Democracias a la deriva: ¿qué hacer?

La democracia liberal está mutando pero no en la dirección de su perfeccionamiento; acumula desviaciones y vicios que le restan autoridad  moral y le merman la credibilidad como señalan todos los estudios. Por otra  parte, los nuevos modelos de democracia que construyen Milei, Meloni, Orbán, Maduro, Trump, entre otros, o incluso Ayuso, nos hacen temer que la pérdida de elementos esenciales de la democracia se acelerará.  

Si bien los ultras, los trumpistas, el populismo o la desinformación quieren desnaturalizar o acabar con la democracia formal homologada, los partidos tradicionales de poder, en especial en Europa y América, han contribuido con sus errores al deterioro del sistema, alimentando así la desafección ciudadana hacia la política. ¿Qué hacer?  

La democracia necesita un proceso urgente de regeneración que incluya: su adaptación a los retos que presenta la era tecnológica y de la comunicación  digital; mejorar las fórmulas de elección y representación, hoy desfasadas; así como respuestas a las incertidumbres que surgen en sociedades muy complejas y que han sembrado la inquietud en amplios sectores de la  población. Incertidumbres que son consecuencia de los desafíos que nos plantean tanto la crisis climática con sus efectos como una presión migratoria que no cesará a causa del incremento del hambre, las guerras y los desastres  naturales.  

Repensar la democracia requiere un trabajo de reflexión e interacción entre aquellos agentes políticos, sociales y culturales que sienten la democracia en peligro. Más aún tras el triunfo de Trump con su gobierno de multimillonarios y sus conocidas políticas de motosierra. Las políticas iliberales y negacionistas, el rechazo a lo público con el debilitamiento del Estado y las formas autoritarias quieren ser las nuevas compañeras de viaje de una democracia débil, en  detrimento de los valores éticos y del interés general.  

Las políticas iliberales y negacionistas, el rechazo a lo público con el debilitamiento del Estado y las formas autoritarias quieren ser las nuevas compañeras de viaje de una democracia débil

Mientras la revolución tecnológica continúa avanzando a gran velocidad, la democracia parece inmovilizada y con escasa capacidad de evolución. La responsabilidad de repensar y de actuar con una estrategia común, en favor de su profundización, es de los líderes y organizaciones cívicas que defienden democracias homologadas y que buscan, con ella, garantizar el Estado de  Derecho, la redistribución de la riqueza y una mayor justicia social.

El futuro de la humanidad lo estamos escribiendo hoy con renglones torcidos bajo la presión de una deriva ultraliberal que busca eliminar todas las garantías  propias de un Estado social y de derecho. Para colmo, una parte cada vez mayor de la ciudadanía, especialmente adolescentes y jóvenes, accede a la información política solo a través de unas plataformas digitales carentes de rigor profesional y empeñadas en difundir bulos para fomentar la antipolítica. 

La manipulación y la desinformación se producen desde unas herramientas tecnológicas de la comunicación que pertenecen a poderosas corporaciones que representan un capitalismo digital con forma de oligopolio y que no admiten regulaciones. Y junto al uso de sistemas de IA que ellas poseen, los autócratas disponen de armas con las que nos quieren abocar a una sociedad distópica totalitaria que podemos identificar como tecnofascismo.  

No sabemos hasta qué extremo va a pervertir Trump el sistema democrático en EEUU, pero sí intuimos la contaminación reaccionaria que provocará en Europa. Tampoco sabemos cómo será una gobernanza en la que intervenga la IA que, en sus manos, supone una amenaza para el empoderamiento democrático y la capacidad de libre decisión ciudadana. Ambas pueden verse sustituidas por un gobierno de los algoritmos y de sistemas inteligentes automatizados, ofreciéndonos a cambio “decisiones tecnológicas más eficientes”, un modelo alternativo a la democracia que ya aparece en el horizonte.  

En lo inmediato, con Musk en la Casa Blanca, democratizar las redes sociales y acabar con los discursos de odio será imposible. Por ello, las sociedades que  aman las libertades y la convivencia en paz, deben ejercer la Resistencia y recuperar la función original de internet para que esté, realmente, al servicio de las necesidades de la humanidad. Me gustaría poder ser optimista y soñar con nuevas utopías; como la pendiente declaración de los Derechos Digitales  universales.

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Odón Elorza es exdiputado del PSOE.

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