El retroceso del revólver contra el feminismo Cristina Monge
Toda España se divide en dos partes
Toda España se divide en dos partes: la monolingüe y la bilingüe. ¡Qué suerte para los gallegos, vascos, catalanes (y valencianos e isleños) recibir desde la infancia tal regalo! El castellano, un idioma universal, cada vez más estudiado y cotizado en el mundo entero, y la lengua y la cultura de la región histórica donde les ha tocado nacer. Siempre me ha fascinado, en mis visitas a Cataluña, cómo la gente alterna ambos idiomas sin pensárselo dos veces, sin apenas darse cuenta. Ahora bien, me parece de capital importancia no olvidar que, a excepción del euskera, todas las demás lenguas de la que fue Hispania, el portugués, por supuesto, incluido, derivan del latín. ¿Quién puede atreverse a decir que se trata de un “idioma muerto” cuando es más vivo que nunca, hablado, en sus formas actualizadas a ambos lados del Atlántico, por muchísimos millones de personas? En nuestro sistema educativo el latín, por ende, debería ocupar un lugar descollante, lo cual no es el caso ahora. Y eso que sin Roma y su idioma España no sería en absoluto el país que es. Añado que, a mi juicio, en la enseñanza del latín no habría que empezar con los clásicos –esto podría venir después– sino con el latín vulgar que poco a poco se fue desarrollando y convirtiendo en las distintas versiones del romance que hoy se hablan. Saga fascinante.
España no se va a romper. Me imagino que lo que quiere Sánchez es que siga otros cuatro años siendo un país progresista
Si España es plurinacional, que lo es –además de tener en los genes una mezcla de sangres procedente de muchos siglos anteriores–, lo lógico sería que cada alumno monolingüe tuviera que estudiar, por lo menos mínimamente, otro idioma del Estado. Según la Constitución de 1978, Título Preliminar, Artículo 3.3, “La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.” Hasta ahora no ha sido exactamente así, desgraciadamente. ¿Cuántas personas hoy en Madrid, Granada, Valladolid o el resto de la España monolingüe leen una novela en catalán o gallego (idioma que, además, les abriría la puerta del portugués)? Sobre tales lecturas o falta de ellas no hay estadísticas. Leer a Rosalía de Castro o Álvaro Cunqueiro en su gallego original no debe constituir, para el castellanoparlante, una hazaña heroica. Al contrario. Además, tales buceos resultan ser una auténtica gozada, un enriquecimiento. En cuanto al catalán, la calidad de su literatura es enorme. Para mí, Josep Pla fue quien me puso íntimamente en contacto con el idioma escrito cuando trabajaba en mi biografía de Salvador Dalí, sobre todo su hermoso libro sobre Cadaqués.
¿Y el Congreso? La incorporación inmediata que se acaba de decidir de las lenguas cooficiales constituye, a mi modo de entender, una iniciativa de enorme calado. Si creemos de verdad en la España plurinacional y polifacética, nos debemos de sentir orgullosos de sus distintos idiomas y tradiciones culturales y sentirlos como algo nuestro. Y que estos idiomas se vayan a utilizar a partir de ahora en el Parlamento será, creo, un estímulo notable para que en todo el territorio se reflexione sobre la gran diversidad del país. Veremos cómo funciona el sistema de traducción durante el debate parlamentario de la investidura que se nos aproxima a galope. Me imagino que se trata de una tarea complicada y que algún problema técnico puede haber.
La derecha actual está todo el día advirtiendo que Sánchez –a quien Cebrián, que lleva años atacándolo desde El País, acaba de calificar de “ágrafo”– está dispuesto a “romper” España con tal de seguir en la Moncloa. Es una difamación repelente. España no se va a romper. Me imagino que lo que quiere Sánchez es que siga otros cuatro años siendo un país progresista. El PP, con los acuerdos a que está llegando cada vez más con Vox, es el gran peligro. Ya están con la derogación de la Ley de la Memoria Democrática. Sabemos que nunca han estado dispuestos a reconocer la criminalidad de la dictadura de Franco y que les importa un bledo que sigan en cunetas y fosas comunes más de cien mil víctimas del régimen, lo cual es una vergüenza ante los ojos de Europa y del mundo. Si hay que pactar de alguna manera con Junts para conseguir la continuidad, pues que se pacte, con sensatez y el correspondiente seny por parte de estos. Por cierto, ¿leen los independentistas catalanes a Antonio Machado? Les vendrían bien sus reflexiones sobre la necesidad de diálogo y el río del tiempo que todo se lo lleva al mar. Un día tal vez habrá de nuevo República en España. Así lo espero. Y que sea Federal e Ibérica, o sea con Portugal incluido. Entretanto, que no tengamos otra vez en el poder a los neofranquistas disfrazados de liberales con el apoyo de quienes son abiertamente fascistas.
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Ian Gibson es hispanista, especialista en historia contemporánea española, biógrafo de García Lorca, Dalí, Buñuel y Machado. Su último libro, autobiográfico, lleva el título de 'Un carmen en Granada' (editado por Tusquets).
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