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Pájaros de barro y aviones de papel

Paco Ochoa

Hago pájaros de barro y los echo a volar. Me gusta.

No están de moda porque –dicen– no son productivos: se desparraman al suelo si el barro está mojado, se fracturan en cristales color cuero al aterrizar en el suelo si el barro está seco y, en el mejor de los casos, cuando los hago a volar, se funden sus alas como Ícaro y naufragan en mares de desiertos. Pero… me da igual, porque esos jirones marrones, esos retales de gachumbos que se esparcen por nuestras aceras y pasos de cebra son los sedimentos fósiles que conforman nuestra historia y que, solo con tinta y tiempo, edificarán lo que somos, nuestra memoria colectiva.

Ahí vuela este pájaro de barro. 14 de noviembre de 2024. ¿Casualidad o causalidad? 

  • ¿Qué tal estás, Nih?

Han pasado ya nueve meses desde la última vez que vi a Nih, colaborando juntos en el proyecto educativo de la UCLM en los campamentos de refugiados/as saharauis, donde hace de Luis Zahera, siempre presente, sea en un segundo plano, y actuando resolutivo; le encuentro espectacular y emocionado pues llevaba sin pisar suelo español desde 2005, cuando con el programa Vacaciones en Paz disfrutaba de “ya sabes, las cosas de disfrutar todos los niños: patinete, piscina, etc.

Acaba de participar en un foro internacional juvenil sobre la causa saharaui en Bilbao.

  • Bien, bueno, ahora estamos un poco tristes en la familia… (normal, pensé, no debe ser fácil marcharse sin billete de vuelta…)

Nih siempre conversa despacio y ha ejercido desde 2018 en la radio saharaui como técnico, programador, editor y, después, periodista, además de colaborar en proyectos como un Micro para el Sáhara en 2019, del que guarda un grato recuerdo del encuentro con periodistas de Público, El Salto, El País o la revista 5W, como Xavier Aldecoa.

Nunca nadie está preparado para escuchar una respuesta así, sorprendido por el contenido y por el tono nada contenido de Nih, una persona que, como el gran Jesús Quintero, siempre pone la pausa y el peso adecuado a cada sílaba, a cada palabra.

En palabras de su chófer, Ahmed, – superviviente del atentado – el pasado 7 de noviembre alrededor de las tres de la tarde se encontraba con Mohamed Ali – el padre de Nih – trabajando con su ambulancia del ejército en el área de DUK ES, entre 20 y 50 km de ese muro infame de la vergüenza de 2700 km de longitud del que nadie habla que parte y divide el Sáhara Occidental en 2, donde buscaban socavones encementados almacenados de agua para valorar si estaban sucios o era necesario rellenarlos, pues son de gran utilidad en el desierto, donde están repartidos para que los civiles y camellos beban agua fresca o cocinen.

Nunca nadie está preparado para escuchar una respuesta así, sorprendido por el contenido y por el tono nada contenido de Nih, una persona que, como el gran Jesús Quintero, siempre pone la pausa y el peso adecuado a cada sílaba, a cada palabra

En ese momento, Mohamed dijo: ¿estás escuchando el ruido del avión? Creo que viene un fusil. Su compañero saltó de la ambulancia mientras que Mohamed, menos ágil a causa de su edad avanzada, no tuvo tiempo. Cuando Ahmed se alejó, fue a llamar al ejército y a la ambulancia pero su vida solo duró unos minutos. 

Mohamed fue enterrado en un cementerio en Aguenit, donde descansa junto con otros mártires, a unos 700 km de los campamentos. Realmente era un dron quien lo asesinó. En sus restos de piezas hallados en el interior del vehículo, se han descubierto en el fusil piezas de fabricación turcaisraelí , me cuenta Nih.

Después conducir un tanque blindado de transporte personal en la primera guerra contra Marruecos (1975 – 1991) y tras los acuerdos de paz, se dedicó a transportar a los soldados desde las zonas liberadas a los campamentos, así como alimentos, gasolina, etc… abandonando más tarde a causa de una enfermedad que le debilitó para soportar los traqueteos del camión en los baches del desierto. Entonces, se dedicó a arreglar coches del Estado en Rabuni (capital administrativa) y colaboró como responsable de una taller para arreglar coches con la asociación de Araba (Euskal Herria).

Nih, recién aterrizado en España buscando una vida más allá de ese duro arenal sin salida forjado a base de resistencia en el Noroeste de África, se prepara para un proceso burocrático lento hasta conseguir el estatus de apátrida que le permita desarrollar una vida normalizada en nuestro país.

Está ilusionado: “Me gustaría hacer periodismo, informática y fotografía, con experiencia en la radio, en la dirección de información grabando con la cámara: en un evento grabo voz y vídeo y después hago el montaje y escribo el reportaje y lo mando a la tele y a la radio; así he aprendido y me he experimentado con aplicaciones de edición, manejo de cámaras…” siento también consciente de que “es muy difícil por los diplomas que tienes que tener.”

En su regreso a Castilla–La Mancha tras 19 años, le ha llamado la atención la gran cantidad de perros y coches y la mayor apertura en la sociedad en cuanto a libertad para vestir ropas, peinados y tintes, dos hombres por la calle, chicas besándose… Además, afirma que “antes la generación era más lista. Puede ser por dos cosas: el ambiente donde vives; segundo, las redes sociales.”

El superavión tecnológico lo mató. 

Los aviones de papel representan la sonrisa, la infancia y la inocencia.

Cuento historias en papeles, luego hago aviones y los echo a volar. Me gusta.

No están de moda porque –dicen– no son productivos: se deshacen un día de lluvia, se los lleva el viento y, en el mejor de los casos, cuando los hago a volar, acaban naufragados en un arbusto. Pero… me da igual, porque esos jirones de nubes, esos retales blancos que se esparcen por nuestras aceras y pasos de cebra son los sedimentos fósiles que enseñan que, humanamente, estamos ganando esta guerra.

Si te gustó esta historia, te invito a imprimirla, hacer un avión de papel y hacerlo a volar.

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Paco Ochoa es socio de infoLibre.

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