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Matar al presidente

Gutmaro Gómez Bravo

El primer capítulo de esta miniserie (en Movistar Plus+) plantea el asesinato de Carrero como el dilema no resuelto de la muerte de Kennedy, en el que todos dejan hacer. Aunque se analiza su papel como cerebro de la política exterior, no hay mención alguna a su control del aparato represivo ni de los servicios de información que reorganizó después de la guerra.

El guion sigue el relato clásico, por el que se habría convertido en hombre de confianza de Franco tras oponerse a entrar en la II Guerra Mundial y, sobre todo, por ser el primero en comprender la importancia de restaurar la monarquía, empeñándose personalmente en traer a Juan Carlos. Tópicos construidos posteriormente que no explican su papel en el proyecto de continuación de la dictadura, del franquismo sin Franco, que le convertiría en la figura decisiva de 1973. Carrero presidió la jurisdicción del Tribunal de Responsabilidades Políticas hasta su desaparición en 1951 y dirigió la reorganización de los servicios de información militar, clave para que accediera a la presidencia del Gobierno, puesto que había concentrado Franco desde la guerra. 

La serie documental estrenada en Movistar no es tanto del género de reconstrucción histórica sino de ficción con actores, aunque usa importantes imágenes de época, sobre todo de RTVE, así como la propia entrevista que dio ETA en Francia al día siguiente del atentado, algo impensable tan solo hace unos años. La clave, repetida una y otra vez, es que todos querían muerto a Carrero, por lo que pusieron en marcha una serie de conspiraciones que confluyeron en ese mismo objetivo.

Kissinger se reúne con Carrero el 18 de diciembre. La pregunta, que al menos este primer capítulo no despeja, es qué ganaba Estados Unidos desestabilizando un aliado clave del sur de Europa en plena Guerra Fría

La idea tradicional es que ETA no tenía experiencia ni tampoco infraestructura para realizar un atentado de estas características en Madrid, por lo que recibieron decisivas ayudas de distintos servicios secretos nacionales e internacionales. Primero, en una reunión en el Hotel Mindanao, reciben el soplo de que el almirante va a misa todos los días sin escolta. Lo comprueban y planean un secuestro para intercambiarlo por presos. Poco después, cuando el comisario de Bilbao avisa sobre sus movimientos en la capital y se monta un operativo para detenerlos, se anula la orden en el último momento. Una orden que solo podría autorizar la DGS, Arias Navarro, o los servicios de información de la Guardia Civil, Iniesta Cano.

En cuanto al cambio de la idea del secuestro por la del atentado se ofrecen dos versiones. Tras la muerte en una emboscada de uno de los líderes de ETA, Txikia, la banda decide responder acabando con Carrero. Pero se apunta a que fue más decisivo su nombramiento como presidente, tras el que tampoco se le incrementa la escolta. Aquí es donde se presume que intervienen los servicios de información extranjeros, en concreto la CIA. Kissinger se reúne con Carrero el 18 de diciembre. Ese día su propia Embajada le dice que no pernocte en Madrid y se cambia el explosivo por uno de tipo militar al que ETA no tendría acceso. Pero la pregunta, que al menos este primer capítulo no despeja, es qué ganaba Estados Unidos desestabilizando un aliado clave del sur de Europa en plena Guerra Fría.

Los cables de su embajador tras el atentado muestran precisamente lo contrario. En cuanto al interior, la lectura de la conspiración omite al menos dos aspectos: el Proceso 1001 a los líderes de Comisiones Obreras que comenzaba ese mismo día, y el proceso de Burgos contra ETA que terminó tres años atrás con la conmutación de las penas de muerte, tras una profunda y pública división del gobierno. El propio Carrero lo interpretó como un gesto de debilidad que haría crecer el terrorismo. Arias Navarro, su sucesor, desencadenó una fuerte persecución de la oposición y un endurecimiento del régimen que perduraría más allá de la muerte de Franco, por lo que resulta difícil entender el atentado como el comienzo de la Transición.

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Gutmaro Gómez Bravo es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense y director del grupo de investigación de la guerra civil y el franquismo.

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