El Gobierno de los platos chinos Cristina Monge
El vector fascista en la conspiración contra la República (13/20): La UME se presenta ante los italianos
En las circunstancias descritas en las entregas anteriores el mejor regalo que las izquierdas pudieron hacer a los conspiradores fue lanzarse a la revolución de Asturias. Ya sé que esta no es la valoración habitual (¿acaso no escribió el general Dávila que en ella se vio de lo que era capaz de hacer lo que él denomina “ejército rojo”?). Hoy es de nuevo habitual señalar que fue el chispazo que llevó a la guerra civil. Lo afirmó con su habitual desparpajo nada menos que el profesor Ramón Tamames en su fracasada moción de censura de marzo de 2023. En la senda, todo sea dicho, de los más vulgares tergiversadores del pasado. Lo que Asturias mostró hasta la saciedad es que en España no existía fuerza alguna que pudiera oponerse al Ejército que movilizó el Gobierno republicano. Las derrotadas izquierdas no tardaron en extraer esta conclusión, pero en la primavera de 1936 no prestaron atención a sus consecuencias lógicas: que también así lo vería el Ejército en el que operaba la subversión soterradamente, pero conocida, de los servicios de información. Claro que el SHM jamás escribió nada al respecto durante el franquismo. Al menos que servidor sepa.
Por lo pronto, la UME hizo acto de presentación ante la embajada fascista. O bien los italianos, que no eran idiotas y seguían de cerca los acontecimientos, se agenciaron una de las octavillas que no tardó en circular por los cuarteles. La disyuntiva no es inocente, pero en el primer caso hubiera sido más acorde con lo que se cocía. En el segundo daba igual, porque los jefes de los conspiradores monárquicos, militares y fascistas no trabajaban con la embajada sino con Roma directamente.
De la octavilla en sí, un retazo de exageraciones, barbaridades y exaltación patriótica, amén de puras mentiras y ocultaciones, no hay que decir mucho
La octavilla decía así:
UNION MILITAR ESPAÑOLA U.M.E.
ESPAÑOLES:
¿Quién venció la revolución de Octubre en España? ¿Quién?
El instinto popular lo vio y lo supo y lo dijo: ¡EL EJÉRCITO!
Pero el Ejército a que se refería el instinto popular no es todo el Ejército desgraciadamente. Era un puñado de jefes, oficiales, suboficiales y soldados españoles que tuvo el heroísmo de unirse y dar la batalla a la otra parte antiespañola del Ejército, complicada criminalmente en el atentado contra la Patria (sic).
En aquellas horas de angustias y desorientación, cuando ni el Gobierno ni los poderes constituidos (sic) sabían ni querían saber lo que a pasar iba; en aquellos decisivos y trágicos momentos en que la tropa vacilaba ante negligencias “inexplicables” de ciertos jefes; en aquellos instantes decisivos fueron apareciendo, de pronto, en los cuarteles y filas militares, las pistolas que encañonaban traidores, la voz imperiosa que arrinconaba a los cobardes, el aliento que arrastraba a los indecisos, ¡el alma de España encarnada en corazones de verdaderos militares de España, en el auténtico Ejército español!
¡El Ejército español que salvó a España de la Revolución comunista y masónica de octubre!
He ahí el grito unánime del pueblo español. Y es verdad.
Nadie, ni españoles ni antiespañoles, esperaba que un ejército “triturado” pudiera aplastar el movimiento revolucionario. ¡A la Revolución que debió triunfar!... porque contaba con masas, armas, dinero y complicidades en cantidad muy superior a los endebles elementos que podía oponerle el Estado entregado en manos de cobardes y traidores.
¿Milagro? … No, no fue un milagro.
Es que hubo militares que no fueron “sordos, ciegos y mancos”. Y esos militares anónimos oyeron la voz de la Patria angustiada, vieron lo próximo del peligro y obraron… Alguien les hizo saber en el mes de mayo que de Asturias se adueñarían el primer día los revolucionarios, que se repartían armas por toneladas, que las milicias marxistas se instruían y organizaban militarmente, que en los mandos del ejército y de la policía se insertaban masones comprometidos, que la traición separatista era segura… Y estos militares españoles, en tanto los políticos inconscientes marchaban a un alegre veraneo, calladamente, forjaban la UNION MILITAR ESPAÑOLA.
De esa unión ante el peligro y ante la traición contra España, nació la Unión Militar Española, U. M. E. De la misma manera que han ido naciendo, desde entonces, otras uniones leales a España en zonas civiles.
Porque el Ejército no es una excepción en el drama histórico por que nuestra Patria está pasando. Dentro del Ejército como dentro de la Marina, y de la misma Iglesia, y de todos los organismos del Estado y de todas las instituciones españolas, están luchando encarnizadamente y a muerte dos elementos antagónicos: la Lealtad y la Traición, el Patriota y el Enemigo. La España eterna y la eterna Anti-España.
El Enemigo, la Traición, la AntiEspaña. ¡Ya saben lo que quieren! Ya lo dejó entrever el propio Lerroux con aquellas oscuras y misteriosas palabras que hablaban de una “turbia maniobra internacional”… ¡Era el reparto de España! ¡la pulverización de España! ¡Volver a dejar España tan destruida y rota como cuando los moros la invadieron o como cuando la quiso colonizar Napoleón! ¡Dejar España sin conciencia, sin hombres, sin españoles!
Hoy España no es un peligro como potencia para ciertas potencias, tal que lo fue en otros tiempos gloriosos. Desde hace tiempo es España un cebo casi colonial, de mediatización y de reparto que excita el apetito de extranjeros y de sectas insaciables, vengativas.
Esas naciones y esas sectas que saben el peligro de permitir que España se una, sea libre y viva una vida fuerte independiente y audaz.
Por eso intentarán todo cuanto crean necesario para que España se hunda como un barco torpedeado en alta mar, como un avión abatido, como un castillo volado con dinamita.
Y con sus hijos y con sus cómplices y sus hilos tenebrosos y sus garras feroces ese Enemigo promueve el separatismo, promueve los nacionalismos regionales, y la ruina del Sentimiento Religioso y la ruina de la Familia española y del Capital y del Trabajo, y el desprecio a la lengua española, y el desprestigio y la cizaña de nuestras fuerzas armadas y de todo cuanto en España haya significado y signifique UNIDAD, UNIÓN.
¿Comprendéis ahora lo que significa que los generales, jefes, oficiales, suboficiales y soldados que salvaron a España en Octubre de ese implacable Enemigo, sigan unidos y busquen con ansia la unión y la fraternidad patriótica de más soldados, suboficiales, oficiales, jefes y generales, y la solidaridad de otras uniones civiles nacionales?
Porque la Revolución del Enemigo prepara un nuevo ataque, quizá pensando en la experiencia histórica de Lenin, vencido en julio y vencedor en octubre.
Filtrado el Enemigo en los más altos poderes de la república, en los más decisivos resortes del mando y de propaganda del país busca la revancha definitiva de aquello que la U.M.E. le hizo abortar.
¡Ya veis, españoles, como no se fusiló a ningún culpable auténtico de crimen contra la Patria! Ni a Pérez Farrás, ni a Largo, ni a Prieto, ni a Azaña, ni a Teodomiro, ni a Peña. ¡Solo al pobrecito revolucionario, engañado, indefenso y anónimo! ¡Solo al sargento Vázquez “¡para su castigo!”. La U.M.E. pedirá en su día estrecha cuenta de esta ejecución injusta. La organización estima que a Vázquez no se le debió fusilar porque habían sido y serán indultados los mayores culpables.
¡Que cada unión nacional de españoles dé su batalla!
La U.M.E. la ha dado, la da y la seguirá dando.
Para que un día pueda el pueblo español decir con orgullo que a España la ha salvado el
¡EJÉRCITO ESPAÑOL!
¡Un Ejército sin traidores a España!
¡Un Ejército de heroicos e inolvidables españoles.
Todo, como se ve, muy emotivo. Algunos párrafos incluso parecen anticipar temas actuales. A los autores de esta obra maestra del encono y de la mentira se les olvidó señalar algo a lo que sin duda no atribuyeron mayor importancia. El Ejército actuó dentro de la legalidad tras la proclamación del estado de guerra por parte del Gobierno. Como si los demás compañeros o los italianos no lo supieran…. Por desgracia, en los gobiernos de la primavera de 1936 el contenido de esta octavilla no hizo mella. Eso si es que alguno de sus responsables llegó a enterarse de lo que sabían los servicios de información….
En cualquier caso, el todavía desconocido viaje de Antonio Goicoechea de enero de 1935 debió de servir para remachar algunos puntos similares. De la octavilla en sí, un retazo de exageraciones, barbaridades y exaltación patriótica, amén de puras mentiras y ocultaciones, no hay que decir mucho. Pero sin duda hinchó numerosos corazones de ardor patrio y guerrero.
(Continuará. Ver aquí capítulo anterior).
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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo. Su última obra publicada es 'Oro, guerra, diplomacia. La República española en los tiempos de Stalin', Crítica, Barcelona, 2023.
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