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A trancas y barrancas… se anima el pulso del 23J

La visita de Pedro Sánchez a las hormigas de Pablo Motos fue un éxito rotundo para el presidente del Gobierno y candidato a la reelección si atendemos al mayúsculo cabreo que ha provocado entre medios y tertulianos conservadores, que han atizado al presentador como si lo confundieran de repente con Wyoming. Por primera vez, Sánchez salió al ataque en defensa propia, dispuesto a desmontar uno por uno los bulos que sostienen ese “antisanchismo” que se ha instalado en amplias capas de la población hasta el punto de culparlo personalmente de males reales o inventados, desde el covid hasta las olas de calor pasando por la guerra de Ucrania o las subidas de las hipotecas. El salto cualitativo ha consistido en que Sánchez mostró una convicción, una determinación a la hora de afrontar los ataques y denunciar la desinformación patrocinada por poderes económicos y ejecutada por un poder mediático “desproporcionadamente” inclinado a la derecha, que hasta ahora parecía ser exclusiva de Zapatero (ver aquí).

No le fue mal tampoco al día siguiente a Núñez Feijóo, al menos entre un fidelísimo electorado que, con tal de enviar a Sánchez (“la persona que estuvo en este plató”) a galeras, parece dispuesto a perdonar que su candidato se haga un lío entre la eutanasia y la sedación o entre la transexualidad y la homosexualidad, que establezca el precio del kilo de naranjas en doce céntimos, que se contradiga en pocos minutos sobre lo que hará con la Igualdad o la violencia machista o que traslade a un juez la decisión de que una joven de 16 años pueda o no abortar si sus padres no la dejan (ver aquí). Sobre lo que el PP cede o no en sus pactos con Vox sigue mostrándose Feijóo contundentemente ambiguo, navegando de València a Baleares e intentando justificar el injustificable giro de María Guardiola en Extremadura. Intencionadamente, Feijóo sigue confundiendo también pactos de gobierno con acuerdos para una votación, revolviendo en la misma tinaja a Vox y a Bildu. Y sobre sus ingresos opacos y alquileres de lujo y el incumplimiento del Reglamento del Senado y de la Ley de Transparencia no tuvo que decir nada porque ni Motos ni Trancas ni Barrancas le preguntaron (ver aquí).

Las próximas encuestas podrían plasmar los efectos que estas y otras intervenciones en programas con audiencias masivas tengan en la tendencia electoral. Veremos si se confirma lo que en el PSOE consideran un empujón considerable a la movilización de los suyos (ver aquí) y si la inevitable visibilidad de lo que significan los pactos ya firmados por el PP y Vox (“en veinte días hemos retrocedido veinte años”, resumió Sánchez en Hora 25) pasa factura a la derecha en la franja más moderada del electorado y en el voto transferido el 28M del PSOE al PP. Eso sí, conviene dudar de cualquier encuesta que no facilite un dato siempre clave y mucho más para este 23J: la participación que calcula.

A tres semanas del 23J, hay margen para sorpresas, para aciertos y errores de cada cual. Hasta es posible que el empeño de Feijóo en esquivar al máximo los debates termine volviéndose en contra por el efecto imprevisible de la “silla vacía”

Movilizar. Este es el reto que tienen las fuerzas progresistas ante unas derechas hipermovilizadas. Hemos escrito más de una vez que las posibilidades de lograrlo descansan fundamentalmente en tres nombres: Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz. Si Sánchez sigue volcado en demostrar con determinación que no es Belcebú y en confrontar con los Motos, Herreras y Anarosas sobre las disparatadas acusaciones que llevan años difundiendo; si Nadia Calviño va adquiriendo más protagonismo en la explicación de la realidad económica española y los riesgos que supondría no dar continuidad a un proyecto eficaz y estable respaldado por Bruselas; y si Yolanda Díaz tira de todo el espacio a la izquierda del PSOE con una propuesta de país que garantice avances hacia una sociedad más justa, moderna e igualitaria, el bloque de progreso tiene sólidos motivos para no bajar los brazos y para superar ese clima de derrotismo que se extendía antes y después del 28M (ver aquí).

A tres semanas del 23J, hay margen para sorpresas, para aciertos y errores de cada cual. Hasta es posible que el empeño de Feijóo en esquivar al máximo debates cara a cara o sectoriales (y el interés de Abascal en señalar a la "derechita cobarde") termine volviéndose en contra por el efecto imprevisible de la “silla vacía” (ver aquí). Y cabe pensar que la responsabilidad tenga más fuerza que la desilusión entre el sector de la izquierda con motivos para el enfado pero sin argumentos para facilitar el éxito de esa ola reaccionaria que no es una amenaza sino una realidad (ver aquí la cruda advertencia lanzada esta semana desde Buenismo bien).

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