Europa tiene un himno contra la barbarie
A los que no nos convence la sociedad en la que vivimos, ni mucho menos la sociedad en la que posiblemente vayan a vivir las generaciones que nos sucedan, nos sigue pareciendo indispensable que las voces de la cultura se junten con más vigor y sonoridad que hasta ahora, contra el oprobio de las guerras, las masacres y los genocidios.
Cada vez que escucho las interpretaciones de los grandes músicos, ya sea cantando, con sus instrumentos como solistas o formando parte de las grandes o pequeñas orquestas que ofrecen su repertorio en los teatros y auditorios del mundo, me siento tentado desde hace unos meses de enviarles un mensaje que, sólo en casos muy concretos, llego a escribir y mandar a quienes me son más próximos por afinidad de pensamiento.
Lo hago porque, desde hace unos meses, soy incapaz de disfrutar, con la misma concentración y placer de siempre, la música que me llega procedente de sus voces y sus manos. Esto es lo primero que les digo en mi sucinto mensaje, obedeciendo a la sensación de inquietud y desasosiego que me viene desde Palestina.
La otra frase alude a la perentoria necesidad y urgencia, por dignidad y en defensa del derecho universal humanitario, de que los músicos de Europa -al menos los músicos de la vieja Europa- hagan una convocatoria para concentrarse en todas las grandes plazas de las capitales de cada nación (Berlín incluida) para que se escuche multitudinariamente el clamor de la música contra el genocidio que se perpetra en la Franja de Gaza, desde hace más de medio año, y la posibilidad de nuevas barbaries en Oriente Medio.
Creo que lo más contrario a la barbarie es la música como creación artística fecundadora de fraternidad, y los músicos deben juntar a las muchedumbres para tocar y escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven, cuyos acordes sirven de himno a una Unión Europea que respalda y arma al Estado de Israel.
Me parece vital para una sociedad más justa, humana y solidaria que esa música suene en las plazas de Europa según el espíritu de fraternidad con el que fue creada. Los versos de Schiller y la música del gran compositor alemán deben estar siempre, como dijo nuestro gran poeta Federico García Lorca de sí mismo, asesinado en una guerra, del lado de los que no tienen nada y a quienes ni siquiera se les permite disfrutar de la nada que tienen en paz.
Creo que lo más contrario a la barbarie es la música como creación artística fecundadora de fraternidad, y los músicos deben juntar a las muchedumbres para tocar y escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven, cuyos acordes sirven de himno a una UE que respalda y arma al Estado de Israel
Para la Unión Europea, con la patria de Beethoven a la cabeza, los palestinos son "las nadies" que decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que cuestan menos que la bala que los mata, muchas de las cuales proceden de los países de los que formamos parte como comunidad internacional.
Todas esas balas tienen por procedencia la de unos países convocados a la unión bajo los acordes de un himno en pro de la paz y la solidaridad entre los pueblos. Qué menos que ese himno suene en las plazas de Europa como reparación y protesta ante los 19.000 huérfanos, 8.000 viudas y más de 13.000 menores asesinados hasta la fecha por el Estado de Israel.