja máxima: a enemigo que huye, puente de plata. Hasta le dieron el Nobel de la Paz.
Lamento decirlo, pero 'Gorbi' fue un perdedor de manual, un fracasado en toda regla, un tipo abrumadoramente reprobado por los suyos
En mi opinión, esta versión omite que el tipo de la mancha de vino de Oporto en la frente fue un personaje trágico, patético incluso, en el sentido de digno de pena. Gorbi aceleró la muerte súbita de la Unión Soviética que pretendía salvar. Gorbi complicó la vida de millones de soviéticos, a los que más que la libertad se les vino encima un capitalismo salvaje y oligárquico. Gorbi hasta redujo el peso en Europa y el mundo de la vieja Rusia, que es lo que, al parecer, estaría intentando corregir ese nuevo zar llamado Vladimir Putin. Lamento decirlo, pero Gorbi fue un perdedor de manual, un fracasado en toda regla, un tipo abrumadoramente reprobado por los suyos. Como acaba de recordar en estas páginas François Bougon, una vez desaparecida la URSS, Gorbachov se presentó a las elecciones de la recién nacida Federación Rusa y solo obtuvo el 0,51% de los votos. Repito: el 0,51%.
Adorado en Occidente, Gorbachov era detestado en su propio país. Bougon informa asimismo de que, en una reciente encuesta en Rusia sobre valoración de los líderes que ha tenido en el último siglo, Gorbachov y Yeltsin recibieron un sonoro suspenso, mientras aprobaban Lenin, Stalin y Brezhnev. Esto amargó, sin duda, los últimos lustros de la existencia de Gorbi. Vivía en Rusia, pero en una especie de exilio interior. Era libre de recibir a los políticos y periodistas occidentales que venían a dorarle la píldora, pero los rusos le miraban mal, muy mal. Como a un traidor. Debe ser duro vivir así treinta años seguidos.
¿Tendré que repetir que nunca me gustó la Unión Soviética? ¿Tendré que recordar que odio a Stalin y el estalinismo? ¿Tendré que remachar que pienso que el modelo de Estado autoritario con capitalismo de Estado ya había dado muestras notorias de su fracaso antes de la llegada de Gorbachov al Kremlin, que el desastre de la central nuclear de Chernóbil, tan bien contado en una miniserie de HBO, fue una de ellas? Si es menester, lo hago. Para que conste en acta. Pero permítanme añadir que la política de Gorbachov naufragó estrepitosamente con relación a sus objetivos: no consiguió salvar a la Unión Soviética, le regaló a Washington una victoria por goleada en la Guerra Fría, sacralizó el triunfo global del capitalismo más despiadado. Y quizá plantó las semillas de conflictos bélicos como el de los Balcanes en los años 1990 y el actual de Ucrania. Estoy seguro de que Gorbi era un tipo bienintencionado, pero el infierno está pavimentado con buenas intenciones.
Descanse en paz Mijaíl Gorbachov y volvamos los vivos al presente. En Por qué Ucrania Chomsky subraya que los estadounidenses, los vencedores, se pasaron por el forro desde el primer momento el acuerdo entre Gorbi y Bush padre y James Baker sobre la no expansión de la OTAN al Este. Así hasta llegar a nuestros días, al toque final de narices al oso ruso: ofrecerle a Georgia y Ucrania la incorporación a la OTAN. “Esto”, dice Chomsky, “es una amenaza inconcebible para quienquiera que mande en Rusia: nadie, no importa quién, podría aceptarla”. Dicho todo esto, por supuesto, sin la menor simpatía por Putin.
La Unión Europea, entretanto, ha desaparecido como actor político y diplomático en nuestro mismísimo continente. Hace lo que digan desde Washington. Se apunta a la idea de un conflicto indefinido, un conflicto que solo termine con la total derrota de Rusia. Le ríe todas las gracias al bravucón Zelensky y se muestra incapaz de promover una iniciativa propia que busque un alto el fuego, la apertura de negociaciones y un acuerdo que no satisfaga plenamente a ninguna de las partes, esto es, un buen acuerdo. Lo único que Bruselas dice con claridad es que somos nosotros, los ciudadanos europeos, los que tenemos que pagar la factura, que tenemos que aprestarnos a un otoño y un invierno de sangre, sudor y lágrimas.
No me extraña que cada vez más gente haga todo lo posible para evitar lo que los medios de comunicación mayoritarios llaman “noticias”, y no son sino exacerbaciones del miedo, la angustia y la pasividad. En España ya son el 35% los que huyen de estas trompetas del Apocalipsis, según informa Pascual Serrano en eldiario.es. Y tampoco me extraña que la peña pase crecientemente de lo que pueda estar ocurriendo en el antiguo Rus de Kiev.
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