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Memorias de Valencia

Verónica Barcina

El DRAE define la palabra memoria como “Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”. No se trata tanto de mirar al pasado como de tomar consciencia de cada momento del presente para su evocación futura. Según se analicen los hechos, se enfoque la realidad, se abran los sentidos al universo, se conjuguen la experiencia y los sentimientos, así se forjarán los cimientos de los recuerdos del mañana, de la memoria. Desatender el presente es dar conformidad para que otros escriban en el futuro cómo fue nuestro pasado y repetir así viejos errores. A pesar de la Historia, en ello estamos.

Aunque las crónicas están al alcance de cualquier persona interesada, la propaganda se impone apelando a la tiranía de la pereza general en un mundo urgido por las prisas y deformado por la manipulación. La hemeroteca, ayer notaria fiable, hoy hundida en el descrédito, ha abdicado de su independencia y, por ende, ha perdido la confianza en ella como fedataria del presente para las futuras generaciones. Esto se debe al papel jugado por los muñidores y corruptores, y también a la desidia y la sinrazón que se han adueñado del grueso de una ciudadanía instalada en la apatía conformista por la gracia del dios internet.

La memoria a corto plazo debería permitir analizar y comprender lo ocurrido en el presente más cercano y reaccionar de forma adecuada ante un vídeo, un audio o un texto que muestran en toda su crudeza lo que alguien ha hecho, dicho o escrito. No obstante, suele ocurrir que alguien edita el vídeo, recorta el audio o subraya el texto y alguien dice cómo ha de ser interpretado el mensaje, lo mismo que la Iglesia apostilla la palabra de dios.

En esta España con la memoria de un pez, el PP, Vox, sus medios y su Justicia potencian el olvido

España acaba de sufrir un desastre de proporciones bíblicas y espantosas consecuencias que conformarán la memoria a largo plazo, la del futuro. El país está asistiendo al afán de las derechas por retocar los hechos para editar la realidad, para manipularla, en la memoria a corto plazo de la ciudadanía, y proponen su propia interpretación ortodoxa de la misma. Es la manera de que la memoria a largo plazo diluya su irresponsabilidad, su desprecio a la naturaleza y su indolencia ante el sufrimiento de las personas. Ya lo hicieron, con éxito, con el Prestige, el Yak–42, el Alvia o las víctimas de las residencias madrileñas.

La memoria episódica retiene acontecimientos concretos surgidos de la propia experiencia personal: es la que tienen quienes han vivido en sus carnes los efectos de la dana en Valencia y otros lugares. En cambio, la memoria semántica se construye a partir de la interacción de hechos, datos, conceptos y vocabulario donde fluctúa la percepción de la realidad: es la que fabrican los medios. Y otra más, la memoria procedimental, almacena habilidades y destrezas de uso rutinario: es a la que recurren las derechas para manipular.

Además, la memoria implícita es la que no necesita un esfuerzo consciente por parte de los valencianos para recordar que lo han perdido casi todo y que hay más de 200 víctimas. La memoria explícita o declarativa sí necesita de ese esfuerzo para, por ejemplo, evocar las negligencias de Mazón y su gobierno. La memoria retrospectiva se utilizará en el futuro para depurar responsabilidades, dilatando las pesquisas hasta trabucar los hechos.

La memoria prospectiva permitiría, a partir de lo acaecido, prever qué puede suceder en el futuro y sentar las bases para evitar que se repitan desastres como el que ha ocurrido y que serán una amenaza cada vez más frecuente. La memoria retrospectiva deja constancia histórica de que la prospectiva es la menos utilizada por los aparatos políticos, la gran sacrificada en el altar del capitalismo, la víctima del negacionismo de las derechas. En esta España con la memoria de un pez, el PP, Vox, sus medios y su Justicia potencian el olvido.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

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