'RELATOS SALVAJES', NOMINADA A MEJOR PELÍCULA, DIRECTOR Y ACTOR
Tres, dos, uno... ¡explota!
Seis historias. Un número indeterminado de muertes, una bomba, un intento de suplantación de identidad, una doble traición amorosa. Violencia, pánico, intriga y… sobre todo, montones de risas. A base de agregar elementos –algunos en apariencia incasables, aunque ya se sabe aquello de los opuestos-, la película argentina Relatos Salvajes ha conseguido la mayor suma jamás alcanzada en su país de origen: la que da como resultado la mayor recaudación de la historia desde que se estrenara hace algo más de dos meses, y el mayor número de espectadores, tres millones.
Dirigida y escrita por Damián Szifrón (Tiempo de valientes, El fondo del mar), la cinta compone una suerte de colcha antiestrés tejida con media docena de retales. El hilo que une esos fragmentos, cada una de las historias independientes que componen el filme, es la idea de detonación. El elemento, el gesto, la situación o la palabra que hace que uno pierda definitiva e irreversiblemente la paciencia, y con ella la cabeza, ante lo que considera injusto o inaceptable. Y estalle. Algo que, seguramente, no resultará una idea ajena en esta España de los escándalos diarios.
Actores como Leonardo Sbaraglia o Ricardo Darín se sitúan a la cabeza de un excelente reparto coral, capaz de dar vida propia a unos cuentos cargados de ese no-se-sabe-qué que, casi subrepticiamente, desapercibido, hace que todo cuadre y funcione. Las agudas carcajadas en la sala, amén de las cifras cosechadas, servirían de prueba suficiente. Pero hay más reconocimientos. Allá, al otro lado del charco, han confiado en ella para representarles en los Oscar como mejor película de habla no inglesa. Y acá, en España, está nominada también a los Goya, a la mejor película iberoamericana.
Muy joven, de rostro casi ingenuo, claro; perfectamente agradable y tan centrado como distendido, Szifrón (Buenos Aires, 1975) recibe a infoLibre en la sede madrileña de El Deseo, su productora. La de Pedro y Agustín Almodóvar, que demuestran nuevamente un fino olfato por la calidad. Y le preguntamos por el boom de Relatos salvajes, de estreno en España este viernes 17.
Quería empezar por preguntarte sobre el título de la película: cuando lo escuché por primera vez, pensé: 'No tengo ni idea de qué puede ir esta película'. Sin embargo, después de verla, lo que pensé fue que no podía haber mejor título. Efectivamente, son relatos y son muy, pero que muy salvajes.
La verdad que pasé mucho tiempo buscando un título, y cuando apareció ese, me di cuenta de que era el más adecuado y de que no podía haber otro superior. De hecho, el título le dio vida al proyecto, porque hasta ese momento tenía distintas historias y cuando elegí este conjunto de todas las que tenía escritas pensé cuál era el denominador común que las atravesaba. Entonces, eran relatos breves y la palabra fue salvajes. Y sentí, sí, que esa era la palabra correcta, y que además me parece que conecta con un deseo de la especie, que es darle lugar a eso que también tenemos: también somos animales, también tenemos instinto, y no se puede reprimir diariamente por siempre. Como que hay algo ahí que está tratando de salir: la palabra conectaba todas las historias y generaba ese deseo de liberación en el espectador, y que era un deseo que yo también tenía como escritor, y que de repente había atravesado todo el proceso.
Todas son historias de algo así como 'la gota que colma el vaso'…
Ese podría haber sido otro título, sí: la gota que colma el vaso.
¿Y lo que te inspira es la realidad de Argentina, o la vida en general?
De hecho, la película se está proyectando en un número enorme de lugares, y las audiencias siempre responden de una forma muy efusiva, es decir, se ríen a carcajadas en cualquier país. Entonces, yo pienso que de alguna manera toca una temática que nos es común en este momento, y no necesariamente la circunscribiría a Argentina. Obviamente, yo soy de allá y la escribí allá y estoy influenciado por los estímulos que recibo en la calle todos los días. Pero luego lo que la película me parece que hace es agarrar todos esos elementos de la cotidianeidad y transportarlos al mundo de la fantasía y al reino de la imaginación y jugar desprejuiciadamente con esos conflictos convirtiendo la experiencia de ver la película en algo más parecido a Cuentos asombrosos, Al filo de la realidad, La dimensión desconocida, o las viejas series tipo Alfred Hitchcock presenta… Todos mundos que a mí me resultaban muy atractivos de chico. Y de hecho, ahora estamos yendo a Sitges, que es un festival de cine fantástico, y la película no tiene ningún elemento sobrenatural, pero se la percibe adecuada para ese festival, así que bueno, creo que convive eso: la cotidianeidad y la fantasía, la realidad y lo fantástico.
Desde la perspectiva de España está desde luego más del lado de la realidad que de la ficción, porque aquí hay más de uno muy a punto de explotar. Creo que aquí, más que en ningún otro sitio, se va a entender muy bien.
Puede ser, y por la experiencia que tuve hasta ahora, que fue la de San Sebastián y la de proyecciones privadas que se hicieron acá en Madrid, la repercusión que está teniendo es buenísima, y creo que se va a entender muy bien acá en España.
Porque también hablas de cuestiones muy candentes, como la corrupción.
Yo creo que a veces la corrupción tiene un efecto curioso, y es que nos hace pensar que es el único problema del sistema en que vivimos. O sea, tapa otras cosas, la corrupción. Tapa un sistema perverso que tiene toda la ideología de la sociedad contemporánea, digamos. Aun sin corrupción a mí me parece terrible, y creo que todos, de una forma u otra, intuimos que las reglas, las leyes, los deseos que nos inculcan en relación al consumo, la exigencia impositiva… Creo que todos entendemos que ese conjunto de elementos no está diseñado en función de nuestro beneficio, sino del beneficio de un grupo increíblemente reducido de personas. Y aun así lo toleramos porque lo intuimos muy difícil de cambiar, pero cada tanto alguno explota. Creo que nos deprime a todos y detona a algunos, y esta es una película que habla de los que estallan. Y de alguna manera, en la sala todos entendemos por qué estallan los que estallan, todos podemos establecer esa conexión, y es mejor ver que estallar otro que no estallar uno, porque tiene consecuencias.
¿Esto lo querías plantear más a modo de moraleja, o simplemente de comentario?
Te soy muy sincero: primero, en proyectos que hice antes, yo pensaba la estructura de la totalidad de una película, o de una historia, y sabía cómo terminaba antes de empezar a dialogarla. Digamos que había un abordaje que en algún momento podía ser un poco más racional. En el caso de Relatos salvajes, aparecieron los conflictos, aparecieron las ideas disparadoras de cada relato y me abandoné a esas situaciones como si yo fuera el personaje, e iba andando de la mano del personaje. Y con la audiencia, te diría, porque también la tenía muy presente a la hora de escribir, íbamos progresando en la evolución de cada relato. Y el final de una historia es el que, en todo caso, puede dejar o no una moraleja. Yo lo desconocía, y no fue fruto de una voluntad externa que quería expresar algo, sino de un intercambio de diálogos y de acciones entre personajes que se expresaban libremente –dentro de la imaginación, digamos- y me iban llevando hacia esos desenlaces. Así es que no tenía la intención de expresar una idea moral, pero soy consciente de que por ahí se expresa igual. Es un resultado, más que un objetivo.
La película ha sido un enorme éxito en Argentina…
Demencial, sigue primera allá, hace más de dos meses que se estrenó y está primera en recaudación, es un récord histórico total.
Y está también preseleccionada para los Oscar. ¿Te imaginas una comedia así ganando el Oscar?
Y para los Goya.
Ah, ¿sí? Porque no se suelen premiar comedias así…
No, no, no… y también fue elegida para Cannes, por ejemplo, y de pronto esta película estuvo en competencia en el Festival de Cannes. Está pasando algo extraño con la película, evidentemente, que ni remotamente estaba previsto. Tiene vida propia, es muy orgánica, y va avanzando casi sin que la empujemos de atrás, se va abriendo camino sola. A la hora de pensar en esos premios, la verdad es que yo ya estoy en un punto donde no le pido nada más a la película. Siguen apareciendo estas cosas y estas posibilidades que obviamente te generan un entusiasmo, pero sobre todo la sensación que tengo es de gratitud, para con la película misma y para los que estuvieron involucrados y me ayudaron a ponerla de pie.
El caso es que ahora te estaba preguntando por una 'comedia así', pero leí en una entrevista que tú no la calificarías de comedia. ¿Cómo la calificarías entonces?
Bueno, en algún momento algún productor mencionó la idea de 'comedia catástrofe'. No es solo una comedia, no digo que no sea una comedia. Creo que tiene mucho humor, pero al mismo tiempo no está actuada en tono de comedia, y creo que el espectador no tiene la seguridad que las comedias producen, y que es que vos sabes que van a terminar bien. Como cuando estás viendo una película de Buster Keaton, o una película protagonizada por Ben Stiller o por Jim Carrey, sabes que al final el personaje va a alcanzar su objetivo, y los peligros van a desparecer, y de hecho te reís de los peligros porque intuís que la cosa va a salir bien. En el caso de Relatos Salvajes, me parece que hay algo de imprevisibilidad y de terror que también está operando, y que es que vos te identificas con los personajes pero no tienes ni la menor idea de hacia donde se está dirigiendo. Y yo no la tenía mientras lo estaba escribiendo. Creo que operan las dos cosas.
Recuerdo que tuve una sensación bastante cabal dirigiendo el episodio de Leonardo Sbaraglia, que es además el último que rodé, el de la disputa en la ruta, y es que me di cuenta de que estaba dirigiendo a los actores como si fuera una película de Haneke, y era muy dramático lo que estaba ocurriendo, pero la cámara, la fotografía y el resto de los elementos de la puesta en escena los estaba pensando más bien como el Coyote y el Correcaminos. Estaba ese contrapunto operando casi en cada momento. Entonces, siento que la película tiene un tono así: por una parte es muy dramática y presenta altas cotas de violencia, pero de pronto la gente también se ríe a carcajadas. Entonces, se combinan los dos elementos de una forma saludable. A veces está la intención, y es muy riesgoso, digamos, ese tono, pero en este caso creo que, juzgando la repercusión que tiene, lo hicimos bien.
Damián Szifrón, a la izquierda, junto a uno de los actores de 'Relatos salvajes'.
En estos tiempos parece, además, que triunfan las comedias. ¿Puede ser porque el humor es una buena vía para hablar de las cosas serias?
El humor es un recurso natural de la especie humana, que debe ser de las únicas, si dejamos de lado las hienas, que lo usamos. Y es fruto de la memoria, de poder recordar y de imaginar un escenario futuro y definitivamente también es un mecanismo de defensa, de protección y de conexión con los otros. Por ejemplo, en el cine, una carcajada frente a un mismo estímulo nos vuelve conscientes de que compartimos muchas fantasías y muchos temores. Nos sentimos solos a diario, pero en un cine, cuando todos se ríen al mismo tiempo, dices, ¡ah, nos pasa a todos, esto! Entonces, es muy saludable, es muy catártica la experiencia del humor. Pero la verdad es que yo lo tengo en la vida cotidiana también, probablemente sea algo familiar, medio que no concibo ninguna relación casi sin el humor, me cuesta. Y de hecho, cuando conoces a alguien que no tiene mucho sentido del humor, un poco siento que no sé de qué hablar, entonces, bueno, es un elemento que está ahí, quiera o no quiera se presenta de alguna forma, porque además en la vida diaria, aún en las situaciones trágicas o dramáticas, está presente.
Y, ¿qué hay de Pedro Almodóvar? ¿Cómo se ha metido en el proyecto?
Tuve la enorme suerte de que Pedro y Agustín (Almodóvar, ambos productores de la película) vieron Tiempo de valientes acá (en España), una película que estrené en 2005, y les encantó. Y que un director de esa envergadura, y con esa trayectoria, que de pronto me hayan convocado para producir o coproducir el próximo proyecto que hiciera, desde ya que me generó mucha seguridad, mucha confianza, y bueno, fueron extraordinarios productores. Toda la gente de El Deseo, Pedro y Agustín, y Esther García, que está por ahí fuera (la entrevista se celebró en la sede de la productora de los Almodóvar, El Deseo), que es una productora legendaria, que ha estado desde las primeras películas de Pedro. Estuvo mucho en Buenos Aires, en el rodaje, y la verdad que pusieron todas sus conexiones, todos sus contactos, todo su conocimiento en función de que nosotros hiciéramos el mejor trabajo posible. Habla de gente muy sana que cuando encuentran un guion valioso lo quieren apoyar, y bueno, tienen la posibilidad de conectar a nuevos directores con un público que ya los sigue y los respeta, y no todos tienen la generosidad de establecer esa conexión, y ellos las tienen.
Entre aquella película, Tiempo de valientes, y ahora, has estado haciendo mucha televisión. No sé si tiene algo que ver con tu cine la televisión que haces. Tiempo de valientes
En realidad no. Yo hice dos series y dos películas antes de relatos salvajes. Las series fueron Los simuladores y Hermanos y Detectives, que tuvieron versiones acá en España, pero obviamente yo hice las originales, y después hice El fondo del mar y Tiempo de valientes. Y todo eso lo hice en un lapso de cinco años, entre el 2001 y el 2006 ocurrió todo eso. Y después ahí paré. Me vi un poco acostumbrado, probablemente por los tiempos televisivos, a rodar un episodio mientras escribo el que voy a rodar la semana que viene, y mientras compagino el que rodé dos semanas atrás. Y eso, que era una herramienta, de pronto sentí que era un defecto y me podía volver una persona demasiado práctica, que no diera lo mejor de sí misma frente a cada aventura que para mí debe implicar un nuevo proyecto cinematográfico.
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Los proyectos son distintos y a cada uno hay que prestarle una atención particular, no trabajar con las herramientas que ya tienes, sino en el mejor de los casos, encontrar herramientas nuevas, exclusivas para ese proyecto. Y ese tiempo no lo tenía, así que decidí dedicarme solo a escribir, y desarrollé muchos proyectos: una trilogía de ciencia ficción, que se llama El extranjero, una película de amor, que se llama La pareja perfecta, y un western hablado en inglés. Y, por otro lado, Relatos salvajes. Y luego, cuando empezara a dirigir, quería dedicarme solo a dirigir. Entonces, cuando dirigí Relatos Salvajes estuve dedicado solamente a eso.
Así que hice mucha televisión, es posible que eso me haya dado herramientas. Pienso que la televisión está claramente demostrando que puede ser un espacio muy frondoso para la libertad creativa, la calidad, y bueno, es vox pópuli que las mejores cosas de por ejemplo EEUU han aparecido en televisión más que en el cine, las cosas más sorprendentes, más disruptivas, así que bueno, nunca tuve ese pudor en relacionar la televisión o esa sensación de que era un medio menor. Sí sentía que iba a tardar en dar lo mejor de sí misma, pero como le ocurrió al cine, que se le consideró un espectáculo circense durante una gran porción de tiempo, y se suponía que lo serio era el teatro y no el cine. Y cuando apareció la fotografía, el mundo de la pintura también reaccionó de una manera muy hostil contra los primeros experimentos, nadie le veía valor artístico hasta que bueno, hoy tenemos los grandes fotógrafos que tenemos.
Pero Relatos salvajes me parece que encuentra su fuente de inspiración, más que en la televisión, por la idea de distintos capítulos, me parece que tiene que ver más con las antologías de cuentos de la literatura. Los primeros libros que yo leí, apenas aprendía a escribir, despuñes de los manuales de la infancia, fueron unos volúmenes que compiló un catalán, que se llamaba Relatos maestros del misterio, Relatos maestros policíacos y Relatos maestros del terror. Eran tres libros de cuentos, que ya las carátulas me parecían tremendamente enigmáticas, y leer el índice, sobre todo, y ver los títulos, muy diversos y muy atractivos, y que cada historia durara diez o doce páginas, me parecía algo fascinante. Y después bueno todas las series que mencionamos antes: Cuentos asombrosos, Cuentos de la cripta… Una película que me impactó mucho fue esa de Historias de Nueva York, con un episodio de Scorsese, de Coppola y de Woody Allen, como modelo de película, me parecía muy convocante. Cuando este tipo de películas están bien hechas, a mí me suenan que son muy atractivas de ver.