Bárbara y las rotativas

Un soneto me manda hacer Violante, que en mi vida me he visto en tanto aprieto. Revista de prensa, ¡crítica de medios! Válgame el cielo: quintacolumnismo de manual. En un gremio tan aficionado a los premios (el Ondas, el Cavia, la Antena de Oro… se queda uno sin dedos) el encargo me da pavor. Cuando el honor se limpiaba con sangre, los periódicos tenían duelistas en nómina. Llegado el caso, recuerden que la idea no ha sido mía: los paquetes bomba, a nombre del director.

En fin, al lío. Los ¿compañeros? de OkDiario llevan una semana despachando las confidencias del emérito con Bárbara Rey. Por pura curiosidad (he estado de viaje y no me he enterado de la misa la mitad), me he puesto a repasar la cobertura del asunto en nuestras cabeceras de relumbrón. ¡Cáspita! ¡Recórcholis! Se ve que había oferta de en la sección de plantas rodantes. Todo quisqui de perfil. En El País, quitando a los columnistas (Jabois, Lindo y Trueba), mutis. La de Trueba merece comentario: cuenta una de esas edificantes escenas de nuestra ejemplarísima transición. Cómo, en 1994, los directivos de Radio Televisión Española (así, con todas sus letras) se cepillaron El peor programa de la semana –que capitaneaba Wyoming– porque se les ocurrió entrevistar a Quim Monzó, quien, en otra cadena y un mes atrás, se había choteado en la Zarzuela. En el plató de al lado –cuenta Trueba– los técnicos montaban el decorado para el nuevo programita de la doña. «Ellos me explicaron que la Casa Real premiaba así favores de alcoba». Trocotró.

Le sorprende a uno (mi ingenuidad es legendaria) la cantidad de medios que han mandado la constatación del mamoneo borbónico (que, entre dádivas y espías, nuestro bueno dinero nos costó) a las páginas de sociedad y fruslerías. En elDiario, a VerTele; en El Confidencial a Vanitatis, en El Mundo, a La Otra Crónica. «Los famosos se posicionan en la polémica de don Juan Carlos y Bárbara Rey». «El punzante dardo que fulano ha lanzado en ‘TardeAR’»; «La dura imagen por la que Jordi González carga duramente contra Ángel Cristo en TVE». «Tamara Falcó defiende a…» Lo comentaba la otra mañana Millás en A Vivir: «¿Por qué esto va a la basura de los programas del corazón, como si fuera una cosa de chiste? Por las mismas razones por las que antes no se hablaba: por proteger».

¿Es que acaso la monarquía no es, fundamentalmente, una cosa del pasado? Los genealogistas se muestran desconcertados

Su majestad estaría de acuerdo. En uno de los audios, su emeritud se lamenta: hay que ver lo que larga Sabino. Podría haberse ido como Armada, que es un señor: se chupó la cárcel, se fue a su pazo y no dijo ni mu. Ojalá lo hubiese nombrado Duque del Golpe.

¿Saben dónde le han dado cancha a la historieta? En ABC. Anson tiene que estar haciendo la croqueta. «El Cesid dio a Bárbara Rey bolsas con hasta cincuenta millones de pesetas». En el artículo, Javier Chicote y Juan Fernández-Miranda se despachan a gusto. «El Estado cedió y pactó el pago de más de 600 millones de pesetas de la época». Por lo que leo, fueron a parar al Casino de Torrelodones. Yo lo haría empresa pública.

Los tíos han escrito un libro al respecto y están aprovechando la promoción gratuita. No les culpo. Hacia el final, llega la trampa. «Aunque han tardado treinta años, mitigando el efecto de haber sido vistas en pleno reinado de don Juan Carlos, las fotografías y los audios han terminado por emerger. Para la actual Casa del Rey, esta es una historia del pasado». Ay, caramba. ¡Más fotos de la princesa vestida de marinera! ¡Renovación! ¡Ejemplaridad! ¡Viva mi dueña! Quietos todos, ¿es que acaso la monarquía no es, fundamentalmente, una cosa del pasado? Los genealogistas se muestran desconcertados.

PS. Después del atracón hemerotético, tengo que darles una noticia: no cabe un chiste más con el apellido de la una y el cargo del otro. Ya, por favor, basta.

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La quinta columna da un repaso al contenido de cabeceras periodísticas (incluida infoLibre) con el ánimo de señalar pifias, bulos y excesos, sin perder el buen humor pero tampoco el compromiso de una higiénica autocrítica. Quien se pique...

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