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Aborto: no quedan días de verano

Lorena Calderón

Ni el concepto de personalidad del artículo 30 del Código Civil ni el de nasciturus del 29 contenta al Partido Popular, que como aquella canción de Amaral han decidido que “no quedan días de verano” para aprobar la reforma del aborto.

Quien controla el tiempo siempre lo hace a su favor y en política las casualidades no existen. No fue una casualidad que el último Consejo de Ministros del 2013 (previo a navidades) tuviera como protagonista el “anteproyecto de ley orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada”, más conocido como la reforma del aborto de Gallardón. Tampoco fue casualidad que dicho anteproyecto fuera silenciado durante las elecciones europeas, aunque el ministro de Justicia justificara la demora apelando a la espera del dictamen del Consejo General del Poder Judicial. Bien, pues dicho dictamen ha llegado y al parecer el Gobierno lo incorporará en su insensible anteproyecto, permitiendo con ello el aborto eugenésico como un supuesto más. Y sí, en pleno mes vacacional se dará luz verde con el objetivo de que entre en vigor dicha ley a finales de año. ¡Lo han clavado!

Bastante estaba durando la agonía. Como en aquella serie de Malcolm in the middle la estrategia era clara: si hacemos algo mal tendremos que hacer algo peor, para que ese mal quede eclipsado con ese algo peor. La reforma del aborto del Partido Popular (como ese algo peor) dejará de ser una amenaza indefinida para contentar a un insatisfecho lobby religioso antes de que se agote la legislatura. Lo peor de todo es que este retroceso en derechos, que rechaza Amnistía Internacional e incluso la ultraderecha antieuropea francesa, será sufragado por las arcas públicas con el pretexto de que “no hay nada más progresista que la defensa de la vida”. Como si la muerte estuviera impuesta por ley en un país que, por cierto, no reconoce la eutanasia.

Es cierto que la reforma del aborto estaba incluida en ese programa político que más bien Rajoy ha convertido en papel mojado, pero tampoco es menos cierto que dicha intencionalidad fuera clara y concisa. Y conociendo los genes de la derecha española –y la dificultad de esta por comulgar con la palabra progreso–, el contenido de la reforma del aborto de Gallardón no viene de sorpresa. Basta con echar un vistazo al pasado para comprender (si se puede denominar así) esta reforma legislativa que niega a la mujer el derecho a decidir sobre su maternidad en detrimento del nasciturus. No viene mal recordar las palabras del catedrático de Derecho Constitucional Enrique Álvarez Conde: “El nasciturus es un bien constitucionalmente digno de protección, pero no es titular de derechos”, mientras que la mujer sí lo es.

Si abrimos el diario de sesiones del Congreso de los Diputados un 25 de mayo de 1983 encontraremos los motivos de rechazo del Grupo Parlamentario Popular y, sobre todo, la génesis del anteproyecto de Gallardón, hablamos del hijo. Aquel día, el señor Fraga Iribarne subió al atril de la Cámara Baja para manifestar la “anticonstitucionalidad” del proyecto, alegando los siguientes motivos:

En primer lugar hizo referencia al artículo 15 de la Constitución española que “proclama que todos tienen derecho a la vida”, al referirse al “todos” precisó que dicho término “ampara a toda vida humana, incluso la del meramente concebido”. Para el señor Iribarne el problema sólo surgiría cuando “lo que entra en conflicto con la vida del concebido es precisamente otra vida humana”, citando el embarazo extrauterino.

El resto de supuestos que contemplaba la Ley Orgánica 9/1985 no eran admisibles para la derecha española, ni siquiera en los casos de violación. Sin entrar en juicios de valor recojo las palabras textuales de Fraga que definen por sí solas la falta de humanidad política: “y así, el llamado paradójicamente aborto ético, que se quiere legitimar por el proyecto cuando la concepción ha sido fruto de un delito de violación, siempre que se practiquen dentro de los tres primeros meses, da más valor al origen ilícito de esa filiación que a la vida misma que ya se ha concebido”. Sin escrúpulos, osó mencionar que la ley que modificó el Código Civil hizo desaparecer el título de hijos ilegítimos, añadiendo: “¿Cómo vamos a aprobar ahora una ley que permita simplemente hacerlos desaparecer sin llegar a nacer? Es intentar reparar un mal, causando otro mayor, algo así como quemar el traje para limpiar la mancha, solo que en este caso hablamos de vidas humanas”. ¡Sin palabras!

¿Y qué decía Fraga sobre la posibilidad de interrumpir el embarazo en caso de que el feto pudiera nacer con problemas físicos o psíquicos?¿Recordáis las palabras del obispo de San Sebastián cuando hablaba de “holocausto silencioso”? ¡Pues eso! Vuelvo a citar textualmente: “¿Pretendemos introducir leyes eugénicas de mejora de la raza como hicieron algunos regímenes gobernantes de triste memoria, tan alejados de nuestras convicciones democráticas?”.

El Grupo Parlamentario Popular en 1983 dijo no de forma taxativa a ningún supuesto de interrupción del embarazo, puesto que para la derecha conservadora había “razones estrictamente científicas las que determinan que la vida humana existe desde el momento mismo de la fecundación”. Hoy, y pasados más de treinta años, el Gobierno ha decidido volver a situar a España a la cola de Europa, y ser ejemplo de lo que no hay que hacer. Será que siguen convencidos de que “la legislación del aborto, allí donde se ha producido, no acaba con el aborto clandestino. Al introducir el aborto legal, lo que ocurre es que aumenta el número total de abortos”. O simplemente, y como señala Carme Chacón, “existen aún hombres que se creen con derecho a decidir sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. Existen personas que se sienten con derecho a imponer sus convicciones morales minoritarias al conjunto de la sociedad”.

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Es curioso que aquel 25 de mayo de 1983 el señor Fraga finalizara su lamentable intervención plenaria apelando al programa electoral socialista, es cuanto menos curioso. En palabras del propio Fraga: “Y tengo que decir con toda claridad que si nuestros amigos socialistas creen de buena fe que han sido votados porque estuviera el aborto en letra más o menos pequeña en el programa, se equivocan: lo fueron por los famosos 800.000 puestos de trabajo”. Parece que la historia se repite, por eso viene bien recordarla. ¡Que tomen nota!

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Lorena Calderón es periodista

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