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El final del verano

¡Tuturutú! ¡Informe de calamidades! Provenientes de todas las costas de la nación, millones de compatriotas aún se quitan la arena de las pantorrillas mientras acuden solícitos a sus puestos de trabajo. «Es la guerra», gritan prudentemente los informativos, «hay que hacer sacrificios». El presidente francés se ha puesto su mejor traje para anunciar, desde el palacio del Eliseo, que se ha acabado la abundancia. Los señores con puro y chistera hacen pucheros y murmuran: «¡pobres pobres!»

En el extremo oriental del imperio continúan los bombardeos y escasea el gas. Los altos burócratas europeos han ordenado repartir octavillas con niños alemanes tiritando. Mientras tanto, un comité de expertos internacionales ultima un informe que responsabiliza de todo a los pérfidos países mediterráneos.

Allende la mar océana, los chilenos prefieren quedarse con una constitución redactada por Pinochet. Vargas Llosa, desde su columna en un conocido periódico progresista, ha sentenciado: «solo les falta derogar el sufragio universal para ser el mejor país del mundo». De regreso a la patria, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición se han enzarzado en un combate de reproches en el Senado, el ring más chispeante de la nación. Para preparar su argumentario, el presidente reunió en Moncloa una representación cuidadosamente seleccionada de la plebe: ellos leyeron preguntas de un tarjetón y él les lanzó cacahuetes.

Lamentablemente, continúa la subida de precios y la escasez de los suministros. El presidente andaluz ha mostrado su preocupación por la sequía que amenaza los campos de golf. «Son un bien de primera necesidad», ha declarado, «si es necesario, desecaré las marismas del Guadalquivir». En Madrid, la vicealcaldesa ha paseado su clásico moreno liberal a lomos de una excavadora. ¿Una campaña contra el melanoma? ¡Ojalá! Poniendo la mano sobre el Necronomicón, ha jurado demoler todos los refugios de la gente sin hogar, desarticular hasta el último de los movimientos vecinales y una inminente donación de suelo público a constructoras cercanas al partido. Finalmente, ha propuesto cambiar el nombre de la ciudad a Airbnb Glovo Ciudad Capital Cabify Securitas Direct para atraer inversión extranjera. «Tenemos un ambicioso plan para mejorar la vida de los vecinos: hoteles burbuja y minería de criptomonedas», ha declarado.

Alertados por la espiral inflacionaria, el Gobierno prepara un inaudito paquete de cheques regalo. La oposición ha aplaudido enfervorecida y ha repartido camisetas con el lema: la intervención sube los precios. Preguntados por cómo fijar un precio máximo a la electricidad haría que esta subiese, los pizpiretos diputados se han dispersado al grito de «libertad».

Los fans de 'The Crown' no caben en sí de gozo. Se han agotado las reservas de palomitas de maíz en toda la zona euro. Boris Johnson está organizando un guateque sinigual. ¡Qué gran país!

En el frente togado, el Consejo General del Poder Judicial lleva cuatro años caducado y eso nos va a traer alguna indigestión. «Es un asunto gravísimo», dicen desde el Gobierno. «Importantísimo», responde la oposición. Para tranquilizarnos, ambos partidos han acordado promover una comisión parlamentaria que dirima, en un plazo no superior al lustro, si el problema es grave o importante.

¡Sapristi! Vivimos la edad de oro del obituario. Al otro lado del Canal de la Mancha, the queen ha estirado la pata. Los británicos preparan los fastos del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Un rey orejudo y sonrosado se prueba el armiño y desespera a los joyeros con sus manos morcillonas. El Gobierno de su majestad ya está fabricando chapas y tazas conmemorativas. El ministro de Hacienda ha ordenado aprovechar cualquier oportunidad de negocio. «Camaradas, somos una nación de piratas». Los fans de The Crown no caben en sí de gozo. Se han agotado las reservas de palomitas de maíz en toda la zona euro. Boris Johnson está organizando un guateque sinigual. ¡Qué gran país!

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