El sitio elegido para la cita por José Luis Ábalos (Valencia, 1959) es el Hotel NH Ribera del Manzanares de Madrid, centro de operaciones clandestino del histórico vuelco que vivió la política española desde el mes de mayo de 2018. Aquí se celebraron las reuniones clave para la investidura de Pedro Sánchez de enero de 2020 y, antes, también para la moción de censura que echó a Mariano Rajoy de la Moncloa. “La verdad es que no la esperábamos ganar”, admite el exministro de Transportes, el hombre que encabezó todas aquellas negociaciones. El hotel está a cinco minutos escasos del centro de Madrid en coche pero fuera del perímetro de los focos, más atentos a otros ambientes de poder en la villa capitalina. Un lugar idóneo para encuentros discretos.

Entonces, Ábalos entró al hotel como el hombre de confianza de Pedro Sánchez, en coche oficial y accediendo desde el parking directamente a las reuniones para evitar ser visto. Fue protagonista de los acontecimientos políticos que marcaron el cambio de rumbo del país. Esta vez entra por recepción. Solo han pasado tres años pero han cambiado muchas cosas. No su look, traje azul, camisa azul, corbata azul. Tampoco su voz, que aparenta cansancio, indiferencia por casi todo empezando por sí mismo, rudeza. Su mirada dice otra cosa. Que pasar de cien a cero no es sencillo, que hay desorden, que queda digestión.

Al preguntarle si el lugar de la entrevista le trae buenos recuerdos o melancolía responde que ni una cosa ni la otra. Y al rememorar alguno de los episodios históricos de los que ha sido protagonista pone en valor, casi por encima de los demás, las primarias de Sánchez contra el aparato socialista: “Hubo un momento en que éramos muy pocos, ocho personas como máximo. Y la mitad de esos se fueron con Patxi. Yo le dije a Pedro que si los cargos orgánicos nos daban la espalda había que hacer un acto con la militancia, a la que se había humillado desde la dirección. Lo hicimos en Xirivella (Valencia) y yo elegí la música. La Internacional en versión cuerda y Color Esperanza, por aquello de abrir ventanas y dejar atrás el miedo. Ahora me dirán hortera, pero se convirtió en un himno”.

Pregunta. ¿Cómo lo lleva?

Respuesta. Bien. Empiezo a disponer de mi tiempo. Aunque aún sigo teniendo mucha agenda. Hay mucha gente que quiere verme, que quiere hablar conmigo.

P. ¿Le gusta su nueva vida?

R. Me gusta no tener urgencias. Ahora estoy en los temas personales. Me levanto temprano y llevo a mi hija al instituto. He vivido muy acelerado y cuando se vive así ni tienes casa ni tienes nada. Ahora ya es momento de reinventarse. 

P. No me diga que la reinvención es ser tertuliano.

R. No, no, no lo sé...

P. Humildemente, yo le recomendaría otro sector para la puerta giratoria.

R. Desde luego no es una puerta giratoria. La reinvención es aprovechar la oportunidad de estar vivo. Y vivir. Ese es mi plan ahora.

P. Entonces va a dejar de fumar.

R. Debo.

P. Cuénteme lo de aquel sábado.

R. Tampoco hay mucho que contar...

P. Hombre…

R. Me llamó la secretaria del presidente a las 9 de la mañana y me dijo que quería verme, que fuese en cuanto pudiera.

P. Y ya se lo imaginó.

R. Sabía que era la fecha en que se iba a producir la crisis de Gobierno. Sí, casi que me lo imaginé.

P. ¿Y allí en Moncloa sale el presidente a recibirle o cómo fue?

R. Estaba en su despacho. Yo entro y nos sentamos. Y me lo comunicó. Poco más.

P. ¿Cuánto duró aquello?

R. No creo que llegase a media hora. Pero suficiente. Yo no pregunto.

P. Pues si no pregunta y tampoco se lo explican, le habrá dado mil vueltas al coco sobre los porqués. ¿Alguna conclusión?

R. No, que las cosas son como son y punto. No me complico más la vida.

P. ¿La última vez que ha llorado ha sido por política o por otras cosas de la vida?

R. Por política, no. A mí me cuesta mucho llorar. La última vez fue por algo personal, el día que nos dieron los resultados de la biopsia de Carolina. Fueron malas noticias. Esa fue la última vez que lloré.

"Me hubiera gustado entenderlo mejor para que no se especule tanto"

P. Entonces no ha llorado por salir del Gobierno.

R. No, sentí una mezcla de confusión y liberación. Por un lado, me hubiera gustado que hubiera sido de un modo que todos entendiéramos mejor, que no se especule tanto porque eso no nos viene bien. A ninguno. Pero sí, también me sentí liberado. Sentía que no tenía vida.

P. ¿Y por qué no pidió salir si se sentía así? ¿Por qué no levantó la mano para decir que no podía seguir de ese modo?

R. Porque tampoco te quieres ir del todo. Yo podía aspirar a un rol algo más relajado.

P. Eso es lo que le hubiese gustado.

R. Sí.

P. Vamos, que no quería salir del Gobierno.

R. No, no. No tanto es eso. Hay muchos ámbitos, era cuestión simplemente de ponerse de acuerdo. Lo que te pueden molestar son las interpretaciones.

¿Notó que para Sánchez fue un momento desagradable?

R. Claro, por supuesto. No es fácil decirle a nadie que no sigue. Y ese día tenía que hacer toda la ronda, por eso también fue breve. La mayor parte de los ministros que salieron estaban fuera de Madrid y se les tuvo que comunicar por teléfono.

P. ¿Qué hizo al salir de la Moncloa?

R. Fui al ministerio directamente a recoger. A las 4 de la tarde ya lo tenía todo recogido.

"No tengo resentimiento. Los que nos vamos también tenemos que cuidar al partido"

P. Un sábado de gran bajona, en definitiva.

R. No, no, tampoco. Estoy agradecido por una experiencia que no todo el mundo puede tener. He sido ministro del Gobierno de España y secretario de organización de un partido como el PSOE. Estoy muy agradecido, sobre todo al presidente. No tengo ningún resentimiento. Todo en la vida tiene su tiempo. Los que nos vamos también tenemos que cuidar al partido y, en este caso, al Gobierno.

P. ¿Se ha salido ya de todos los grupos de Whatsapp?

R. Tampoco estaba en tantos. De los del ministerio, sí. Del de la Ejecutiva creo que no, pero en ese estoy con un teléfono que ya no uso.

P. ¿Usted ha llamado o escrito para despedirse de alguien?

R. No

P. ¿De nadie?

R. No, incluso lamento no haber podido contestar a tantísima gente. Mucha militancia de base, políticos de todos los partidos.

P. También habrá quien no le ha escrito o llamado.

R. Solo me ha sorprendido en el caso de dos personas. Solo dos. Y tampoco pasa nada.

P. ¿Qué dos personas?

R. No, no…

P. Imaginaba.

R. Me han impactado más las muestras de apoyo.

P. ¿Quién le ha escrito de otros partidos?

R. Me llamó Feijóo el mismo día, estaba recogiendo yo el despacho. Me ha llamado mucha gente, de muchos partidos.

P.  De Vox no, ¿no?

R. Estarán felices, imagino. Pero uno de los mensajes más sentidos que recuerdo fue, por ejemplo, el de Irene Montero. Hay algunos realmente para guardar.

P. ¿Alguno le llegó a emocionar?

R. Emocionar de llorar, no.

P. Nunca se emociona, nunca llora. Va de hombre duro.

R. No, qué va. Mira, me emocioné el día de la despedida de Pablo Iglesias del Gobierno porque tuvo palabras de cariño hacía mí y destacó mi sensibilidad.

"Sentí rabia por no saber llorar cuando se murió mi padre. Casi lloro por no saber llorar"

P. Nunca se emociona, nunca llora. Va de hombre duro.

R. No, qué va. Mira, me emocioné el día de la despedida de Pablo Iglesias del Gobierno porque tuvo palabras de cariño hacía mí y destacó mi sensibilidad.

P. No sé si eso le ayudó muchísimo.

R. Yo me emociono con determinadas cosas, con otras no. Pero es que no sé llorar. Sentí mucha rabia por no saber llorar cuando se murió mi padre, hace muchos años. Casi lloro por no saber llorar.

P. Carbonerito.

R. Yo nunca lo he tenido en mi memoria como Carbonerito. Lo llamaban así porque era natural de Carboneras de Guzmán, en Cuenca, y porque era torero.

P. ¿Lo echa de menos?

R. Teníamos una relación difícil. Nunca fui un hijo de papá y empecé a trabajar desde pequeño para buscarme la vida. No tuve ese calor. Pero bueno, al final, cuando maduras, asimilas que tu padre es tu padre, que no hay otro. Eso lo superé hace mucho tiempo.

P.  ¿Cree que hubiera estado orgulloso de lo que ha sido su hijo?

R. Yo creo que él ya lo estaba antes de morir. A él le supo muy mal que yo me afiliara a las juventudes comunistas. Si ya teníamos poca relación eso nos distanció más. Pero luego estaba orgulloso. Se le notaba. Le gustó que yo fuera a la universidad, que lo hiciera por mis propios medios, trabajando. Terminé el bachiller nocturno también trabajando. A mi padre le gustaba mucho Madrid porque había estado en su juventud aquí, disfrutando. Y cuando me vine por primera vez de diputado cogí una foto suya, la enmarqué y la colgué en el apartamento de La Latina al que me fui a vivir. Y dije: “Bueno, papá, pues ya estás en Madrid”.

P. ¿Cómo ha sentado en su familia la salida del Gobierno?

R. A quienes más les ha gustado es a mi hijo el mayor y a mi nieto. Les duele que se metan conmigo. Lo llevan mal.

P. El cambio es brusco. Usted ha llegado a ser uno de los hombres más poderosos de este país.

R. Yo no lo he vivido así. Si lo he sido yo no he sido consciente de eso. Te aseguro que no he ejercido como tal. Tengo gratitud a todos los que han hecho posible que eso fuera así, especialmente al presidente.

P.  Me acordé de usted cuando el uso de nuestra bandera se convirtió en un salvoconducto para salvar la vida en Afganistán. Una vez contó que su hija le había cogido miedo a la gente que la llevaba por la calle porque, normalmente, era para insultarles.

R. Aquello nos afectó, me afectó. Porque ya no es a uno mismo, es a tus hijos y ellos no entienden nada. Nos insultaban en la puerta de nuestra casa. En una casa, por cierto, en la que todos estamos orgullosos de nuestra bandera.

P. ¿Tiene localizado en qué momento usted y otros miembros del Gobierno pasan a estar en el punto de mira?

R. Cuando llegamos al Gobierno en 2018 todo el mundo nos recibió genial. Había gente que me paraba por la calle y me decía que era de derechas pero que yo le caía bien. Yo me iba a comer donde fuera sin problema, todo era buen rollo. El punto de inflexión es la irrupción de la extrema derecha en el parlamento y la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno. A partir de ahí pasamos a ser para algunos un Gobierno ilegítimo, en la investidura, y un Gobierno criminal, en la pandemia.

P. ¿Cuál ha sido su peor error en política?

R. He tenido muchos. No me planteo cuál es el peor. Es inútil.

P. Le ayudo con algún ejemplo, si quiere. ¿Delcy?

R. Bueno, alguien tenía que ir. En todo caso no dimensioné la repercusión. Quise quitarle importancia a la cuestión porque no se la veía, sinceramente. Pero que no se la veas tú no quiere decir que los demás no se la vean.

P. ¿Murcia?

R.  Cometimos el error de fiarnos de que Ciudadanos controlaba a su grupo y pensar que luego iban a dar una respuesta también en Madrid. Pero no fueron capaces.

P. ¿Ha llegado a ser amigo de Pedro Sánchez?

R. Bueno, sí, sí. Nunca nos hemos ido de copas pero hemos llegado a tener muchísima confianza, muchísima. Él siempre me ha categorizado de amigo.

"Yo no molesto, me basta con sentir que mi presencia no interesa"

P. ¿Y ahora?

R. No lo sé, no lo sé. Yo soy una persona que no molesto. Y no molestar es no molestar, en toda su amplitud. No pregunto nunca, no llamo. Me basta con sentir que mi presencia no interesa.

P. Qué es más dura, ¿la política o la vida?

R. La política es expresión de la vida pero en otros ámbitos hay mucha más ferocidad, a veces.

P. Y qué es más difícil de gestionar, ¿un partido o una familia?

R. Pues depende de cómo sea la familia.

P. Y el partido.

R. Y el partido.

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