Todo lo que no sea dimitir Pilar Velasco
La apuesta de Illa (y Sánchez) por el diálogo gana en Cataluña
Las urnas suelen colocar en su sitio las hipérboles. En Cataluña acaban de firmar la superación de la pantalla del procés. A pesar de apostarlo todo a la carta del 12M, Puigdemont no ha conseguido el objetivo de volver a gobernar y, si cumple su palabra, dejará la política y podrá volver a casa gracias a la Ley de Amnistía, por más que de momento se aferre a posibles mayorías que no tiene. La evidente incomodidad o incluso enfado de muchos votantes con esa ley, atizado además desde todos los ámbitos políticos, económicos y mediáticos de las derechas, habrá contribuido (seguro) a un ascenso del PP que va más allá de la fagocitación de Ciudadanos pese a la fortaleza de Vox. Pero la opción moderada, dialogante y sensata de Salvador Illa se ha impuesto a las hipérboles de los nacionalismos extremistas, y la estrategia de pacificación desplegada por Pedro Sánchez desde mucho antes de depender de los votos de Junts se ve refrendada por la victoria socialista en Cataluña. Las opciones para que Illa forme gobierno son complejas pero factibles, y alejan el fantasma de una repetición electoral.
1.- El PSC pasa de 33 a 42 escaños y Salvador Illa obtiene un resultado aún más contundente del que auguraban los sondeos (ver aquí). Su victoria, la primera del socialismo catalán en 45 años de democracia tanto en votos como en escaños, es la de la centralidad, el perfil de gestor riguroso y fiable que dejó instalado como ministro de Sanidad en lo peor de la pandemia. Hay mucho mérito personal, pero el éxito lleva también la firma de Pedro Sánchez. Fue quien decidió hacer esa apuesta desde el PSOE para competir en Cataluña cuando nadie la esperaba en plena pandemia. Y representa también la estrategia de diálogo, desinflamación y desjudicialización del procés tras la crisis constitucional de 2017. No es fácil saber si la Carta de Sánchez a la Ciudadanía que irrumpió en el inicio de la campaña ha contribuido a este resultado, pero cuesta pensar que no haya aportado movilización en su electorado. En todo caso, hay una línea de puntos que une el 23J con el 12M, y la victoria de Illa es una inyección de moral de cara a las europeas y un espaldarazo para culminar el trámite de la Ley de Amnistía.
2.- Carles Puigdemont se lanzó a estas elecciones con un doble objetivo: recuperar el liderazgo del espacio independentista tras el sorpaso de ERC en 2021, y volver a la presidencia del Govern aupado por la épica del “exilio”. Ha conseguido el primero, que sirve de poco ante el hecho cierto de que la suma independentista se queda lejos de los 68 escaños imprescindibles para gobernar (ver aquí). Aunque en la noche de este domingo ha planteado opciones para seguir, el 12M supone probablemente el fin de la carrera de Carles Puigdemont, como él mismo anticipó en campaña. Podrá regresar a casa gracias a la amnistía, y en la nueva etapa que también se abre para Junts tendrá un protagonismo más bien simbólico.
3.- ERC sufre un hundimiento sin paliativos. En mala hora adelantó Pere Aragonès las elecciones con la excusa del caso Hard Rock, pensarán hoy en sus filas. Claramente se equivocó en los tiempos y en el termómetro de una sociedad catalana enfadada con la gestión de los problemas prioritarios, más allá del debate sobre el procés o el postprocés. Veremos en los estudios postelectorales cuáles han sido las transferencias de voto, pero no es arriesgado deducir que ha habido una parte del electorado de ERC cuya prioridad son las políticas progresistas antes que el objetivo independentista que ha preferido votar PSC. Nunca fue Aragonès un candidato excitante, pero el fracaso no es adjudicable sólo a él. Oriol Junqueras, que no podía serlo por imposición penal, tiene por delante también una necesaria reflexión autocrítica que afecta al propio ser de Esquerra Republicana, en cuyas manos está la llave de un gobierno de progreso en Cataluña. Tiene muy difícil impedirlo, pero no cabe excluir la tentación de que algunos dirigentes se empeñen en torpedear las opciones de Illa con tal de seguir compitiendo con Junts en el terreno del separatismo. También la CUP se debilita seriamente al perder cinco escaños y no poder jugar ningún papel decisivo. La caída de ERC y la CUP no se compensa con los tres escaños recuperados por Junts.
La opción moderada, dialogante y sensata de Salvador Illa se ha impuesto a las hipérboles de los nacionalismos extremistas, y la estrategia de pacificación desplegada por Pedro Sánchez desde mucho antes de depender de los votos de Junts se ve refrendada por la victoria socialista
4.- El PP sale del 12M mucho mejor parado de lo que podía prever al inicio de la campaña. Su objetivo era fagocitar todo el electorado de Ciudadanos y empatar o superar a Vox. Lo ha hecho con holgura al alcanzar 15 escaños y 340.000 votos. Feijóo puede presumir de un ascenso espectacular, a pesar de que no consigue debilitar a Vox, que se mantiene en los mismos 11 escaños que tenía. Por otra parte, se refuerza el liderazgo de Alejandro Fernández en el PP catalán, para desconcierto de la dirección nacional, que aceptó su nombre en esta campaña porque no encontró ningún otro. En términos de disputa política nacional, para Feijóo es un disgusto el éxito de Illa, porque su estrategia sobre Cataluña y la utilización del conflicto para captar votos en el resto de España necesita confrontar con un independentismo en el poder. Y además porque, pese a ese ascenso claro en Cataluña, la victoria del PSC desactiva y desautoriza la estrategia hiperventilada y deslegitimadora sobre la amnistía.
5.- Los Comunes provocaron el adelanto electoral con su decisión de rechazar los presupuestos pactados por ERC y PSC y han perdido dos escaños. Es un mal resultado, cuyo alcance sólo queda disimulado por el hecho de que esos 6 escaños son imprescindibles para que haya gobierno progresista, ya sea tripartito o con apoyo externo de ERC. Respecto al proyecto de Yolanda Díaz, se repite lo ocurrido en Euskadi: las urnas no lo matan, pero lo mantienen con respiración asistida. Sigue faltando un reseteo urgente de Sumar, cuyas perspectivas para las europeas tampoco son precisamente optimistas.
6.- Irrumpe en el Parlament esa extrema derecha independentista sólo explicable por la realidad del fenómeno migratorio y la enorme capacidad de distorsionarla y manipular sus consecuencias. Alliança Catalana logra dos escaños, por debajo de las expectativas de bastantes sondeos, pero consigue un potente altavoz. El tiempo dirá si se trata de un fenómeno coyuntural o el nacimiento de algo más preocupante. De momento, se dedica a vetar a cualquier medio o periodista crítico. Por el camino de Vox. La presencia de opciones extremistas y la baja participación electoral deben ser motivos de preocupación para cualquier demócrata.
Ya vamos acostumbrándonos a que unas elecciones no concluyen en la noche electoral. La fragmentación parlamentaria obliga a pactos, y en el caso de Cataluña a acuerdos complejos y transversales. El cambio profundo que supone lo ocurrido este 12M es que por primera vez en muchos años, el ganador tiene como principal seña de identidad su capacidad para gestionar la discrepancia, incluso entre bloques antagónicos. Aun con muchos obstáculos, Salvador Illa presidirá la Generalitat, sobre todo porque ninguno de los principales actores implicados en la gobernabilidad tienen incentivos para una repetición electoral que, por la experiencia acumulada, dibujaría un escenario muy similar. ¿Cómo afectará esto a la legislatura estatal? Por mucho que suban el tono algunos interesados, Junts y ERC tampoco tienen hoy por hoy incentivos para dinamitarla. Calma.
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