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Incredulidad

Juan Pedro de Basterrechea

El famoso historiador Arnold Toynbee, tras los largos años de estudio que condujeron a la publicación de su monumental obra Estudio de la Historia, que analiza el desarrollo de las civilizaciones, llegó a la conclusión de que "las civilizaciones no mueren por asesinato, sino por suicidio". Pues bien, me parece que estamos asistiendo al lento suicidio de la nuestra, de la otrora admirada civilización occidental.

Hubo un tiempo en que llegamos a creer que el devenir de la historia conducía inexorablemente hacia el progreso y que ese progreso implicaba necesariamente la asunción de valores como los que recoge la declaración de los derechos humanos o los que representa la propia democracia. En definitiva, que, alcanzado un cierto nivel de progreso, todo el mundo acabaría convergiendo hacia estos postulados. ¡Qué ingenuidad!

Lo malo no es que los americanos hayan elegido a Trump. Lo malo es que el fenómeno se está dando en todo occidente y que va a más

Dicen los analistas que el triunfo de Trump es el triunfo de la desinformación. Tiene que ser así, ya que no hay otra explicación para que los ciudadanos hayan elegido a un presidente que, cuando perdió, trató de dar un golpe de Estado para seguir en el poder, que ha sido reiteradamente condenado por la justicia, que es racista, negacionista y misógino y que con sus políticas contribuyó al incremento de la desigualdad en el país, haciendo más ricos a los ricos (muy pocos) y más pobres a los pobres (muchos). Si la mayoría de los americanos cree que sus intereses coinciden con los de Elon Musk, el hombre más rico del planeta, habrá que reconocer que los desinformadores han hecho un excelente trabajo.

Pero lo malo no es que los americanos hayan elegido a Trump. Lo malo es que el fenómeno se está dando en todo occidente y que va a más. Ya son legión los dirigentes políticos que se felicitan por su triunfo, desde Abascal a Orbán, pasando por Milei, Meloni, Natanyahu o el propio Putin. Todos ellos, salvo Abascal, por ahora, presidentes elegidos en las urnas. Cuando las sociedades pasan por un periodo de pesimismo y desesperanza respecto del futuro, son víctimas fáciles de los populismos de extrema derecha. Sucedió en Alemania, con Hitler, tras el colapso de la República de Weimar, y antes en Italia, con Mussolini. El primero también llegó al poder a través de las urnas, y ya sabemos lo que sucedió después. La historia nos enseña que los regímenes fascistas terminan con la destrucción del país. Atentos, pues, no sea que aceleremos todavía más el suicidio que vaticinaba Toynbee.

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Juan Pedro de Basterrechea es socio de infoLibre.

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